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La infancia palestina, la primera víctima de los ataques israelíes en la Franja de Gaza

En la imagen: una fila de niños y niñas tumbados sobre el suelo del pasillo de un hospital cubiertos en sangre y polvo, un solo zapato, un solo calcetín, un parche en el ojo, una venda en la cabeza, un labio roto o una bolsa blanca envolviendo todo su cuerpo. Los 3.457 niños asesinados en Gaza en tres semanas “han superado el número anual de niños asesinados en las zonas de conflicto del mundo desde 2019”, según Save the Children. Este es un recuento de las vulneraciones sistemáticas a los derechos de los niños y niñas palestinas.

Entre los escombros grises que dejó el estallido de un misil israelí sobre un edificio residencial en la Franja de Gaza sobresale el pantalón rosa y las piernas de una niña que no llegará a crecer. Las manos de un rescatista escarban entre el cemento seco hecho pedazos a toda velocidad; empuja hacia arriba agarrando el tronco de la menor, cubierto de polvo, y este se desploma sin signos de vida sobre los brazos de un hombre. El rescatista arranca a llorar sin consuelo. La vida de la niña se agotó antes de que sus manos lograran sacarla.

Sobre la camilla, sentado, está Mohammed Abu Louli con los ojos completamente abiertos, perdidos. Su cuerpo menudo tiembla, al ritmo de su respiración. Sus ojos oscuros no brotan lágrimas, pero abarcan un mar de dolor. Está en estado de shock. Permanece así hasta que un paramédico le abraza por la espalda y rompe en llanto.

Los colores del atardecer se mezclan con el humo que acaba de dejar un bombardeo israelí en Yarmouk, pintando una postal dramática. De entre las ruinas, sobre una camilla verde, dos hermanos entrelazan sus cuerpos heridos. Sollozan y agradecen a sus rescatistas: “Gracias paramédicos, los queremos mucho”. Mientras, al fondo alguien intenta apagar el fuego fruto de los ataques con una manguera.

“Por favor, mamá, dime que estás viva”, repite sin cesar una joven aferrada a la camilla en el que trasladan el cuerpo inerte de su madre, envuelto en una tela blanca.

No hay respuesta a su pregunta ni a su dolor.

“Es mi madre, lo juro. La he reconocido por el pelo”, grita desesperada sobre el piso otra niña al ver pasar el cuerpo sin vida de una mujer. “No me queda nadie. Se han ido las mejores”, llora sobre el regazo de un hombre igual de angustiado.

En el estrecho pasillo de un colegio, convertido en refugio, cuatro niñas cargan a otra más pequeña tumbada en una sillita de bebé. La pasean riendo, en una procesión, imitando a los hombres que a diario transportan los cadáveres a la morgue. Juegan a ser niñas en la guerra.

En la calle, una madre mece de lado a lado el cuerpo sin vida de su bebé, gime y ruega: “Por favor, déjalo en mis brazos”. De la parte trasera de una ambulancia de la Media Luna Roja un hombre desciende con el cuerpo lánguido y ensangrentado de una niña, de un niño, de una adolescente, de un bebé. Una, dos, cien veces.

En la imagen: los nombres tatuados con bolígrafo sobre las piernas de dos muchachos. Sus cuerpos reposan en la morgue de un hospital a la espera de que la persona que escribió sus apellidos acuda a reclamarlos. En la imagen: el cuerpo minúsculo de una bebé de pocos meses sobre una camilla negra e inmensa. Las manos de tres médicos, demasiado grandes para sus pequeños órganos, buscan signos de vida.

En la imagen: una fila de niños y niñas tumbados sobre el suelo del pasillo de un hospital con el cuerpo cubierto en sangre y polvo, un solo zapato, un solo calcetín, un parche en el ojo, una venda en su cabeza, un labio roto, un brazo quemado, una pierna mutilada, una bolsa blanca envolviendo todo su cuerpo.

