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Ser mujer en Haití: la vida en medio de un ciclón de violencias

Para millones de mujeres haitianas, la inseguridad ha hecho de su vida una situación inhabitable debido a la violencia, agresiones sexuales o las pandillas. En 2022, la Oficina Integrada de las Naciones en Haití registró un promedio de 98 víctimas de violencia sexual al mes en las zonas de Puerto Príncipe controladas por las pandillas. En un país sin instituciones, las dificultades se acentúan, y en ese contexto, el papel de asociaciones que protegen los derechos de las mujeres es fundamental. 

“Iba de camino a trabajar a mi negocio. Cuando llegué a Canaan —un suburbio en la capital, Puerto Príncipe—, unos hombres subieron a la furgoneta. Ya habían colocado cajas en el suelo para que todas las mujeres se acostaran sobre ellas. Cogieron el dinero de mi negocio, me pusieron sobre las cajas, me violaron y luego nos dijeron que nos fuéramos”. Es el relato de una de las muchas víctimas anónimas que deja la violencia sexual en Haití. 

En medio de este y otros testimonios, Haití continúa sin Estado después del magnicidio del expresidente Jovenel Moïse, el pasado 7 de julio de 2021. Los datos son preocupantes y la esperanza de una vida mejor se desvanece constantemente: solo en lo que va de 2023, se registra una inflación del 47%, 4,7 millones de personas padecen actualmente hambre aguda, 531 personas fueron asesinadas, 300 heridas y 277 secuestradas en lo corrido del 2023, según el último informe de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU. 

Las múltiples crisis que azotan al país no le dan tregua a la población. Sin un claro panorama democrático, en medio de la corrupción y la violencia, miles de haitianos han perdido sus hogares por el desplazamiento interno o el exilio forzado a causa de la violencia generada por las pandillas. Estas bandas delictivas han sembrado el terror en la población entre los asesinatos, las balas perdidas y los múltiples secuestros que se viven en la capital a diario.  

Con el poder impuesto por las pandillas, las mujeres se han convertido en rehenes en la nación caribeña. Sus cuerpos son usados como objetivos de los grupos criminales. La inseguridad, que permea en todo el contexto nacional, ha encontrado en miles de mujeres, algunas de ellas muy jóvenes, un nuevo ‘botín de guerra’. La violencia de los ‘gangs’ y la crisis económica agravan aún más las desigualdades preexistentes. Por ejemplo, en 2022, la misión de Naciones Unidas en el país, la BINUH, registró un promedio de 98 víctimas de violencia sexual al mes en las zonas de Puerto Príncipe controladas por las pandillas.  

Marjorie, una vida marcada por la violencia 

Como las de tantas otras mujeres, la vida de Marjorie Destin tiene un cariz de horror. Ella es madre cabeza de familia, tiene cuatro hijos y vivía con un hombre que la abandonó con su hijo mayor. En realidad, confiesa, nunca quiso casarse, pero ahora está a cargo de tres de sus hijos. Se quedó con un pequeño negocio informal dedicado a la venta de productos para el cabello que le daba la oportunidad de llevar comida a casa. 

Una mujer que no quiso dar su nombre por miedo a represalias posa para una foto durante una entrevista en una clínica cerca de Puerto Príncipe, Haití, el viernes 20 de enero de 2023. La mujer, de 36 años, envió a sus dos hijos a vivir con unos familiares en otra parte de la ciudad después de que su marido fuera secuestrado y asesinado. Más tarde, los hombres la violaron en grupo y la obligaron a huir de su casa. © Odelyn Joseph / AP

Toda su vida vivió en la intersección de la carretera principal de la comuna Cabaret, en la localidad de Ti Tanyen, un distrito ubicado al noreste de la capital haitiana. Marjorie cuenta que no recuerda un solo momento en el que su barrio estuviera libre de violencia. Cuando era una niña, “podía salir a jugar, pero actualmente no puedo ni siquiera asomarme por la ventana o ir a comprar las cosas básicas de mis hijos”. Ellos tuvieron que abandonar por completo el colegio y pasan los días en su casa, perdiendo un derecho al que deberían tener acceso, pero que la violencia no les permite.  

