Chubut Para Todos

La UIA en los caños (sin costura)

La fuga de capitales no espanta a nadie. Ni siquiera es fuga. Es defensa propia.

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En la proximidad del Duomo, a punto de tomarse el Bellini (Prosecco con jugo de durazno), Paolo Rocca, El Cientista, contemplaba la pantalla del celular.
Acontecían los insistentes llamados del Vasco. El popular José Ignacio de Mendiguren, El Frate.
El Cientista prefirió no atenderlos. Continuó con el lento Bellini.
El Vasco se encontraba ansiosamente interesado en saber por qué Techint había vetado su presencia en el Comité Ejecutivo de la Unión Industrial Argentina, la UIA.
Después que el nuevo presidente, el experimentado doctor Daniel Funes de Rioja, le asegurara -según El Vasco- que iba a integrarlo.
Pero desde alguna parte previsible descendió la bolilla negra (no fue solo una).
“Te bajaron, Vasco”, le dijeron.
Entonces el Vasco, con su reconocida obstinación de vasco, llamó a los representantes de cámaras, a los empresarios del Comité. ¿Quién lo había bajado?
Apuntaba a Luis Betnaza, El Protector, CEO de Grupo Techint y vicepresidente eterno de UIA.
Cuentan que La Doctora -un ser temible para los sensibles empresarios- se inspiró en Betnaza al adoptar la acertada teoría.
Indica que una institución, o un país, se maneja mejor desde la vicepresidencia.

Los contados industriales, en lo que queda de Argentina, atraviesan un extendido tramo de extraordinaria confusión. Derivaciones de la incertidumbre general.
La escasa simpatía que les genera el gobierno de la Doctora -que preside Alberto Fernández, El Poeta Impopular- no habilita la menor melancolía hacia el Tercer Gobierno Radical.
El desperdicio que presidió Mauricio Macri, El Ángel Exterminador.
El fracaso del Ángel consolidó la instalada teoría del desengaño.
A Macri lo apoyaron y no solo los defraudó. También los supo encuadernar.
Entre la antipatía hacia La Doctora, y la deplorable experiencia con Macri, se legitima la potencialidad creciente de la economía informal.
La vigencia absoluta de la cultura global del “negro”. Silenciada pero no por temor al INADI.
Cultura que armoniza perfectamente con la carencia unánime de inversión.
Nadie, en la práctica, quiere ponerla.
La fuga de capitales ya no espanta a nadie. Ni siquiera es fuga. Es defensa propia.
El dinero sale del circuito, la economía se estanca, el tiempo de la producción se congela. Se paraliza. No quedan ni palabras.

El riesgo de ponerla

La vacilación ante el riesgo de ponerla facilita el florecimiento de las extravagantes ideas nacionalizadoras. Reflejo condicionado de Pavlov.
El deseo de estatizar todo aquello que el inversor privado deja de explotar. Estragado, como se siente, por la guillotina frecuente de los delirios fiscales.
El empresario, algo agrandado o pyme, se siente perseguido. Un paranoico entre recolectores seriales.
Por la sed insaciable de mangazos compulsivamente solidarios.
Prefiere entonces tener no solo su dinero a resguardo. Quiere resguardarse también junto a su familia y cruzar, acaso, hacia Uruguay.
Uruguay es aquel vecino oportunista que puede decirle ventajosamente a la mujer golpeada:
“Venite conmigo, te voy a tratar mejor”.
O hacia Miami, o Asunción. Y que con lo que queda de país se haga un paquete. Se envuelva con celofán y se sumerja en el vacío del pesimismo.
Como si el país estuviera irrecuperablemente perdido.
Como varios dan por perdido todo lo que tienen aquí.
Con los activos que hacen, apenas, mantenimiento. Sin poner un mango, en adelante, más.