Las bombas israelíes matan a más de 3.400 menores en tres semanas

Podrían ser Marwa Hamzah Naser Al-Asatal, de un año. O su hermana Ilaaf Hussein Ahmad Al-Asatal, de dos. O su primo Rayan Abdullah Zakaria Al-Asatal, de menos de un año; o Hazar Hussein Ahmad Al-Asatal, de seis. Al menos 88 miembros de una sola familia, 38 menores de edad, fueron masacrados. En Gaza hay familias que se refugian en distintos barrios de la ciudad para no ser aniquiladas por completo en caso de que un ataque de Israel las pille durmiendo.

Un intento desesperado para no pasar a engrosar la inmensa lista de víctimas mortales publicada por el Ministerio de Salud gazatí: más de 8.300 personas han muerto hasta el 30 de octubre. Lo más probable es que mañana esas cifras aumenten, como lo han hecho cada día desde el pasado 7 de octubre. Las autoridades sanitarias estiman que cada quince minutos un menor muere en la Franja de Gaza.

Los niños de las imágenes descritas podrían llevar el nombre de cualquiera de los más de 3.400 menores palestinos asesinados por la metralla y las bombas del Ejército de Israel sobre el sitiado enclave. O de aquellos que reposan en las fosas comunes sin nombre: casi 1.000 menores desaparecidos entre los escombros de los edificios derrumbados.

Un informe de Save the Children publicado el domingo señalaba que, en las últimas tres semanas, “han muerto en Gaza más niños que el total de muertos en conflictos en todo el mundo cada año desde 2019”.

Lo explicaba en France 24, Lucía Martínez Jiménez, técnica de proyectos de cooperación de la Agencia de la ONU para la Infancia, Unicef: “La situación humanitaria de los niños y de las niñas es catastrófica en el momento actual”. 

En poco más de 20 días de hostilidades, los militares israelíes han matado a más niños y niñas palestinas que en los últimos 23 años de tensiones entre Israel y los Territorios Palestinos.

“En todas las guerras, son los niños los que sufren primero y los que más sufren”, escribe a diario Unicef en sus redes sociales para recordarle al mundo que la guerra en curso de Israel contra la milicia islamista Hamás es, también, una guerra que afecta indiscriminadamente a la infancia palestina. Las organizaciones humanitarias coinciden en que “un alto el fuego es la única manera de garantizar su seguridad”.

“El hecho de que Israel presente a los niños palestinos como ‘escudos humanos’ o ‘terroristas’ para justificar la violencia contra ellos y sus padres es profundamente deshumanizante”, critica Francesca Albanese, relatora especial de la ONU sobre DD. HH. en los Territorios Ocupados de Palestina, en su intervención ante la Asamblea General del pasado martes.

Se estima que en la Franja de Gaza viven 2,3 millones de personas. Más de un millón, el 50%, son menores de edad que viven encerrados en lo que se describe como “la cárcel más grande a cielo abierto”, debido al bloqueo que el Gobierno de Israel mantiene sobre el enclave desde hace 16 años, que impide –entre otras cosas– la libre movilidad de los gazatíes.

Hay una generación de infantes y adolescentes palestinos que no conoce nada más que las incursiones militares, los bloqueos, el eco de la guerra siempre presente; que crecieron escuchando el sonido de los aviones militares israelíes.

“Debemos comprender el impacto devastador de la ocupación israelí y de la presencia colonial en constante expansión sobre generaciones de niños palestinos”, afirma Albanese.

La salud mental de la infancia gazatí, una herida a largo plazo

Las bombas caen sobre hospitales, colegios, salones y dormitorios, parques infantiles, plazas de mercado, campos de refugiados. Lugares que, según los cuentos infantiles, son zonas seguras para un niño. Pero no en tiempo de guerra. ¿Quién le explica a una niña palestina que la metralla puede impactarle pese a estar refugiada en la escuela donde aprendió a leer o en el hospital en el que nació?

Más de la mitad de los menores en Gaza, según un informe de Save the Children de 2022, han pensado en suicidarse.

“Están viendo y viviendo situaciones que para ellos son prácticamente imposibles de gestionar. Van a tener problemas psicosociales y psicológicos profundos y a largo plazo”, señala Martínez.

