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Juana Viale: “La templanza me volvió más femenina”

Después de un año intenso, en el que hizo teatro, bailó por un sueño y grabó la serie estocolmo, su relato nos despabila de los prejuicios y nos invita a descubrir a una mujer poderosa, libre y sensible.

Llegamos sabiendo que nos íbamos a encontrar con una mujer intimidante, pero descubrimos un sentido en esa provocación que ella genera. Juana se deja ser sin restricciones. Dice lo que piensa, no se reprime, hace lo que tiene ganas sin dar explicaciones, sabe poner límites, no busca agradar. Y así como resulta inquietante, también puede ser muy inspiradora en su búsqueda de lo genuino. Con esa Juana nos juntamos a desayunar, aunque terminamos almorzando.

Vos das un mensaje de una mina a la que no le importa el qué dirán, ¿tenés conciencia de que eso es muy poderoso para la mujer?

Sí. No solo para la mujer, para la sociedad. Vivimos en una sociedad muy prejuiciosa. Yo estoy acostumbrada al prejuicio porque está el marketing. Se construyen tantos seres parecidos a mí con mi mismo nombre y que no son yo… (risas). Este es como mi tablero de juego, yo nací acá, en este contexto. Estoy re acostumbrada al prejuicio, y también a que me pidan disculpas. Cuando la gente se me acerca honestamente, más de una vez me pasó que me dijeran: “Yo pensé que eras de tal manera y hablé mal de vos, pero me equivoqué”.

¿Sos de perdonar?

¡Más vale! Soy el ser que más perdona en la Tierra, no tengo pruritos con eso, para nada.

Vos tenés acceso a los lugares de moda y una belleza indiscutida, eso te da una seguridad que no todos tienen.

No, yo no tengo seguridad de nada, porque así como tengo la suerte de poder viajar, también tengo la suerte de poder ir a un lugar y que no me conozca nadie; por ahí hay gente que lo único que quiere es que la conozcan para llegar a este lugar y quizá lo que yo esté buscando sea otra cosa. Somos seres únicos. A mí me tocó nacer en un lugar que no es el común, pero no es ninguna garantía, no me llena eso.

¿Qué te llena?

Dentro de mi profesión, me llena ser una buena artista, y ser una buena artista no tiene nada que ver con el lugar donde estoy en el contexto de lo que me da esto. Para mí, ser una buena artista es hacer la obra de teatro, buscar un proyecto, hacerlo de la nada, tener la pulsión para poder hacerlo, no tener la plata y buscar el modo de hacerlo, tener un lindo texto, poder disfrutarlo cuatro veces a la semana, es mucho más profundo.

Acabás de terminar la obra de teatro La sangre de los árboles, se van de gira y vuelven a estrenarla en 2016, ¿fue una iniciativa tuya?

Queríamos hacer algo con mi amiga uruguaya Victoria (Césperes) y buscamos textos contemporáneos, estábamos encaprichadas con que fuera para las dos solas, hasta que dimos con uno y se lo pasamos al director Lucho Barrales para que lo reescribiera y nos dirigiera; empezamos de cero un trabajo de investigación que nos llevó cuatro meses. Esto fue en Chile, las dos estábamos viviendo allá, yo ya estaba separada, pero ella en ese momento seguía en pareja, con un chileno también.

El argumento de la obra es muy femenino, ¿fue algo buscado?

Sí, la temática de la obra es femenina de por sí. Las dos teníamos ganas de que todo el proyecto fuera femenino, así que convocamos a todas mujeres, menos el director. Una asistente de dirección, nuestra chelista la que hizo el diseño integral de obra también, era una especie de convivencia de mujeres.

