Chubut Para Todos

Un país que juega a los dados

Alberto Fernández y Cristina mantienen un conflicto que parece alejado de la resolución de problemas, lo que alimenta a la antipolítica.

Cómo se soluciona la fractura del Frente de Todos es la pregunta que hoy se realizan millones de personas que observan preocupadas la situación del país. No hay respuesta sencilla, y el desenlace no parece próximo. Dicho de otro modo, podrían convivir en el Gobierno dos fracciones crecientemente enfrentadas.

¿Qué pasa, General? Como se resuelva esta situación va a marcar a la política argentina por los próximos años. En 2019 las encuestas mostraban que en un balotaje Cristina no le podía ganar a Macri. Esto era un subproducto de la polarización de los años anteriores. La Vicepresidenta dice no leer encuestas, pero tenía muy clara la posibilidad que todos los votantes no kirchneristas prefirieran (a pesar de todo) como mal menor a Macri.

También en la experiencia de Unidad Ciudadana de 2017 había una enseñanza. Sin una estructura nacional, Cristina Kirchner no pudo vencer a Esteban Bullrich en la disputa para el Senado, perdiendo por unos 382 mil votos. El Frente Justicialista Cumplir se quedó con el medio millón de votos que necesitaba Cristina para ganar y que salieron del peronismo. El jefe de campaña de Cumplir (cuya boleta encabezaba Florencio Randazzo) no era otro que Alberto Fernández, pero sacó 5,29% de votos en PBA y no los 4 puntos que le reprocha Andrés Larroque.

Lo extraño es que ambos, Cristina y Alberto tienen parte de la razón en la disputa. La fórmula Fernández-Fernández es de la autoría de Cristina y ella puso buena parte de los votos, pero Alberto es el Presidente, la institucionalidad es hoy su mayor sostén.

En ese mismo sentido las fallidas renuncias pos PASO resultaron un ensayo general de lo que probablemente no pase. Si podemos convenir es que hoy por hoy el mayor deseo de Fernández es terminar su mandato y si la contingencia argentina lo permite, ir a la reelección, la pregunta crucial es qué quiere Cristina, y cuál es su hoja de ruta.

La información que circula indica que ella rompió la relación con su compañero de fórmula, es decir ya no le interesa tener ningún vínculo político ni personal con él, pero es claro que no se va a retirar del Gobierno nadie de su espacio, que como se sabe maneja buena parte de los recursos públicos.

Siguiendo con el razonamiento, si se rompió la relación y no se retira del Gobierno ¿en qué está pensando? En este punto, la demanda de cambios exigidos por CFK, ¿alcanza con un cambio de gabinete? Yendo hacia el extremo, ¿puede ser viable que Alberto se vaya del Gobierno que encabeza y que Cristina se quede a cargo del Poder Ejecutivo? ¿Puede ser posible que también Cristina renuncie (luego de Alberto) y que Sergio Massa finalice el mandato o decida llamar a elecciones anticipadas?

Apocalipsis, ayer

Semejantes escenarios (en cualquiera de las alternativas) son apocalípticos en el contexto económico actual y dejan a Alberto Fernández con un aliado incómodo: el FMI. Con un acuerdo que precisa de mucha voluntad política para llevarlo adelante y varias leyes que difícilmente encuentren las mayorías necesarias no es difícil predecir que el conflicto social escale. Por eso frente a la mochila del Fondo, Alberto en un encuentro de la Federación Argentina de Municipios se bañó en agua bendita y dejó una frase invaluable: “Lo desprecio tanto como todos”.

La eclosión en el FdT y la aceleración de los tiempos políticos también generan sus efectos en la oposición y lleva a Juntos por el Cambio a un límite cercano a la fractura. La reaparición de Macri en los canales de televisión convierte en una realidad a su deseo de tener un “segundo tiempo”.

El crecimiento de la antipolítica le resulta un magma más cómodo para moverse que a quienes tienen que gobernar, por eso Macri no dudó en plantear que una de sus primeras medidas sería privatizar Aerolíneas Argentinas. Subsidiar a una aerolínea parece un lujo asiático en un país tan empobrecido.

Pero AA tiene su historia que le ha costado sangre y sudor a los argentinos. El primer plan sobre AA lo tuvo Rodolfo Terragno como ministro de Obras Públicas de Alfonsín y era asociarla con alguna aerolínea prestigiosa. Ese plan fracasó, y finalmente Menem logró venderla a Iberia para 1991, no sin escándalo (como ocurrió con casi todas las privatizaciones) para que la empresa española se la transfiriera a la también española Marsans, que no hizo otra cosa que desarmarla. CFK la vuelve a estatizar en 2009, para tener que terminar pagando unos 300 M de dólares por un juicio de los antiguos dueños contra la Argentina.

Odio politikon

Cada una de las malas decisiones tomadas por los gobernantes terminan subiendo la deuda pública, que para el tercer trimestre de año pasado se calculaba en más de 342.000 millones de dólares, y hace que el Estado tenga que recaudar más para pagar sus intereses. Por eso es que en estos días crece en la sociedad la antipolítica. Este “espíritu” no solamente afinca en los jóvenes de clase media y media alta, sino que empieza a contagiarse a los sectores medios bajos y bajos, históricos votantes del peronismo. Es claro que la base social es quien más sufre la inflación en alimentos (7,5% en febrero) y que a pesar de la “guerra” declarada por el Presidente el precio de los alimentos tiende a aumentar.

Estamos frente a la sociedad de la bronca que observa que el estancamiento del país impregna a sus habitantes que ven que cada día es más difícil desarrollar sus proyectos en el país. Esto explica en parte el deseo de ir a probar suerte a otro lugar del mundo. En efecto, a dos de 10 argentinos le gustaría irse del país. Esto por supuesto, es una expresión del desencanto, es inimaginable que casi 10 millones de personas emigren de Argentina dentro del mismo lapso.

Pero no es casualidad que hoy ese 20% se empieza a ver con atención a los discursos más duros del espectro político, donde a su vez se plantean las medidas más extremas, como dolarizar la economía. Aquí no importa tanto lo técnico ni la posible implementación de una medida tan extrema, sino, precisamente la construcción discursiva de una forma de romper un status quo que nos trajo hasta acá, generando las condiciones para el hundimiento del centro político que une a moderados de aquí y de allá.

Por Carlos De Angelis – Perfil