Chubut Para Todos

La era de la confrontación

Inside Jobs. Los problemas en el último mes se fueron acumulando: el temprano adiós al jefe de Gabinete Nicolás Posse, los conflictos irresueltos en Capital Humano y su ministra Sandra Pettovello, y la discusión más subterránea de Luis Caputo con los exportadores de granos que se resisten a liquidar la cosecha al blend actual del dólar –80% al oficial y 20% CCL–. Este conflicto bajo cuerda anuncia uno mayor: el dólar ha quedado barato, el Banco Central vendiendo dólares en plena liquidación de la cosecha es en sí un tema inesperado. A todo esto se le suma la inestabilidad de la canciller Diana Mondino que bajo la explicación de un “problema de acreditación” quedó fuera de la delegación que viajó a Roma al importante encuentro de las siete potencias industriales del globo –G7– en Italia.

Todos estos conflictos endógenos parecieron entrar en un freezer frente a la aprobación de la ley más deseada por el Gobierno y, obviamente, por el empresariado más importante del país, cuyos lobistas tuvieron más trabajo que nunca. Esto es porque –para el cielo o el infierno– el corazón de la ley Bases es el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones, todo lo demás era –y lo fue– discutible. Incluso los cambios de último minuto en la maratónica sesión del miércoles al jueves con el senador informante del oficialismo no entendiendo bien la letra de los cambios de último minuto fueron risibles. Aún hoy y después de los festejos no se puede hablar de sanción, porque las leyes volverán a Diputados para definir, rechazar, aprobar –nadie sabe muy bien qué se puede hacer– los cambios del Senado, que incluyó cambios en el RIGI y el rechazo de dos importantes títulos de la ley fiscal –impuestos a la ganancia y bienes personales–.

Capitales binarios. La tarea de Javier Milei en esta primera parte de su gobierno consistió en transformar el capital electoral en capital político, una tarea que está lejos de ser lineal, incluso muchos grupos ideológicamente cercanos a Milei apostaban –literalmente– a un “gobierno corto”. La herramienta inusual para convertir –en términos bourdeusianos– ambos capitales fue su estilo ultraconfrontantivo y que lejos de buscar expresivamente consensos buscó el choque total. Para esto Milei no duda en utilizar el insulto para caracterizar a sus opositores. Se debe recordar que la fórmula de “degenerados fiscales” fue empleada por el Presidente para referirse a los diputados que modificaron la fórmula previsional, ley que ahora debe ser tratada por la Cámara alta en breve.

Otra gran batalla. En los seis meses de gobierno, Milei ha mantenido una habilidad impensada para comunicar ideas complejas en términos binarios y, de esta forma, mantenerse en el centro político con una presencia mediática permanente. Sin dudas el apoyo de las cadenas multimediáticas más importante colaboró en la construcción de una narrativa poderosa –cercana al peronismo entre el 1952 y 1955– que resuena con amplias franjas de la población, especialmente aquellos desencantados con la política tradicional, pero incluso entre los más pobres.

El relativo éxito de dos únicas leyes que pasaron por el Congreso tiene el condimento especial de haber contado con el apoyo incondicional del PRO, y un apoyo disimulado de la UCR. El costo para las dos agrupaciones –especialmente para la primera– será muy alto ya que se ha pasado abruptamente desde la fantasiosa idea del cogobierno al tautológico discurso de “tenemos que darle las herramientas” al gobierno para que gobierne. Paradójicamente buena parte de las concesiones fue negociada por los gobernadores y por el bloque Hacemos Coalición Federal/Cambio Federal.

Lejos de todo. Los resultados de la votación en el Senado arrojan un sabor agridulce para el peronismo. Como es claro, no pudo lograr bloquear de la ley. Pero quienes piensan a un poco más largo plazo sostienen que el peronismo, para volver a ganar las elecciones, tiene que conquistar o reconquistar a los votantes decepcionados, y el rechazo frontal de la ley hubiese autenticado el discurso que plantea que el peronismo fuera del poder busca desestabilizar a los gobiernos no peronistas. Esta hipótesis es difícil de probar históricamente, pero puede ser una respuesta heurística a la intrigante crisis permanente de la Argentina y no es raro escucharla de boca de jóvenes que incluso no habían nacido cuando renunciaba Fernando de la Rúa.

Desde la perspectiva “optimista”, que la votación haya salido 36 a 36 en la Cámara alta es la mejor alternativa dado los recursos disponibles, tras dos derrotas electorales consecutivas del peronismo entre 2021 y 2023. Además, debe considerarse que el desempate haya estado en manos de la vicepresidente (con e como le gusta llamarse) Victoria Villarruel multiplicará –tarde o temprano– el despliegue de una interna dentro de la LLA. Villarruel parece muy distante al libertarianismo globalista de Milei, pero también frustró a quienes deseaban presenciar la remake del “voto no positivo” de Julio Cobos en 2008.

Desde la perspectiva del peronismo luminoso también se rescata la unidad de los treinta y tres senadores que ya habían rechazado en su momento el DNU 70/24. Que el interbloque Unidad Ciudadana/Frente Nacional y Popular se haya mantenido unido demostraría que se trata de la única oposición real por sobre la dialoguista, incluso barriendo el intento de Martín Lousteau de producir un nuevo proyecto de ley con forma del dictamen de minoría.

La fe de los conversos. Hilando más fino, se pueden observar los problemas del barrio nac&pop. Es el caso de los dos senadores de Cuyo que ingresaron por el Frente de Todos y dieron su voto a la ley. Pero también hubo tres senadores del norte argentino que votaron en contra de todos los artículos, excepto del RIGI. Acá la interpretación más tradicional ve la política como una lucha entre la lealtad y la traición y se considera que el problema es la falta de una conducción unificadora, olvidando los vaivenes de la historia del peronismo incluso por el creador del movimiento en el exilio. El camino hacia la radicalización del peronismo parece servido, más cerca del FIT que del movimiento que supo conformar.

Mal momento. Para la canciller Diana Mondino dentro del gabinete.

Por Carlos De Angelis