El director tuvo que encauzar a todo ese grupete femenino…

Nos contaba que después de seis minutos de conversación nuestra, él ya no nos escuchaba (risas). Cuando ensayábamos, él decía que las rioplatenses éramos muy dramáticas, muy arrabalero todo. No podía creer cómo llorábamos desalmadas cuando hacíamos un ejercicio, por ejemplo. “Pero, Lucho, te abrimos el alma”, le decíamos nosotras. Encuentro eso, que de esta búsqueda salió algo súper, como una gasa volando en el viento, la obra es poética, delicada. Es fuerte, pero por la intensidad que tiene no deja de lado esa sutileza, el detalle que lleva siempre una mujer: un pañuelo, un perfume, creo que la obra también es eso. Y es como el yin y el yang, porque en todo hombre convive lo femenino y en toda mujer convive lo masculino, y está en cada uno tener esa poderosa energía de lograr equilibrarlo.

Bueno, entre tantas mujeres, él neutralizaba, ¿no?

Sí, él nos iba guiando. Creo que le vino bien palpar eso, que a veces la mujer necesita que cuando le decís algo seas un poquito más cauteloso. En mi caso, yo, que tengo tanta energía masculina, necesito ese cuidado para no perderme en eso.

¿Con el tiempo una se vuelve más femenina?

Supongo que sí. La templanza creo que provoca eso, o al menos lo hizo en mí, que ya tengo 33 años. La templanza me volvió más femenina. Como observar lo pasado, lo que viene, lo que ansiás…

Es interesante porque vos venís de un gran matriarcado, pero aun así no te hiciste cargo de eso.

Lo que pasa es que yo no creo en eso. Miren, yo tengo un papá re presente, que no sale en las fotos cuando viene a los estrenos porque es más vendible la imagen con mi abuela, mi mamá. Tengo un hermano que es un hombre que cada vez se hace más fuerte en sus producciones, Nacho es un gran empresario. Mi abuelo se murió cuando yo tenía 13 años, pero eso no significa que no haya existido para mí. Por eso digo que para mí es algo de puro marketing, mi familia no es un matriarcado.

Contanos de Estocolmo, ¿cómo fue hacer una miniserie con tu hermano de productor?

Yo, feliz de que me haya convocado. Son trece capítulos y está buenísima. Igual, como él es productor y yo actriz, medio que él se manejó más con mi representante que conmigo. Hermano-hermano no vale porque es una pelea constante. Cuando tenés que negociar, decís cosas que a un desconocido no le dirías. Entonces, él aparecía de vez en cuando en la filmación pero no queriendo joder, nos llevamos re bien.

¿Se parecen entre sí?

Con Mati me parezco muchísimo. Manu es re muñequita, sensible, la más callada y tímida. Nacho, nada que ver, él es “corta la bocha”. Para Nacho, dos más dos es cuatro; para Mati, de pronto puede ser cinco o tres, y Manu es más “bueno, no sé, que dé lo que a ustedes les parezca”. Esas son las personalidades, nos llevamos re bien.

Nos hablabas de tu energía masculina, ¿qué te pasa con eso?

Es la energía que proyecto. Cuando me doy cuenta de eso, me gusta lo guerrera que soy, en el buen sentido. Me gusta ir siempre para adelante, porque en la vida no te queda otra que avanzar, si no, una se estanca. Esa energía es bastante masculina. Pero por otro lado, encuentro que cuando se calman las aguas pasan otras cosas y sí, los mimos están buenos, está bueno no ser siempre una la que lleva la delantera.

¿Qué onda “Bailando por un sueño”?

Lo de “Bailando” era un desafío. A mí me costaba mucho el tema del circo romano, por decirlo de alguna manera. Hay personas que están ahí y que lo único que quieren es ser famosas. No era mi caso. Yo fui a “Bailando” llena de prejuicios, pero no con el resto, sino conmigo.

¿Por qué lo hiciste?

Primero, Ámbar me dijo: “Mamá, te encanta bailar, me encanta lo que hacés”, y la verdad es que es tan grato ensayar siete días a la semana, bailar… Es como jugar cuando sos chica a pintarte con las cosas de tu mamá, que le robabas las cosas y te emperifollabas y no te importaba nada, te sentías una reina; en parte, “Bailando” tenía eso. Estuvo buena la experiencia.

