Chubut Para Todos

Porqué no arranca ni arrancará la economía, e incluso retrocederá peligrosamente

El flamante ministro de Hacienda Nicolás Dujovne escribió recientemente una nota en LA NACION con título “Por qué no arranca la economía de Macri”, echándole la culpa a las cargas sociales que inciden sobre el trabajo, proponiendo igual que Domingo Cavallo, reducirlas sustancialmente. Y cultivando su designación, que se ve que estaba en cuchicheos, se despachó seguidamente con sucesivas notas, proponiendo en ellas otras medidas de duro corte cavallista, enfocadas exclusivamente en seducir a los prestamistas e inversores externos.

Como una ley de congelamiento de gasto público por diez años, similar a la que se tramita en Brasil; una nueva ley de responsabilidad fiscal para las provincias; volver al FMI; reducción del déficit fiscal; privatización de las jubilaciones; “contractualización” de la economía entre productores y consumidores, sin intervención del Estado, etc. Encontrándonos así en un “corsi y ricorsi” de la historia, del que hablaba hace 400 años el filósofo e historiador Giambattista Vico, con su idea de que la historia es recurrente.

Lo cual es enteramente cierto respecto Argentina. Ya que tras el rotundo fracaso de la macrodevaluación del ministro Prat Gay, que pasó casi un 90 % a precios, la economía argentina actual, es metafóricamente un automóvil con sus gomas en llanta, sin combustible externo genuino, con el freno de mano puesto, y frente una cuesta. Con motivo de que el tipo de cambio tiene un atraso similar al de fines de la convertibilidad. Oportunidad en que reapareció el mago “Mingo” Cavallo, y con las medidas que tomó, similares a la que ahora propone Dujovne, llevó al país a la catástrofe del año 2001.

Dicho retraso hace que aumenten las importaciones y el turismo emisor, y disminuyan las exportaciones y el turismo receptor. Haciendo además frágiles o inviables grandes franjas de la actividad productiva direccionada al mercado interno en el sector real de la economía, ante la presencia de la competencia externa, cuya principal barrera es el tipo de cambio. Con el consecuente déficit fiscal y de divisas, los cuales “enrollando para adelante”, se solucionan con más deuda externa, y con el ingreso de hot money o dinero caliente, obtenido mediante el arbitraje entre la tasa de devaluación, la tasa de interés, y la inflación.

Lo cual agrava aún más el atraso cambiario y el déficit fiscal y cuasi fiscal del Banco Central, reportando además tasas de interés instantáneas enormemente positivas, que imposibilitan o desalientan aún más la actividad productiva. Razones todas por la que se puede afirmar que, más allá de lo trate de hacer el émulo de Cavallo y mago de turno Dujovne, el pronóstico para la economía argentina es muy grave y reservado. Siendo además la receta de imitar a Australia inviable, dado que para ello sobraría la mitad de la población argentina.

“El modelo de crecimiento basado en el consumo interno está agotado” declaraba la consultora Management & Fit en vísperas de la asunción del presidente electo Mauricio Macri. ¿Cual seria entonces de ahora en mas el modelo de desarrollo impulsado por el gobierno de Cambiemos? “Se va a reorientar la economía hacia la inversión y las exportaciones” replicaba M & F.

El predicción no era errada, a los pocos días de asumir el Gobierno, el peso se depreció un 40% y lo siguieron medidas de liberación comercial y financiera, como la disminución de aranceles de exportación e importación, final del cepo cambiario, y el pago a los Fondos Buitres. Todo indicaba que el modelo de desarrollo basado en las exportaciones primarias estaba de vuelta en el país.

Pero la lluvia de dólares en inversiones no vino, y quizá este fenómeno climático no suceda a lo largo del camino trazado por el presidente Mauricio Macri, y según él, el mejor equipo de economía de los últimos 50 años, que ante las graves dificultades que enfrenta, acaba de tener sus primeras . El sector exportador a pesar de la devaluación y la baja de las retenciones apenas se movió, mientras que las importaciones lejos de verse afectadas por el encarecimiento del dólar, cerrarían el año con un crecimiento de un 10,2% según los datos brindados en el Presupuesto 2017.

Si bien este modelo mercado externista ya se puso en marcha en nuestro país innumerable cantidad de veces, con sus correspondientes fracasos, las reacciones económicas no suelen tardar en llegar. Y era de esperar que meses después de implementado el plan, se vieran signos positivos en la balanza comercial. Sin embargo las importaciones argentinas siguen superando a las exportaciones y lo seguirán haciendo, según los pronósticos del presupuesto 2017, hasta por lo menos el 2019. Año el que se prevé un balance comercial negativo de casi cinco mil millones de dólares.