UIA como versión menor de AEA

Cambios en las asociaciones empresarias. Carracedo, ex Bunge, sucede al fervoroso oficialista Adelmo en la Bolsa.
Cambia también la Sociedad Rural. Y en la UIA, las grandes empresas mantienen, como siempre, la fuerte relevancia.
Pese a la presencia nacional de los industriales pymes, hoy la UIA parece reposar entre los caños (sin costura).
En realidad la UIA emerge como otra versión menor de la poderosamente selectiva AEA, Asociación Empresaria Argentina.
Es donde tallan los grupos más consolidados. Arcor, Techint, Ledesma o Clarín. Mantiene como presidente a un ejecutivo idóneo (que no es empresario).
Es injusto trasladar el modelo Jaime Campos -presidente de AEA- a la UIA. Aunque Daniel Funes de Rioja tampoco sea empresario.
Es un abogado laboralista ampliamente reconocido por sus influencias nacionales.
Presidió la Internacional de los empresarios. Aparte, claro, de la Coordinadora de Productos Alimenticios. COPAL.
La gestión anterior de Miguel Acevedo derivó en cuatro años de diálogo. Incluso con el actual gobierno. El que teme el salto hacia la confrontación.
Lo reprocha, por Zoom, el ministro de Desarrollo Productivo, Matías «Trotsky» Kulfas, El Penúltimo Albertista.
En coincidencia interpretativa, acaso, con el Vasco tan audaz. Un osado hasta para defender por televisión al gobierno.
Como durante la espectacular discusión abierta por TN, con su amigo Roberto Cachanosky, repentino crédito de Juntos por el Cambio.

Chipirones vascos

La ceremonia del Bellini, con el mejor Prosecco del Véneto, no pudo ser interrumpida por los chipirones del Vasco.
“¿Pero a quién se le ocurre que Paolo, con los quilombos que tiene en Italia, va a atender al Vasco por la UIA, tema menor?”.
El Frate Vasco debe habituarse al sabor amargo de la ingratitud.
Pese a la experiencia parlamentaria que le sirvió para producir leyes favorables para la organización.
Fueron méritos gastados que ya no conmueven a los que diseñan el futuro inmediato.
En dos ocasiones El Frate Mendiguren fue presidente de la UIA. Tiempos en que La Doctora, después de escucharlo, podía decirle:
“Hoy estás muy poético, Vasco, y con qué bella corbata”.
Cuando oportunamente le hizo todos los favores que podía a Techint. Al extremo de ser confundido como “un punto de…”.
Tal vez Trotsky, hoy El Penúltimo Albertista, y El Vasco tengan razón. Y se registren, en la UIA, cambios de comportamiento.
Con menos diálogo, “poco fructífero”. Con cierta “toma de distancia”. Ya advertida por Kulfas.
¿Acaso también creía Kulfas, como Acevedo, que presidente debía ser El Gordo Miguel Rodríguez (de Sinteplast)?
Como lo advirtió El Vasco, hoy titular del BICE, Banco de Inversión y Comercio Exterior (también es diputado por el Frente de Todos, cepa massista).
Significa confirmar que El Frate Vasco responde a Sergio Massa, El Conductor.
“¡Con la ayuda que les tiró el gobierno durante la pandemia y ni le dijeron gracias!”, les gritó El Vasco.
Tal vez se zarpó en la protesta. Quebró códigos con un viejo amigo, al decir que él, en ningún juzgado «aceptó haber pagado coimas”.
O se zarpó por su temperamento avasallador, en la montonera de llamados. Con algún comentario reprochable.
“Aparte del presidente y del vice, puso a David Uriburu, también de Techint, en otra vicepresidencia”.

Viejos lobos de empresa

La UIA, como la ONU, tiene un Consejo de Seguridad. Es el Comité Ejecutivo.
Mesa chica de 25 cultores de la iniciativa privada. Desde donde se maneja la organización, que es bastante presidencialista.
Al examinar la mesa se la percibe bastante equilibrada, pero con una sola mujer. Miguel Ángel Rodríguez se quedó con la secretaría.
Guillermo Moretti, catapultado como peronista, ocupa otra vicepresidencia. Y Martín Cabrales es un vocal profesional. Como Cristiano Ratazzi.
La Junta Consultiva es la hinchada. La popular contiene 70 anotados. En este conglomerado sí está El Vasco, que pretendía animar el Comité.
Pero se le cruzaron varias bolillas negras. Fueron lanzadas por empresarios cordiales que atendieron, incluso, su llamada.
«Que el Vasco no joda, hace seis años que no está en el Comité. Lo que pasa es que está en campaña para renovar la banca”.
Otros viejos lobos de empresas vaticinan momentos muy difíciles para el horizonte del país.
Lo intuyen por experiencia y sensibilidad.
Y se entregan, sin emoción, a la faena del mantenimiento. Sin poner, estratégicamente, ni un mango de más.

Por Jorge Asís