“Unos bandidos armados invadieron la zona en la que vivía, disparaban todo el tiempo. Me acomodé en un rincón con mis tres hijos, al más pequeño lo sostenía de la mano y a los otros dos les pedí que se escondieran en un rincón”.

Recuerda esta mujer haitiana, todavía inquieta por el miedo que aún le produce revivir aquella historia de cuando el terror se coló a las puertas de su hogar.  

Entonces, sus hijos se alertaron al ver fuego por todo su apartamento. Su miedo más grande era quemarse con sus hijos. Tuvo que salir corriendo y huir de su casa sin absolutamente nada, dejando atrás todo por lo que ella y su pareja habían trabajado durante años. “Nos escondimos detrás de un arbusto y cuando logramos pasar por debajo del limonero, vi a dos hombres con pasamontañas que pasaban frente a mí”, relata. 

Su hijo le agarró de la muñeca y ocurrió lo que tanto temían: les dieron la orden de detenerse y de pararse. Tras esto, el horror: “Uno de ellos cogió al pequeño y lo empujó, me vendaron los ojos y mis hijos desafortunadamente tuvieron que ver cómo me violaban por horas”. 

Cuando Marjorie intentó denunciar la violación a la Policía, le dijeron que no se ocupaban de casos de las pandillas, quienes ya ocupan más del 60% de la capital.  

Presencia de las pandillas en la ciudad de Puerto Príncipe, donde pueden controlar una buena parte de la capital, especialmente los barrios cercanos a la costa. © France 24

Esta mujer nunca logró recordar cuánto tiempo pasó mientras abusaron de ella. Tampoco se acuerda qué los detuvo, pero pudo salir de ahí corriendo con sus hijos, y “lo que más le agradece a Dios” es haber sobrevivido a aquella situación con su familia.  

Tuvo que huir del barrio en el que trabajaba y vivía, con las manos vacías y solo con lo que tenía puesto. Se vio obligada a dormir en la calle varias noches. Hasta el día de hoy, Marjorie aún desconoce el paradero de sus agresores y de los responsables de la quema de su casa.  

Actualmente, la situación es mucho más complicada para esta mujer, de nuevo embarazada. Sin oportunidad de decidir qué hacer sobre su cuerpo en cuanto a su gestación —ya que el aborto en la nación está prohibido en todas las causales—, solo espera poder cargar en sus brazos al bebé que viene en camino y darle un futuro estable.  

“Por el momento no tengo nada, estoy sola superando el drama del que fui víctima. Cada vez que miro mi estado le doy gracias a BC (líder de la pandilla que controla la localidad) y a todos sus aliados, porque estoy viva con los niños…”, susurra con lágrimas en sus ojos y la voz entrecortada. A pesar de que esta mujer perdió todo, ha recibido ayuda por parte de Kay Fanm, una organización que acompaña a víctimas de violencia sexual en Haití.  

El suplicio de las mujeres ante la inseguridad 

Entre tanto, los ‘gangs’ intentan ampliar su control en Puerto Príncipe. Han aprovechado la oportunidad del caos político que vive la nación para fortalecerse, sembrando el terror en una población que no tiene a dónde ir.  

Una mujer haitiana sostiene en sus brazos a su hijo en la calle de Puerto Príncipe, en Haití. © Sandrine Exil / France 24

“La violencia en Haití siempre ha sido el cáncer del país, un cáncer que está presentando desde hace décadas metástasis, diseminando las partículas cancerígenas en toda la capital haitiana. Los hombres que pertenecen a las pandillas están acabando con la esperanza de las mujeres haitianas, es un arma de guerra”, dice Danièle Magloire, directora Kay Fanm.  

Las mujeres son doblemente víctimas de la situación de inseguridad que reina en el país caribeño. Para la psicóloga Saïtha Salomon, el contexto actual ha agravado más las condiciones de vida de las mujeres. “Estos conflictos… la inseguridad, la inestabilidad y los desplazamientos no dejan de tener consecuencias para la situación de las mujeres y las niñas que viven en Haití. Sus derechos ya estaban siendo violados, y estas situaciones crean aún más desequilibrios”, afirma. 