Extraído de “Presupuesto 2017 Argentina”

El TCRM no es Turismo de Carretera, sino Tipo de Cambio Real Multilateral

Los motivos por el cual Argentina no es el granero del mundo, y mucho menos el supermercado al que aspiraba el actual presidente en campaña, se ve reflejado en él indicador mensual que elabora y publica el BCRA, denominado Tipo de Cambio Real Multilateral. El cual en pocas palabras, es un índice que refleja la competitividad de nuestra moneda, en relación con la de los países con los que tenemos intercambios comerciales.

Según se observa en el gráfico adjunto confeccionado por el BCRA; tomando como nivel de referencia 100 el 17/12/2015, fecha en que el actual Gobierno liberó el cepo cambiario, la divisa argentina alcanzó un nivel máximo de competitividad en el 2002, con un índice superior a 204, habiendo partido de un nivel inferior a 70 en el 2001. Seguidamente entre el 2002 y el 2007 se mantuvo en un nivel promedio de 157,6 señalado en el gráfico, mientras la economía argentina crecía supuestamente a tasas chinas.

Seguidamente se produjo un bache por la crisis del 2008, cayendo a un nivel cercano al promedio 1997 – 2016, de 117,4, para luego recuperarse momentáneamente a un nivel cercano al anterior. Para a continuación caer en septiembre del 2011, previo a las elecciones presidenciales de ese año, por debajo de ese nivel, y también por debajo del promedio de 114,1 registrado entre el 2008 y 2016.

Luego con la devaluación de enero del 2014, momentáneamente se volvió a esos exiguos niveles previos, para caer a continuación aceleradamente a un nivel de 71. Similar al de fines de la convertibilidad, y el más bajo en los últimos 14 años. Seguidamente con la salida del cepo y la devaluación concretada en diciembre de 2015 por el actual Gobierno, el índice subió a un máximo de 100,5 en marzo de 2016, para comenzar a caer rápidamente, hasta un nivel de 86,7 en noviembre de 2016, registro que está fuera de ese gráfico del BCRA, cofeccionado en abril de ese año.

O sea cayó a un nivel similar al de enero del 2002, en pleno estallido de la crisis más grande de la historia argentina. Que tuvo como una de sus principales causas, la incompetitividad de los productos nacionales en el exterior, como consecuencia de la ley de convertibilidad implantada trasnochadamente por el ministro Domingo Cavallo, que por los problemas de competitividad que acarreaba, había caído en desuso un siglo atrás.

Por lo que metafóricamente se podría que si bien en el periodo 2002 -2007 la economía argentina competía en el mundo con un auto moderno que mantenía una velocidad promedio de 160 Km por hora, ahora lo hace con un vetusto carricoche de los inicios del automóvil, cuyas velocidades máximas no llegaban a los 90 Km por hora.

El TCRM, el PBI, y el saldo de la balanza comercial

En el siguiente grafico se han superpuesto el TCRM del BCRA (eje izquierdo) con el crecimiento porcentual del PBI anual calculado por el INDEC actual (eje derecho). Poniendo en evidencia la estrecha y directa relación que existe entre ambos, ya que altos niveles de TCRM aparejan altos niveles del crecimiento del PBI. Y viceversa, la caída del TCRM apareja decrecimientos del PBI.

Esto lo evidencia claramente la línea de tendencia del PBI, que registra una tendencia de crecimiento del PBI cercano al 6 % anual, durante en el periodo virtuoso del 2003 al 2007, con alto nivel del TCRM. Pero seguidamente con la crisis mundial del 2008 y caída del TCRM, se registra un pronunciado decrecimiento del PBI, que luego desaparece y reaparece con forma de serrucho. Arrojando resultados negativos del PBI en los años 2012, 2014, y 2016, con una tendencia de menos 3 % anual, al hundirse el TCRM por debajo del índice 120.

En el siguiente gráfico se hace el mismo cotejo entre el TCRM (eje izquierdo) y el saldo de la balanza comercial obtenido anualmente, expresado en millones de dólares (eje derecho). Donde nuevamente encontramos que los altos saldos de la balanza comercial, con tendencia a los 15.000 millones de dólares anuales, coinciden con el periodo virtuoso que se registró entre el 2003 y 2010, decayendo a continuación notablemente los mismos, a la par del hundimiento del TCRM, como si este arrastrara al anterior.

