Chubut Para Todos

El fin de la red tal como la conocemos, pero ¿Fue libre y sin fines de lucro alguna vez? Por Fernando León

Para lo proveedores de internet (ISP, las siglas en inglés) no había hasta hoy privilegios sobre qué contenidos ver y a qué velocidad usuarlos: todos teníamos el mismo derecho y la misma velocidad de acceso a los contenidos, y las compañías de telecomunicaciones no podían bloquear el contenido ni reducirle la velocidad de acceso a ningún usuario.

Como sabemos, esto ha cambiado en estos días, y las consecuencias son evidentes: ahora los proveedores podrían intervenir en el acuerdo que el usuario ya tiene con Netflix e incidir en el precio, bloquear o restringir el acceso a quienes no puedan pagarlo y beneficiar a determinadas empresas o propiciar determinado tipo de contenidos.

Pero para entender cabalmente lo que hizo, días atrás, la Comisión Federal de Comunicaciones de Estados Unidos, hay que recordar lo que de algún modo todos sabíamos pero nos negábamos a aceptar: que la “autopista de la información” nació y creció -mal que nos pese- gracias a la utopía de las enormes corporaciones, que intentaron llevar el mundo de los negocios al terreno virtual, y no tanto a causa de la utopía humanista de los primeros cibernautas, que creían ver en el mundo virtual una especie de tierra prometida donde reinaría el libre intercambio de información, la igualdad de oportunidades frente a la oferta de contenidos y una garantía de que todos tendríamos la misma capacidad para distribuir contenidos.

De manera que es falso presuponer que el mercado malvado quiere introducirse en un espacio hasta ahora abierto, igualitario y democrático para imponer su lógica de debes y haberes: Internet nació por razones militares, pero empezó a crecer y a popularizarse, desde un primer momento, con el nada humanitario objetivo de ser el monstruoso hipermercado de absolutamente todas las cosas posibles, tangibles y no tangibles.

En rigor la experiencia en las redes, desde la invención de la World Wide Web, ha sido un lento despliegue de esta lógica que revisa minuciosamente los hábitos de los usuarios, busca regular los contenidos, articular diferentes modelos de negocios y adaptar el ciberespacio a las necesidades del mundo real. Nada es ni fue gratis en Internet, o, en todo caso somos ingenuos si creemos que nuestros clicks no están deliberadamente estudiados o si juzgamos la publicidad que irrumpe en los videos de You Tube como una simple molestia o error de carga en el link de nuestro interés. Si en algún momento tuvimos la impresión de que la web era gratuita, fue porque las empresas que la gestionan no habían logrado perfeccionar el gran negocio que todos intuíamos. Y ahora todas ellas, empezando por los mismos creadores de Internet, en Estados Unidos, quieren que el negocio por fin empiece a redituar. Y para el mercado, como bien sabemos, la luna y el resto de los planetas -como ocurrió hasta hace poco con China- sólo empiezan a existir cuando consiguen entrar en el interminable juego de la oferta y la demanda.

Esta ley que sincera la poca neutralidad de la red no hace menos verosímil el planteo de quienes consideran que esto sólo va a beneficiar a gigantes de la comunicación como ATT o Verizon. En ese sentido esperamos que haya buena voluntad de las mismas compañías para atraer a sus clientes con la promesa de seguir con los estándares actuales, como es el caso de Comcast, que ya ha formulado esta promesa a sus usuarios.

Pero el asunto de esta supuesta neutralidad digital que ahora no parece garantizada ¿no es lo que ya venía ocurriendo con monstruos de la distribución de contenidos como Google y Facebook, que sedujeron a los usuarios con la promesa de un “espacio público” que desde un principio no fue tal? ¿Somos conscientes de que estas plataformas sólo tienen la apariencia de espacios públicos pero nunca lo fueron?

Una prueba sencilla de que sus propias cuentas de Facebook nunca fueron suyas: ¡intenten bloquear la cuenta personal de Mark Zuckerberg para que el fundador de la empresa no pueda entrar en sus muros y díganme si lo consiguen!

Stay tuned!

*Abogado -UBA-. Analista internacional, especialista en Asuntos públicos.