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… y Shell empezó el desagote Por Raúl Dellatorre

Respondiendo a su estrategia global, Shell incluyó a la Argentina en su proceso de desinversión en el mundo. Sólo se quedará con su participación en Vaca Muerta. Red de estaciones de servicios, la refinería, flota de transporte y la División Química, en venta.

Tras conocerse la palabra del presidente ejecutivo a nivel global de la compañía, anticipando que Shell evaluaba la venta de sus “activos de refinación, transporte y distribución en Argentina”, la filial local de la gigante petrolera aclaró que la lista de bienes comprometidos incluye la red de 600 estaciones de servicio, la División Química, comercialización y transporte, y toda la red de negocios globales en productos y servicios (GLP, lubricantes, Aviación y Marítimos). Tras una década de un combate cuerpo a cuerpo con el kirchnerismo, al que acusaba de desalentar sus negocios en el país, y tras conquistar para su alfil principal en el país (Juan José Aranguren) el cargo de ministro de Energía con el nuevo gobierno de Cambiemos, Shell concreta el paso exactamente opuesto al prometido por Mauricio Macri: en vez de la lluvia de inversiones, sacó el tapón del fondo para iniciar el desagote de las inversiones ya existentes.

Shell Argentina destacó, sin embargo, que continuará participando en el negocio de exploración y explotación de hidrocarburos, particularmente en los no convencionales y en Vaca Muerta. “Consideramos que nuestras inversiones globales de shale son prioridad de crecimiento futuro a partir del año 2020 y, por lo tanto, estamos comprometidos con el desarrollo y crecimiento de nuestro negocio de no convencionales en la Argentina en los años venideros”, expresó la filial local a través de sus voceros.

Horas antes, en una conferencia de prensa en Nueva York, el CEO global de Royal Dutch Shell, Ben van Beurden, se refería al plan de desinversión a nivel mundial de 30 mil millones de dólares, en el que incluyó a “los activos de refinación, transporte y distribución en Argentina”. Ello supone desprenderse de la refinería de Dock Sud, de la flota de transporte (terrestre y marítimo), y de la extendida red de estaciones de servicio, la segunda en importancia (sólo la supera YPF) y ubicada en las zonas más apetecibles de ciudades y rutas del país.

Royal Dutch Shell concretó en febrero la absorción de BG Group, por el que desembolsó 35 mil millones de dólares en efectivo, lo que constituyó la mayor fusión petrolera mundial en más de una década. La fusión con la petrolera británica le dará a Shell acceso a proyectos multimillonarios en Brasil, Africa Oriental, Australia, Kazajistán y Egipto. En particular en Brasil, en las ricas reservas de los yacimientos del “subsal” en aguas profundas. A partir de esta operación, decidió una redefinición de sus inversiones en el mundo, con un recorte de 25 a 30 mil millones de dólares en los próximos cuatro años. Entre los negocios de los que se desprenderá en el mundo, se incluyen los del “downstream” en Argentina.

En el marco de una crisis global, la competencia entre empresas torna a hacerse más despiadada y la absorción de BG Group por Royal Dutch Shell es sólo un ejemplo. Por otra parte, con el anuncio de ayer se pone una vez más de manifiesto que son las políticas globales de estas grandes empresas las que ordenan las decisiones de negocios y no “la confianza” que despiertan determinados gobiernos. A Shell no la alejó de Argentina las peleas en público que protagonizó Aranguren con Néstor Kirchner primero, y Cristina Fernández después. Ni la retuvo en el país que Cambiemos le cediera al propio Aranguren la cartera de Energía. Shell levanta buena parte de sus inversiones en el país a pocos meses de que asumiera Macri, y sólo conserva las comprometidas en Vaca Muerta, una reserva descubierta y desarrollada durante el kirchnerismo, fundamentalmente a partir de que el gobierno de Cristina Fernández decidiera recuperar YPF para darle impulso a las inversiones que Repsol demoraba indefinidamente.