De esa manera cuando el TCRM baja de 100, aparecen los resultados negativos en la balanza comercial, con una tendencia del orden de los menos 5.000 millones de dólares, que es casualmente el saldo negativo previsto para el año 2019, en el Presupuesto 2017.

La economía con las ruedas en llanta y sin combustible externo genuino

Según las publicaciones del BCRA, a lo largo del gobierno kirchnerista, desde junio del 2003 a diciembre del 2015, se fugaron del país y del circuito formal de la economía, 99.990 millones de dólares. Correspondiendo un total de 76.456 millones de dólares a la compra de billetes de esa moneda. Y lo notable del caso es que el 95 % de esa fuga, se produjo a partir del 2007, cuando como se vio los principales indicadores de la economía y el TCRM comenzaron a deteriorarse.

Según el INDEC, en ese mismo periodo el Gobierno kirchnerista obtuvo un saldo en la balanza comercial de 119.714 millones de dólares. O sea que en ese ínterin se fugó el 85 % de ese virtuoso saldo comercial, que como nunca antes había obtenido nuestro país. Y conforme la teoría cuantitativa de la moneda, esta exportación de bienes que dejaron de circular por el país, sumada a la fuga de las divisas obtenidas con ellos, sería una de las principales causas de la inflación estructural que sobrevino ínterin.

Según el IPC de San Luis, entre el 2007 y el 2015 la misma registró un promedio del 26 % anual. Y para contenerla el Gobierno kirchnerista empleó la gastada y repetida herramienta de usar la tasa de cambio como ancla antiinflacionaria, estableciéndose así un atraso del TCRM cada vez más pronunciado, que se visualiza en los anteriores gráficos. Que en la práctica reportó una vuelta en redondo hacía los destructivos niveles de TCRM existentes durante la convertibilidad.

No obstante en sus últimos años el Gobierno kirchnerista pudo hacer funcionar mediocremente con muletas a la economía, con esos bajos niveles de competitividad, registrando caídas del PBI y saldos negativos en la balanza comercial, y un aumento de la inflación al 35 % anual entre el 2014 y 2015, apelando al cepo cambiario, tasas de interés subsidiadas, y restricciones a la importación mediante las DJAI (Declaraciones Juradas Anticipadas de Importación). Importando selectivamente barato con el atraso cambiario, exportando productos agropecuarios, y produciendo bienes industriales para el mercado interno.

El agravamiento de la situación por parte del Gobierno macrista

Por su parte el Gobierno macrista desmanteló esos paliativos, con lo cual agravó sustancialmente la situación, lo que se reflejó en un salto de la inflación al 45 % anual, pese la caída del PBI en un 2,4 %, y la notable caída en el ingreso de las familias y el empleo. A su vez la apertura económica está eliminando las empresas incompetentes, ante los precios internacionales en baja, por la irrupción de la oferta asiática y la recesión mundial. Aumentando por lo tanto el volumen de las importaciones, y agravando sustancialmente el déficit de la balanza comercial.

Lo cual es saldado con deuda o hot money. Dado que salvo determinados nichos, la situación del mercado interno no brinda ningún aliciente para que venga la inversión externa a compensar el despilfarro de divisas que se hizo previamente. A la que no obstante ingenuamente se la presenta como la tabla de salvación, o el mana que caerá del cielo, con solo tener fe en ella y  brindarle confianza y seguridad jurídica.

Acorde con la receta obscena que nos daba el banquero David Muldfor, luego procesado con el Megacanje, para poder entrar al Plan Brady y la convertibilidad en 1991: “Tienen que ponerse bonita como quien busca novio”. Y ese noviazgo termino diez años después con el catastrófico divorcio del 2001, con su declaración de default incluida. Demostrando que la inversión externa está lejos de ser el elixir que cura todas las enfermedades.

A ello se sumó el retundo fracaso de la devaluación llevada adelante por el ahora renunciado ministro de Hacienda y Finanzas Alfonso Prat Gay, tan inútil como la concretada a principios del 2014 por el banquero Juan Carlos Fabrega. La cual a diciembre del 2016 trepo nominalmente a un 64 %. Registrándose no obstante, pese a la recesión, una inflación del 45 %, con un pase a precios (pass through) de casi el 89 %. Lo cual supuestamente no iba a suceder, por tener supuestamente implícitos los precios internos, un dólar a $ 16.

