Chubut Para Todos

Saraseros y malditos

Cuando se sufre 2% de suba semanal en los alimentos como ocurre ahora –en estos últimos quince días del mes– la única alternativa del Gobierno es declarar la guerra a la inflación. Aunque no alcance con el pronunciamiento ante la deprimente noticia de un índice, en ese rubro, superior al 8% mensual. 

Un bombazo que envuelve y estalla entre los Fernández, peleado uno con el otro y por distintas fruslerías personales. Tampoco alcanza que el dúo reconozca haber fracasado con una suave política de precios ejercida por Paula Español, en principio, y luego otra menos tolerante y punitoria como la de Roberto Feletti

Se trata de una asignatura que el Gobierno se niega a comprender. De ahí que ahora Alberto amenaza con una ofensiva demoledora para frenar la blitzkrieg inflacionaria, multicausal y necia que lo humilla. 

Hubo tres días de expectativa ante sus anuncios y, por último, con demoras inexplicables. Grabó un discurso anodino, voluntarista, ni siquiera básico en ideas. Semeja a un enfermo que manifiesta sus dolores pero no atina con la receta o el profesional de la medicina que lo alivie. De curar, ni hablar. 

Tanto él como Cristina creyeron en Martín Guzmán y sus pócimas orales. Se hundió con la inflación y quedó suspendido luego del tratado con el FMI. Ahora, después de dos años, le imputan la autoría de un esquema Ponzi de la mentira. Un Maddof de la economía. 

No solo la pareja gubernamental le traslada sus propios errores. También le admiten esa condición engañosa el bloque opositor, algunos funcionarios del mismo Fondo Monetario Internacional y el mercado, que no sube a pesar del acuerdo o los auditores que mantienen el récord del riesgo país. 

Sobreviviente. Un artista el ministro: parece que le ha dicho a cada uno lo que quiere escuchar y, a pesar de que ya nadie lo defiende, sobrevive porque no le encuentran reemplazante. Inclusive, contribuyó a la sarasa del discurso de Fernández de la guerra inflacionaria y se alista, cada noventa días, a ser el vicario del FMI para la revisión de ciertos números. Por supuesto, no es el empleado del organismo, como en simultáneo matrimonio han denunciado La Cámpora y la recuperada Elisa Carrió

Mientras, el cargo  de Economía se traslada de hecho al dominio de Matías Kulfas, en Producción. No en vano Sergio Massa, el primero en denunciar desde hace meses los ardides de Guzmán, pretendía ese cargo en la confianza de que puede destacarse desde allí para una candidatura presidencial. Como en su momento, en Brasil, lo hizo Fernando Henrique Cardoso. Supone que está en la misma categoría.

Se admite, sin embargo, que Guzmán se aprovecho una contingencia internacional para el entendimiento: el Fondo decidió no discutir más con la Argentina, no le exige metas de diversa índole, ni un plan monetario y en el memorándum asimiló que el Banco Central vendiera 3.700 millones de dólares a futuro, para mantener la estabilidad cambiaria y encima le aceptó una extensión a 9.000. No se conoce un stand by con tanta flexibilidad. Para Cristina, que ni siquiera habrá leído el texto. 

De ahí que Mauricio Macri describa al organismo como unos permisivos bandoleros que le han  habilitado mucho más a los Fernández de lo que nunca le concedieron a él. Tiene razón, a pesar del préstamo extraordinario que le facilitaron y todavía indigna a la dama, Máximo y La Cámpora, que reclaman una investigación de ese episodio. 

Tal vez ni el oficialismo ni la oposición han observado un detalle: el FMI ha sido flexible con la Argentina para evitar que caiga en default y ese ejemplo incumplidor se traslade a otras naciones complicadas y más importantes. Indonesia, por ejemplo.

Abrumador. El viento, entonces, lo favoreció a Alberto, aunque deba prestarse a discutibles exámenes y quizás no cumpla ciertos compromisos. Inclusive, esa facilidad le otorgó otro rango, político, al conseguir en el Congreso una asombrosa mayoría agravada para aprobar el acuerdo con el Fondo. 

Un hecho inédito en materia legislativa que supone, además, una derrota brutal para Cristina de Kirchner, quien se oponía a esa sanción junto a su bullanguero hijo. 

El Presidente venció a quien lo sentó en la Casa Rosada, esa diosa fortuna más importante que el pozo del Quini. Y lo hizo por cifras descomunales: cuatro quintos en Diputados y tres cuartos en el Senado. 

Menos mal que solo se trató el caso del FMI. Con esos números en la Cámara Alta, si se trataba su situación judicial, Cristina hubiera perdido sus fueros. 

No son compatibles esas votaciones, pero a ella su elegido igual la partió en dos diciendo además que no puede vivir sin ella, que la necesita y la requiere para gobernar. Y que por favor le conteste el teléfono, según confirma su propia vocera. Casi un esquema Ponzi de la política, un remedo de Guzmán. 

Menos sincero que su Vicepresidenta, ya resignada al fracaso con otro hombre designado en la política, como lo fueron Julio Cobos o Amado Boudou, entre otros. 

Se siente lastimada por Alberto, agraviada, perseguida, inclusive lo subió al mismo nivel de desdén donde tiene ubicado a Macri. Hasta le debe haber lanzado una maldición. Como las gitanas.

Por Roberto García – Perfil