Chubut Para Todos

El Papa que yo quiero Por Leo Anzalone

El Papa vuelve a Latinoamérica, esquiva nuestro país y los flojos de filtros orales, sin responsabilidad alguna, hablan de él y lo menosprecian. Somos el país que dejó pobre a San Martín, que mató a Favoloro y que critica a Messi, Francisco no podía ser menos.

Soy católico, como muchos de ustedes, por herencia familiar, pero cada año que pasa me voy alejando de la Iglesia, creo que más por “méritos” propios de los eclesiásticos que por rebeldía mía. Hecha ésta aclaración, creo oportuno profundizar desde este lugar, lo que sucede con la llegada de Francisco.

El Papa que yo quiero parece ser una caprichosa premisa de cada uno que analiza a Jorge Bergoglio, se pretende, increíblemente, que Francisco haga y diga lo que a cada uno le queda cómodo según su propia ideología. Y si no lo hace es marxista, peronista o un curita cualquiera. El ego argentino es tan grande que queremos un Papa a la medida de cada uno.

Por su puesto que no pienso como Bergoglio en un montón de cosas, pero lo cortés no quita lo valiente, me gusta quien desafía el status quo, quien que cree que lo establecido se tiene que romper, pero sobre todo, me gusta quien defiende a los que menos tienen. 

Y ese es el camino que eligió Francisco, el de los pobres, el del cuidado del medio ambiente. No lo digo yo, solo basta con leerlo y escucharlo, y eso, esa actitud, molesta a los poderosos. A partir de acá se entiende la campaña en su contra, pergeñada, diría, en la cabecita de un publicista extranjero, que no solo lo ataca a él, sino también a sus hombres cercanos, con la tonta intención de desprestigiarlo. Como dijo Juan Grabois “no les da la nafta” para cruzarlo. Su visión geopolítica escapa a nuestras posibilidades, este hombre es lo que se dice “un cuadro”.

Utilizan la tonta estrategia de criticar las fotos que se saca o las cartas que envía…yo no soy un experto en esto de la biblia, pero creo que el “perdón” tiene mucho que ver con esta religión ¿no?. Bergoglio conoce a quienes lo critican y también recuerda a aquellos que lo hicieron desde el mismo momento de su unción, pero su moral y ética están tan por encima de la nuestra que parece que nos cuesta comprender sus actos.

Soy parte de una generación que se quedó sin modelos, sin faros y guías, pero que tiene la oportunidad de no desaprovechar a Francisco. Es un líder mundial que hoy no tiene parangón, que puso intereses comunes hasta por encima de la Iglesia que dirige. Deberíamos practicar sus valores y no meterlo en el barro político, no solo porque habla mal de nosotros, sino porque nos perdemos la oportunidad histórica de disfrutarlo.

El Papa que yo quiero es una absurda pretensión de muchos, pero cada vez que perdemos tiempo en decir como creemos que Francisco debería ser, su figura se acrecienta en el mundo. Nosotros, que discutimos u olvidamos a las personalidades más importantes que dio nuestra patria, deberíamos ser un poco más humildes, dejar de pretender que Bergoglio diga o actúe como nosotros queremos e imitarlo defendiendo a los más débiles, porque como dice Victor Manuel Fernández, “los débiles de este mundo ya escucharon muchas veces que hay que seguir esperando”.

*Dirigente de Ser