Hay relatos conmovedores. “Embarazada de cinco meses, salí a comprar al centro de Puerto Príncipe y unos hombres me violaron y mataron a mi marido, que estaba conmigo en ese momento”, relata una de ellas. 

“La noche del 8 de julio entraron a mi casa, dispararon a mi marido en la cabeza y me tumbaron encima de su cadáver. Varios hombres me violaron, luego me sacaron de la casa y le prendieron fuego. Llevaba conmigo a un niño de tres años”, cuenta otra.  

Varias personas huyen de sus casas para evitar enfrentamientos entre bandas armadas en el distrito de Diegue de Petion-Ville, Haití, el jueves 23 de marzo de 2023. © Richard Pierrin / AFP

Hay más de 160.000 desplazados internos por la violencia de las pandillas en Puerto Príncipe, según el último reporte de ‘Human Rights Watch’. Muchos viven en las calles, en los parques principales de la ciudad, o en campamentos de refugiados improvisados. Y en gran parte, son mujeres solteras de todas las edades con sus hijos.  

Para Rosy Auguste Ducéna, de la Red Nacional de Defensa de Derechos Humanos (RNDDHH) en Haití, esta es una situación verdaderamente preocupante: “Hablamos mucho de migración internacional, de haitianos que se van al extranjero. Pero pasamos por alto una migración aún más preocupante en el país: los desplazados internos, que son más mujeres que hombres”. “Sus esposos son asesinados antes de ellas ser violadas”, declara.  

Camino y vivo con la cabeza inclinada hacia abajo” 

El trauma es especialmente grave para las mujeres víctimas de violación, según señala la psicóloga Salomon. “Estas mujeres viven con muchos traumas, con sentimientos de miedo por su vida o la de sus hijos. Viven con un estrés crónico e interminable”. 

Sin jefe de Estado, ni instituciones, la actividad delictiva ha hecho inhumana la vida en la capital. Entre la guerra de pandillas, las malas condiciones económicas y la falta de acceso a los servicios básicos, muchos barrios son regidos por las reglas impuestas por las bandas criminales.  

Familias abandonan su hogar en la comuna de Pétion-ville en Puerto Príncipe, Haití, el 23 de marzo de 2023, mientras las bandas se apoderan de zonas de Haití. © AP – Odelyn Joseph

“Hace unas semanas, tres de las mujeres que solíamos ver fueron tiroteadas. A una de ellas le dieron en la cabeza”, se lamenta la psicóloga.  

El futuro de este país aún es incierto y la situación se deteriora cada vez más. Haití carece de derechos fundamentales, y los sueños de muchas niñas que crecen en medio de esta violencia se ven empañados. En medio de esa violencia, mujeres de todas las edades buscan refugio en las calles de la capital, o la oportunidad de poder salir del país.  

Ante dicho panorama, es habitual escuchar una misma solución: la de una intervención internacional que devuelva el poder al Estado y acabe con la presencia de las pandillas. Algo que, sin embargo, ya ha fracasado en anteriores ocasiones en esta nación. En el recuerdo histórico de los millones de ciudadanos haitianos aún siguen presentes las ocupaciones estadounidenses de los años 2004 y 2010 —las más recordadas—, que asolaron al país y contribuyeron a su inestabilidad actual. 

La comunidad internacional ha sugerido el despliegue de fuerzas internacionales para el país, una petición que hizo el primer ministro Ariel Henry. Joe Biden, presidente de Estados Unidos, y Justin Trudeau, primer ministro canadiense, debatieron la posibilidad de enviar fuerzas de este segundo país en una cumbre el año pasado. Pero Washington se mostró reacio a desplazar tropas.

En Haití existe cierto apoyo a esta idea, pero sus detractores y parte de la población afirman que podría suponer una escalada de la violencia, algo que ha convertido a esta cuestión en un punto de polarización política entre los haitianos. 

Los haitianos desconfían de lo que puedan hacer fuerzas militares extranjeras por su mala experiencia en anteriores intervenciones, pero mientras tanto la situación de esta nación seguirá seguramente ligada a la crisis estructural que la azota desde hace décadas y cuyas víctimas directas son los haitianos y, de forma más cruel, las haitianas. 

Por Sandrine Exil-France24