Bueno, valió la pena entonces porque estuviste como tres años diciendo que no a la propuesta.

Sí, era más chica, no estaba preparada. Yo era mucho más explosiva, antes ahí me hubiese peleado con todo el mundo, supongo que la información te va bajando orgánicamente y por algo.

¿Ahora te peleás menos?

Por lo general, no es que me peleo, antes hacía valer lo que pensaba con mucha más vehemencia que ahora. Creo que eso lo da la experiencia, los años. Con más sangre hervida. Ahora no me molesta, simplemente si es no, es no. Si es sí, sí.

Recién dijiste que Ámbar te alentó a bailar porque te gusta. Es muy fuerte el empoderamiento que puede darle una mujer a otra mujer, como que entre nosotras circulamos una fuerza diferente.

Yo creo que es como la empatía de reconocerse como tal. Ámbar es muy distinta de mí en miles de aspectos, pero tiene un sello marcado que claramente es hija mía. Tenemos concepciones de ver las cosas muy distintas, pero, más allá de que a ella le gusta una cosa y a mí otra, tenemos el mismo amor por lo que sea. Esa locura mágica intachable comprueba que es digna hija mía.

¿Es diferente ser mamá de un varón que de una mujer?

Es diferente, y las edades también. No me pasó todavía tener un hijo varón de 12 años. Ámbar (12), Silvestre (7) y Alí (3) son re distintos. La mamá en el varón, a la edad de 7, es como todo. Sos la caricia, sos el abrazo; cuando los retás, te miran como si fuera una ofensa. Yo soy re manteca, a los dos minutos digo: “Bueno, perdón, no te quise decir eso”.

¿Con Ámbar era diferente eso?

Re diferente, pero era peor, en el sentido de que con Ámbar no había límites. Ella era todo para mí, me crié con ella a la par, era muy chica cuando nació. Y bueno, yo siempre hice lo que mi pediatra, Laura Rabinovich, a quien amo, me dijo que no hiciera. Mis hijos tomaban la mamadera a los cinco años y ella me decía: “Ya es hora”, pero yo le explicaba “pero si le encanta, es un ternerito…”. Alí tenía 8 meses y le daba solo teta y me decía: “Ya le podés dar de comer”, “no, para qué, si no necesita…”. Mis hijos duermen conmigo al día de hoy.

Colecho a full.

A full, no siento que sea perjudicial, cero. A veces, aparezco hecha pis por Alí. Ámbar se lo banca. El dibujo de la cama es: yo en el medio porque Alí y Silvestre son puro “mamá, mamá”, y Ámbar que necesita la mano porque dice: “No me das a mí”. Así arrancamos a dormir, Ámbar toda estirada, el otro en diagonal, Silvestre que te mete las patas debajo de la espalda…

¿Cuando vas a Chile te alojás en lo de tu ex (Gonzalo Valenzuela)?

Sí, no los saco a los chicos de ahí. ¿Para qué? Además, yo no tengo una casa en Chile ahora.

¿Tenés rituales para las fiestas?

No solo no tengo rituales, sino que no tengo idea de qué voy a hacer ni dónde voy a estar. Me gusta festejar, pero el festejo no implica abundancia en personas.

¿También pasan las fiestas todos juntos?

Sí, creo que este es el primer año en que quizás estemos separados físicamente con Gon en las fiestas. Los chicos ya van a estar acá y él en verdad no sé. Quizá la vida haga que estemos juntos, no lo sé, no tengo nada planificado. .

Maquilló Estefanía Novillo para Estudio Novillo con productos Yves Saint Laurent. Peinó Matías Giaquinto. Agradecemos a Exiles Records y Milagros García Andina por su colaboración en esta nota.

Por Carola Birgin y Soledad Simond