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Manu Ginóbili anunció su retiro del básquet

El héroe de los San Antonio Spurs decretó el final de su carrera tras 23 años. “Con una mezcla de emociones, les cuento que decidí retirarme”, escribió. Sus palabras.

No habrá nunca un mejor. A través de los tiempos se irá incorporando un MEJOR que conformará la lista debatible, subjetiva y eterna de algo que resultará siempre discutido: los mejores.

La muerte de Juan Manuel Fangio (17 de julio de 1995) no dejó dudas a la generación de periodistas objetivos y evaluadores que tuvieron el privilegio de escribir su trayectoria: nos había dejado el mejor deportista argentino de todos los tiempos, a su vez destacado por la Universidad de Oxford como el mejor piloto de Fórmula 1 de la historia desde la posguerra hasta Schumacher.

Entonces, no cabían dudas de que ese personaje universal amado y admirado por el mundo del deporte había sido el mejor de todos.

Cuando Carlos Monzón se retiró del boxeo en 1977, un enorme sector de la prensa argentina y especialmente europea afirmaba que se había alejado del noble arte de los puños el mejor campeón de peso mediano (14 defensas ganadas de manera sucesiva). Rápidamente, le agregamos el mejor deportista argentino de la historia. Hecho consolidado tras su trágica muerte ocurrida el 8 de enero de 1995.

No existió nadie como Guillermo Vilas para la que produjera una revolución en la vocación y en el gusto de niños y adolescentes volcados masivamente a un deporte de elite que el propio Vilas convirtió en accesible, primero, y popular, después; familiarizando el tenis con las preferencias deportivas de los argentinos.

Ganó 16 torneos seguidos en polvo de ladrillo (1977). Y aunque el número uno fue Jimmy Connors, se supo luego que había utilizado una raqueta de doble encordado. Razón por a cual la historia lo ubica inequívocamente como el numero uno de la brillante y competitiva década de los ’70.

Diego Armando Maradona grabó en los ojos de los argentinos emociones imborrables que terminaron con la máxima felicidad que pueda sentir un hincha de fútbol tras la disputa de un campeonato mundial. Argentina fue campeona del mundo en 1986 y Maradona fue el mejor jugador del torneo y autor del mejor gol -el segundo contra Inglaterra-. Este hecho consolidó su inolvidable paso por Italia para convertir por única vez al Napoli en ganador del Scudetto (1986/87 y 1989/90), ganador de la Copa Italia (1986/87) y ganador de la Copa UEFA (1988/89). Maradona cambió el mapa social de los italianos, trastocando la humildad, la postergación y la necesidad de los napolitanos de cada mañana en un hecho sublime e imborrable.

Cuatro años despues, herido, lesionado y maltrecho llevo a la selección argentina de fútbol al logro de un subcampeonato mundial que hubo de haberse disputado en Italia en 1990.

Fue entonces cuando el universo habló, afirmó y ratificó que Argentina tenía al mejor deportista del mundo, Diego Armando Maradona.

Don Roberto de Vicenzo fue el primer caddy que llegó a Gran Maestro. Su actitud en el Abierto de Augusta (1968), donde reconoció un error en su tarjeta, fue ponderada por la prensa norteamericana. Ante su enorme talento como jugador de golf -ganador a la sazón del Open Británico (1967)- y esta hidalga actitud de poner una verdad por encima del más grande triunfo de su carrera, no le generaron dudas a los periodistas estadounidenses, británicos, canadienses y del resto del mundo vinculados más estrechamente con el golf que “Argentina tenía al mejor deportista de todos los tiempos”.

Manu Ginóbili, celebrando su cuarto título de la NBA junto a Tim Duncan y Tony Parker (AP)

Manu Ginóbili, celebrando su cuarto título de la NBA junto a Tim Duncan y Tony Parker (AP)

Hoy nos informamos sobre el voluntario retiro de Emanuel Ginobili. Y otra vez, otros periodistas de nuevos tiempos, tan objetivos e indiscutibles como aquellos, afirman con legítima solidez que “se ha retirado el más grande deportista argentino de todos los tiempos”.

¿Les faltaron razones a quienes afirmaron que con Fangio se había retirado el mejor deportista argentino de todos los tiempos?

¿Faltaron a la verdad los que convirtieron a Guillermo Vilas en el mejor deportista argentino de todos los tiempos?

¿Exageraron imprudentemente los que afirmaron que con Monzón se había ido el mejor argentino deportista de todos los tiempos?

¿Se dejaron llevar por la emoción y el fanatismo quienes vieron la obra maestra de Maradona para nominarlo como el mejor deportista argentino de todos los tiempos?

¿Es que ponderaron la muestra de dignidad y deportivismo del maestro Don Roberto De Vicenzo aquellos que lo eligieron como el deportista argentino de todos los tiempos?

Ginóbili, este paradigma minucioso y ejemplar, humildemente grandioso y universal en toda su anchura nos propone hacer lo imposible: mezclar tiempos y espacios, épocas y generaciones, éxitos y sublimidad para que fácticamente decidamos si con él también se va el mejor deportista argentino de todos los tiempos.

Digámoslo de esta manera: Manu Ginóbili queda inscripto indeleblemente en la historia del básquetbol argentino y desde allí cómo el más grande jugador de todos los tiempos.

“El más grande” es una caprichosa decantación de época; los más grandes son una verdad que une a todas las épocas.

En algún lugar está naciendo un niño que será aquello que se proponga. Si lo logra es porque ha luchado por ello. Si sigue el ejemplo de Ginóbili, primero competirá con sus hermanos, luego con sus compañeros, más tarde contra sus adversarios y en la medida en que vaya creciendo librará la competencia más dura: la de superarse a sí mismo. Esto es lo que Manu hizo desde el primer día en que tomó una pelota de básquet entre sus manecillas con las que hoy escribe el triste y esperado tuit de la decisión con agradecimientos.

Los tiempos futuros nos darán otros Fangios, otros Monzón, otros Vilas, otros De Vicenzos, otros Maradonas y otros Ginóbilis. Pero éstos serán insuperables. Los que vengan se agregarán a la nómina del incomparable éxtasis que propone haber quedado en la historia como el mejor de un tiempo para transformarlo en los tiempos de los mejores.

Manu Ginóbili es a esta hora un aplauso y una lágrima.