El número de niños palestinos que reportan angustia emocional aumentó del 55%, en 2018, al ​​80% durante el pasado año, según el documento. Cuatro de cada cinco niños conviven con la depresión, el dolor y el miedo; en un “estado de tristeza, preocupación y pena” perpetuo. La salud mental de la infancia palestina, tanto en Gaza como en Cisjordania ocupada, y de sus cuidadoras, es otro “daño colateral” de la ocupación de las últimas seis décadas.

“Somos muy conscientes de que esos problemas psicológicos hay que abordarlos antes de la escalada de violencia, durante la escalada y cuando finaliza”, explica la técnica de Unicef. La agencia de la ONU calculaba que unos 816.000 menores ya necesitaban apoyo psicológico y psicosocial antes de la nueva fase del conflicto.

En Cisjordania ocupada, los menores se enfrentan además a detenciones, asaltos, intimidaciones y amenazas diarias por parte del Ejército de Israel y los colonos israelíes que ocupan sus territorios palestinos. Lanzarle una piedra a un blindado israelí puede acarrear entre 10 y 20 años de prisión para un menor palestino. Los datos muestran que, desde el año 2000, más de 13.000 menores palestinos han sido detenidos, interrogados y encarcelados en prisiones israelíes, donde sufren maltrato y otros abusos a la infancia, según la organización Defense for Children International.

El hambre como “arma de guerra”, según Oxfam

Junto al aumento de bombardeos israelíes, también lo hace el hambre y la sed en Gaza. La falta de combustible, electricidad, agua potable, alimentos y medicinas está afligiendo a una población cada vez más desesperada y a un sistema sanitario colapsado. La escasa entrada de ayuda humanitaria por el paso egipcio de Rafah no es suficiente para alimentar a los dos millones de gazatíes, que ya dependían en un 80% de la ayuda humanitaria antes de esta última escalada.

“Creo que nos ha servido a todos de distracción hablar de esta entrada, pero realmente las cantidades que han entrado son ínfimas en comparación con las necesidades que hay ahora mismo en la Franja de Gaza”, critica en France 24 Raquel Martí, directora ejecutiva del comité español de la Agencia de la ONU para los Refugiados Palestinos (UNRWA).

Palestinos llegan para recoger agua potable durante el bombardeo israelí en curso de la Franja de Gaza en Rafah el sábado 28 de octubre de 2023.
Palestinos llegan para recoger agua potable durante el bombardeo israelí en curso de la Franja de Gaza en Rafah el sábado 28 de octubre de 2023. AP – Hatem Ali

La organización Oxfam Intermón denunció hace unos días que se está usando el hambre “como arma de guerra contra la población civil en Gaza”.

“La desnutrición tiene unos efectos muy negativos en la en la salud de los niños y niñas (…) la desnutrición aguda por la falta de alimentos en el momento actual genera también problemas a nivel de desarrollo intelectual y de desarrollo físico. Si esto se prolonga en el tiempo, los niños y las niñas de la Franja de Gaza van a tener problemas el resto de su vida derivados de no haber podido tener una alimentación adecuada”, apunta Martínez.

“Están consumiendo agua contaminada y agua de alta salinidad, lo cual es muy perjudicial para su salud inmediata”, añade, en referencia a las enfermedades gastrointestinales y brotes de sarna que están sufriendo los menores debido a la insalubridad del agua que toman.

Se estima que más de un millón de gazatíes están desplazados dentro del enclave. Una generación de infancia desplazada de sus hogares que está viviendo una Nakba (el éxodo de los palestinos en 1948 para la creación del Estado de Israel)sin haber estudiado todavía en los colegios qué supuso la primera para sus tatarabuelos.

“La situación se está tensando muchísimo en los refugios porque están masificados. Ahora mismo tenemos 640.000 personas refugiadas en 150 instalaciones de UNRWA. No tenemos suficiente comida, no tenemos agua, no hay suficientes baños, no hay suficientes medicamentos y cada día llegan una media de 10.000 personas”, denuncia Martí.