Que resultó un convencimiento propio del clásico chanta argentino, que se cree vivo, y pese a las advertencias en sentido contrario, cree tener “la paponia” para cortar camino, y salirse con la suya sin gran esfuerzo. Hasta que viene el fracaso estrepitoso, que habría sido el motivo del pedido de su renuncia. Quedando de por medio la conjetura, si esa devaluación y salida apresurada del cepo, no fue una maniobra para obligar al país a un apresurado arreglo con los fondos buitres. Y arrojarlo así a los brazos del JP Morgan Chase, el externo valedor de la deuda externa argentina, que tambien es el colocador de las acciones de las multinacionales petroleras que tienen intereses en Vaca Muerta.

Macrodevaluación que reportó un grave sufrimiento al pueblo y estrés a la economía, pero con la que tuvieron ganancias exorbitantes los financistas, igual que sucedió con la del 2014, y también algunos funcionarios macristas que la decidieron. Incluido el nuevo ministro de Finanzas Nicolás Dujovne, que con esa bicicleta se alzó con una ganancia de 8,7 millones de pesos, equivalentes a mas de 600 mil dólares.

La devaluación macrista conforme informa el BCRA, solo mejoró el TCRM un 25 %, al pasar el índice de 71,4 el 16/12/15 a 89,3 el 12/12/16. Ante lo cual la pretensión expuesta por el diputado del PRO y macroeconomista Dr. Eduardo Conesa, de llevar el TCRM al nivel promedio de 157,6 correspondiente al periodo 2002 – 2007, representaría una devaluación real adicional del 77 %.

La que a su vez demandaría una devaluación nominal de al menos un 130 %, llevando el valor nominal del dólar a $ 37 como mínimo, si todo sale bien y las monedas de los países con los que tenemos intercambios acompañan. Valor que treparía a $ 41, si uno lo pondera en base al pass through a precios internos del 89 % mencionado previamente. Con el caos inflacionario que ello reportaría en el año electoral que se avecina.

Por esa razón, tras ese rotundo fracaso, la idea de la megadevaluación para ganar competitividad, ha sido abandonada definitivamente por Cambiemos. Lo cual se puso evidencia en el presupuesto del 2017, en el que se prevé para este año electoral que la tasa de inflación será igual a la de la devaluación. Ganándo solamente 4 y 2 puntos esta última respecto la primera, en los años 2018 y 2019, respectivamente, lo cual está muy lejos de lo que requiere la situación. Por lo que la economía argentina seguirá andando con las ruedas pinchadas, y sin combustible genuino externo.

Otra señal del abandono del objetivo de recuperar el TCRM, quemando las naves como Hernán Cortés, lo constituyó la emisión de una cuantiosa deuda en pesos a diez años, con una tasa del 15 % anual, en base al apoyo de quien aparece como el manager del Gobierno, el mencionado banco JP Morgan Chase.

Y otra de las señales consiste en el hecho de que el Gobierno, imitando a Mingo Cavallo en los estertores de la convertibilidad, se lanzó a implementar “planes de competitividad” basados en la flexibilización laboral, renovación de los convenios laborales, y otras yerbas, que equivalen a darle aspirinas a un canceroso en estado terminal. Interviniendo incluso el mismo Presidente Macri en esas gestiones, en relación con el sindicato petrolero liderado por el senador Guillermo Pereyra.

Por esta razón el Gobierno se metió en el embrollo del impuesto a las Ganancias a los laburantes, que había prometido eliminar, pero el déficit fiscal se lo impide. Optando por tratar de demorar la sanción de sus rebajas, para concretarlas paralelamente con las paritarias. Con vistas a recortar de esa manera las pretensiones de aumentos salariales de los sindicatos más poderosos, que en las paritarias imponen las pautas, cuyos altos ingresos se ven afectados por ese tributo.

Y ahora el desplazamiento de Prat Gay, y la irrupción de Dujovne y sus ultra ortodoxos enfoques, lejos del supuesto keynesianismo del primero, hacen recordar el reemplazo de José Luis Machinea por Cavallo en el 2001. Incluso con el paralelismo entre el “exitoso Bilndaje” que supuestamente permitía afrontar el 2001 sin problemas, y el “exitoso blanqueo” logrado, que permitiría afrontar el futuro de la misma manera. Cuando en realidad se trata de una amnistía, con un bajisimo costo del 6 % sobre lo fugado, según surge de las mismas manifestaciones del ministro renunciante, sin obligación alguna de repatriarlo, pese al enorme e irreparable daño provocado.

