Mientras Alberto Fernández prepara sigilosamente la revancha. Por Jorge Asís
1.- Desplazamiento del eje de poder
Los apasionados por obstruir se sorprenden con la confirmación de Gabriel Rubinstein como viceministro de Economía.
Acontece que al ministro Sergio Massa, El Profesional, le disgusta que le bajen o impongan funcionarios desde los medios.
En todo caso habrá que reconocer, en La Doctora, el mérito de la amplitud.
No debiera ser fácilmente atribuido a la desesperación judicial, derivada de la ofensiva de la Justicia Liverpool.
Como tampoco al desastre administrativo que no logró dominar Alberto Fernández, El Poeta Impopular, elegido (por ella) para gobernar.
El momento político encierra contradicciones paradójicas. Y patológicas.
Se registra el inesperado acercamiento de La Doctora y El Profesional, a partir del entendimiento alcanzado previamente por Sergio con La (Agencia de Colocaciones) Cámpora, el Protectorado de La Doctora.
Sin estipulación de plazos, pese al invento instalado de los 100 días.
Se encuentran unificados por el objetivo colectivo de reencontrar la ruta que los conduzca hacia la generación definitiva de un país viable. Y sin sentirse obligados a transformarse en acompañantes terapéuticos del tercer vértice que debiera ser el principal pero hoy figura como prescindible.
Lo ocupa el baladista naturalmente desplazado que se propone a sí mismo, y sin resignación, la utopía de gestar sigilosamente una revancha.
Alberto no se entrega. Se enfurece al sentirse subestimado por los medios que destacan su persistencia decorativa a través de títulos como “Un país sin presidente”. Un texto de Joaquín editado en el canónico La Nación.
Y hasta le resulta particularmente hiriente la objetiva descripción de su Página 12, que acentúa la piadosa actualidad del eje de poder modificado.
“Desde Balcarce 50 se trasladó a Hipólito Yrigoyen 250, sede del ministerio de Economía”.
Tampoco adquieren relevancia los textos de los voceros indirectos de Alberto que personalmente lo aprecian y se precipitan en lamentar el desgaste de su figura. O a impulsar la decepción precoz que supuestamente reproduce El Profesional, por los relampagueos de «quien supo vender un producto que no tenía debidamente terminado».
2.- La barbarie de Juntos
Sin embargo la intensa influencia de Massa alcanzó para provocar también un cataclismo de barbarie en la oposición de Juntos.
La Coalición se encontraba tranquila y feliz con la decadencia desestructurada del adversario. El Frente de Todos se diluía en la tinta de su propio fracaso.
Resultaba plácida la epopeya de confrontar con los populistas sin dinero y pintorescos que arrastraban al país hacia la secta maldita de los peores del universo.
Abundaban los occidentalistas de utilería que recitaban el liberalismo de recetario televisivo y se jactaban de pertenecer al mundo libre. Aconsejaban imitar «a los países que hacían las cosas bien».
La espectacular reacción de la señora Carrió, La Derrotada Exitosa, unánime Lideresa de la estancada Coalición Cívica -aportadora principal del insumo de la transparencia para los cambistas de Juntos- se legitima solo por asumir los riesgos del acercamiento natural de los republicanos hacia el equilibrio maléfico pero tentador de El Profesional. Un encantador de serpientes y productor de humos de colores que mantiene infinidad de amigos cautivos generacionales, entre las filas que la Lideresa prefiere tener purificadas y a salvo de Massa.
Ocurre que El Profesional aún dispone de buena relación con los patriotas de la magnitud del Potro Ritondo, de La Chica de Flores de Girondo, de Emilio Monzó, El Diseñador, y hasta con el irreparable seductor Rogelio Frigerio, El Tapirito.
Con el vértice menor de Massa en la proximidad del poder, los cambistas de Juntos se sienten posiblemente desplazados como el mismo Alberto.
Asociado al Premier Juan Manzur, El Menemcito, El Profesional amontona más capitalismo que con todos los cambistas sumados.
Y si se lo incorpora a Scioli, el Líder de la Línea Aire y Sol, se asiste directamente a una comparativa humillación.
3.- La invención misteriosa de otra bala
El portal siempre cumple. Corresponde mantener el crédito de 30 días de gracia para el nuevo gobierno que en la práctica encabeza el ministro de Economía.
Junto a La Doctora, El Profesional debe afilar sus instrumentos y -sobre todo- su estrategia en el país inviable, trabado por conflictos multicausales.
La pasión por obstruir es implacable. Sectores precipitados del justicialismo tratan preventivamente de construir otra alternativa territorial, por si acaso a Massa -como a todo en la Argentina- le vaya mal. Patología que, en el fondo, irracionalmente a veces se desea.
La invención de otra bala misteriosa en la recámara para elaborar otro vengativo fracaso se legitima si Massa queda pronto diluido en un proceso de “albertización”, de vacilación permanente sin resoluciones.
O transformado en una potencial esperanza como Manzur, quien por la magia semántica de Alberto fue convertido en un verbo, manzurizar.
Admite infinidad de frases verbales que tergiversan la interpretación del comportamiento de un jefe que sabe -por jefe- ser leal.
Consta que alguien le advirtió a Alberto sobre los peligros que representaba el regreso de Scioli. Porque automáticamente Scioli se transformaba en competencia electoral para Alberto, que se encontraba en pleno delirio reelectoral. Apenas acompañado de Santiago Cafiero, El Nietito, el ”muy buen crepúsculo que es el mejor amigo que le queda” (Nicanor Parra).
Entonces cuentan que El Poeta Impopular respondió:
“Tranquilo, a Scioli te lo manzurizo en quince días”.
Pero Alberto no tuvo tiempo para manzurizarlo. La reacción del mercado se llevó puesto el parche de la mal jugada señora Silvina Batakis, La Griega, y no tuvo otra alternativa que dar un paso al costado y admitir la providencia de El Profesional que irrumpía protegido por el silencio de La Doctora.
Para colmo Massa acordó de inmediato con Manzur y se extinguió la referencia del verbo.
O acaso fue modificado por otro verbo contundente, albertizar. Alude a la propia autodestrucción que remite a Oscar Wilde. Aquel que sostenía que “el artista destruye todo lo que ama». Así se trate de sí mismo.
La pasión desenfrenada por obstruir se consolida como la firme vanguardia del fracaso.
Fue iniciada el mismo día de pequeña gloria en que El Profesional juró por Dios y por la Patria y se dirigió al mini teatro del ministerio a comunicar los primeros esbozos de las medidas.
Media hora después, en el Canal Uganda, se hacía sentir el escepticismo. El comunicador protestaba porque El Profesional no aclaró cómo iba a ejecutar aquello que anunciaba.
Las interpretaciones predominantes aludían al “sabor a poco”. Pronto se instalaba el reduccionismo teórico del “Plan Llegar”. O la demencial versión opositora que describía a Alberto como un presidente depuesto por la acción conspirativa de La Doctora y El Profesional.