Cada día, unas 160 mujeres gazatíes dan a luz bajo las bombas

La periodista palestina, Asmaa al-Ghoul describió en un libro cómo una madre gazatí se agarraba los senos inflamados por la leche y sollozaba: “¿Qué voy a hacer con todo esto ahora?”, después de enterarse de la muerte de su primer bebé, de pocos meses, tras un bombardeo israelí en el sur de Gaza, en el año 2014.

Esta semana, en esa misma región, Sabine, una madre desplazada, suplicaba por alimento para su recién nacido: “No tiene leche para beber. ¿Qué culpa tiene él? ¿Por qué nació en esas condiciones?”

La ONG italiana ActionAid señala que las mujeres de Gaza no producen suficiente leche para amamantar a sus bebés debido al estrés por los ataques y a la falta de acceso a una buena alimentación de la madre.

El Fondo de Población de la ONU estima que en Gaza hay más de 50.000 mujeres embarazadas, más de 5.500 gazatíes darán a luz a finales de noviembre. “Di a luz durante la guerra, en condiciones y circunstancias que solo Dios conoce. Aquí no hay agua, ni comida, ni refugio para el bebé”, decía Sabine, sosteniendo al pequeño Abdullah, a quién todavía no ha podido registrar para obtener su documentación.

El trauma de las madres también está provocando partos tempranos: “Hemos notado un aumento de los casos de parto prematuro. Hemos tenido que realizar un parto prematuro del feto del vientre de la madre mientras se está muriendo. Muchos de estos bebés son huérfanos, y no conocemos el destino de sus familiares ni tenemos información sobre sus identidades”, señala Nasser Bulbul, jefe de la UCIN del hospital Al-Shifa.

Un niño palestino desplazado, que huyó con su familia de su casa en medio de los ataques israelíes, cuida de sus hermanos gemelos mientras se refugian en el hospital Nasser de Khan Younis.
Un niño palestino desplazado, que huyó con su familia de su casa en medio de los ataques israelíes, cuida de sus hermanos gemelos mientras se refugian en el hospital Nasser de Khan Younis. Mohammed Salem / Reuters

Las embarazadas y los recién nacidos –muchos antes de tiempo, hay unos 130 bebés prematuros en los colapsados hospitales– son una de las poblaciones más vulnerables del conflicto. “Si las incubadoras dejan de funcionar (por la falta de combustible) evidentemente esos niños y esas niñas no van a sobrevivir”, concluye Martínez.

Un informe clasificado del Departamento de Estado de Estados Unidos, al que accedió el medio español ‘El Periódico’, dice que “un número estimado de 31.000 bebés de menos de seis meses y 52.000 mujeres embarazadas están en riesgo de serias complicaciones o muerte por la ingestión de agua salubre”.

Con frecuencia, António Guterres, secretario general de Naciones Unidas, recuerda que “incluso las guerras tienen reglas”, invocando al Derecho Internacional Humanitario.

“Como miembros de la población civil, los niños se benefician de las normas del Derecho Internacional Humanitario relativas a la conducción de las hostilidades. Tales normas, en las que se desarrollan los principios para diferenciar a las personas civiles de los combatientes y en las que se prohíben los ataques directos contra la población civil”, dice el documento del Comité Internacional de la Cruz Roja.

Las agencias de la ONU, las organizaciones humanitarias y de DD. HH. llevan años denunciando las múltiples violaciones a los derechos más básicos de la infancia palestina por parte de Israel. Unas vulneraciones que se repiten de forma sistemática desde hace seis décadas en la Franja de Gaza y los territorios ocupados palestinos.

Hoy todas esas advertencias se traducen en una extensa lista de nombres que no alcanzarán a cumplir la mayoría de edad. En la imagen, tomada el domingo 29 de octubre por el fotoperiodista palestino Motaz Aziza: los cuerpos sin aliento de cinco menores reposan, ordenados por su estatura -el más pequeño apenas mide unos 40 centímetros- sobre el capó de un vehículo blanco. Randa, Nabil, Hasan, Lana… eran sus nombres.

Por Marina Sardiña-France24