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Compiten Alemania y Francia por dotar a la Argentina de submarinos

Jorge Taiana de gira por el exterior recorrió, la semana pasada, las góndolas de los astilleros Thyssenkrupp y Naval Group.

En el alto mando naval se lo conoce como Plan Génesis. Es una carpeta destinada a revisar toda la doctrina y procedimientos, especialmente en torno a la seguridad, y evaluar todo lo escrito en la Fuerza de Submarinos para establecer cuáles son las condiciones que debe cumplir la sexta generación de submarinos de la Armada Argentina. De allí saldrá parte de la decisión de selección del próximo sistema submarino del país. La política dirá para dónde se inclinará el fiel.

El ministro Jorge Taiana de gira por Alemania y Francia recorrió la semana pasada las góndolas de los astilleros Thyssenkrupp y Naval Group, los candidatos en evaluación con sus productos: submarino Tipo 209/1400 (alemán) y Scorpene (francés).

El nuevo requerimiento mantiene la necesidad de unidades con autonomía para patrullas de al menos 90 días en los 1.783.278 kilómetros cuadrados del Mar Argentino, que cuente con propulsión diésel-eléctrica e incorpore avances tecnológicos en materia de procesamiento de datos, telecomunicaciones, sistema de armas, electrónica y capacidad de motores y baterías. Se prevé comprar tres, mínima ecuación estratégica de; un submarino en patrulla, otro alistado y el tercero en mantenimiento o reparaciones aunque la premisa ideal del Plan Génesis eleva el número a seis. Valores de mercado indican que un buque de esas características ronda los 500 millones de euros; “pelado”; sin los amenities de última generación en materia de armas y sensores (torpedos, sonar, contramedidas, radar y otros).

El presidente de Tandanor, Jorge Tudino integró la delegación viajera. Se busca capitalizar la capacidad y conocimientos técnicos del astillero estatal adquiridos en sucesivas reparaciones de los submarinos nacionales y la de media vida del ARA San Juan para encarar la construcción con la transferencia de ingeniería del oferente seleccionado. El modelo de negocio al que se aspira (habitual siempre que haya una matriz productiva ya desarrollada) es construir la primera unidad en origen y completar la serie en el país. Suena fácil, las condiciones económicas (financiamiento, inversión en maquinaria, entrenamiento de personal, etc), son determinantes en la operación. Argentina recorrió ése camino y fue con espinas por designio político.

Perón en su último gobierno firmó los decretos secretos N°956 “S”/74 Plan Nacional de Construcciones Navales y Programa de Submarinos, N°768 “S”/74 referidos al convenio con el astillero alemán Thyssen para la transferencia de tecnología necesaria para fabricar un astillero especializado y los submarinos de la clase TR-1700 con propulsión diésel-eléctrica. Dos primeros a construir en Alemania (ARA Santa Cruz, recibido en 1984 y ARA San Juan en 1985) y cuatro restantes en el astillero nacional desarrollado para la misión: Domecq García. En la década del 90 el vaciamiento y la destrucción de la industria estratégica argentina alcanzó al astillero Domecq García. En 1991 se clausuró el programa de submarinos, que no alcanzó a concretar ninguno de los cuatro TR-1700 de manufactura nacional, se desguazó el astillero, vendida la maquinaria “al peso” como chatarra, se abandonó una inversión de más de 500 millones de dólares sin contar la pérdida del know how que nuevamente se pretende recuperar.

Con novedades tecnológicas similares entre los dos competidores, hay dos razones del producto de Thyssen que hacen la diferencia en la apreciación de los marinos. Los submarinistas criollos llevan 40 años operando el modelo alemán, están formados con el ADN de esa tecnología, tripulaciones y técnicos saben de memoria cómo sacarle el jugo a un arma preparada para no estar en puerto, cuentan con el pilar logístico de años aunque el presupuesto hizo trizas el escaparate de repuestos. Valoran la perfomance del submarino alemán en guerra. El modelo 209 anterior, ARA San Luis, entró en combate real durante el conflicto del Atlántico sur, atacó en tres oportunidades blancos británicos. Es cierto que hubo fallos de las computadoras de a bordo y del sistema filo guiado de torpedos, sin embargo pudo penetrar el esquema de protección naval inglés sin ser detectado, atacar y evadir los buques enemigos.

El Scorpene tiene un atractivo estratégico del que tomaron nota en la Armada Argentina. La Marina brasileña se desprendió de la tecnología alemana que equipaba el arma submarina, operadora del modelo alemán 209 similar al de la marina argentina. Pasó a la manufactura francesa de Naval Group con la construcción de un astillero para submarinos, una base adecuada y transferencia de tecnología para que Brasil concrete el desarrollo del submarino nuclear sobre la plataforma (agregado de una sección donde se aloja el reactor) del sumergible de la clase Scorpene. Nada de esto es posible sin el planeamiento, el sentido de continuidad, la visión a largo plazo y legislación de offset. Factores de escasa presencia en la dirigencia política criolla. Ningún oficialismo, del color que sea, impulsó hasta ahora la denominada ley de compensaciones (offset), herramienta esencial que permitió a Brasil llegar al podio de desarrollo en la industria aeronáutica militar (fabricación del caza Gripen) y en la naval dentro del programa Prosub de fabricación e incorporación de 4 submarinos convencionales clase Scorpene en base a un acuerdo firmado con Francia en 2008 con el adicional de construcción del “Álvaro Alberto”, el primer submarino nuclear que saldrá de la planta estatal brasileña ICN y será entregado a la marina brasileña en 2031.

Por Edgardo Aguilera-Ámbito