En consecuencia la aparición de Dujovne, supone una vuelta de tuerca en esa situación terminal. Ya que viene munido de los mismas recetas que trajo el mago Mingo Cavallo en el 2001, para ganarse la confianza de los banqueros. Rebaja de aportes salariales; congelamiento del gasto público por diez años; nueva ley de responsabilidad fiscal para las provincias; vuelta al FMI; reducción del déficit fiscal; privatización de las jubilaciones; “contractualización” de la economía entre productores y consumidores, sin intervención del Estado, etc.

Dicen que el hombre es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra. De parecida manera, también se podría decir que Argentina es el unico país que como un zombie, tropieza repetidas veces con la misma piedra. Solo falta que igual que Cavallo por entonces, comiencen a plantearse salidas productivas estrambóticas, como recomendarle a los tamberos que cultiven anguilas, para hacer su actividad rentable.

El freno de mano puesto con las enormes tasas de interés reales instantáneas

La elevación de la tasas de interés muy por encima de la devaluación del dólar, y el reflotamiento del dólar futuro, fueron la herramienta ultra ortodoxa que uso el Gobierno macrista para salir del cepo. Haciendo ingresar, mediante el arbitraje entre esas dos variables, divisas calientes o hot money desde el exterior, alentadas con la obtención de rentas en dólares del orden del 20 % anual o más. Como en ningún otro lugar del mundo, en las que están cerca de cero.

Esta financierización de la balanza de pagos, es la misma herramienta empleada por “Joe” Martínez de Hoz, y “Mingo” Cavallo, con sus fracasos subsiguientes, pergeñada por la escuela de Chicago, y conocida con el pomposo nombre de “enfoque monetario de la balanza de pagos”. En la cual las altísimas tasas de interés como las que pagan las Lebac, se justifican afirmando que ellas además de la renta, contemplan la inflación existente. Afirmando por ende que la tasa real de interés apenas si es positiva, e incluso puede ser negativa.

Afirmando a título de ejemplo, con un interés del 37 % anual y una inflación del 32 % anual, que la tasa de interés real es de solo el 4 % anual (Tasa Interés real = [Capital + Interés nominal] / [Capital + Inflación] – 1 * 100 = [100 + 37] / [100 + 32] – 1 x 100 = 3,8 % anual.

Pero este concepto de tasa de interés flotante respecto la inflación, esconde una grave aberración, nada difundida, al mezclar la obligación secundaria de la renta del capital, con la obligación primaría a la que correspondería el ajuste de capital por inflación. Y por ello solo reporta resultados correctos como el del ejemplo. Cuando en el caso de un plazo fijo, un pagaré, o una letra o Lebac, la renta del capital se salda enteramente junto con el capital.

Pero en la generalidad de las veces, ello no sucede en la actividad productiva real, donde el capital invertido o tomado en préstamo no se salda, o solo va se va saldando o amortizando en cuotas periódicamente, pagándose ínterin solo intereses.

Aparece así en el concepto poco difundido de tasa de interés real instantánea, tema que da para mucho más. Pero que simplificadamente se puede expresar como la resultante del interés nominal pagado en determinado momento, dividido por el capital ajustado por inflación (Tasa Interés real instantánea = Interés nominal / [Capital + Inflación] – 1 * 100 = 37 / [100 + 32] – 1 x 100 = 28 %).

Lo cual en el caso del ejemplo anterior, arroja un resultado de una tasa real positiva del 28 % anual, muy lejos del 4 % anual calculado por las autoridades del BCRA. Siendo así muy distinto el impacto que causan las altas tasas de interés nominales, con las que el BCRA procura abatir la inflación, en el sector real de la economía, donde el capital no se salda o se salda a lo largo del tiempo. Que en el sector imaginario o financiero de la economía, donde ambos conceptos generalmente se saldan simultáneamente.

A título de ejemplo, en el gráfico adjunto se visualiza la familia de curvas de tasas de interés reales instantáneas, correspondientes a una tasa nominal de intereses del 37 % anual, con una inflación, del 32 %, 37 %, y 42 % anual. Que supuestamente depararían una tasa negativa, neutra, y positiva de cuatro puntos en los casos extremos.

No obstante el gráfico revela que en el primer año, la tasa instantánea real para los tres casos, oscilara entre el 26 y el 28 % anual. Y en el segundo año lo hará entre el 18 y 21 % anual. Y recién en el tercer año caerá a entre 13 y 16 % anual. Y solo en el quinto año la tasa real instantánea bajara por debajo de los dos dígitos, pero bastante por encima del 5 % anual real que se considera aceptable.

Deparando no obstante el resultado de los primeros años, un choque contra una barrera que resulta imposible de superar para las actividades de la economía real. Esta aberración de las tasas de interés flotantes por efecto de la inflación, la ponen claramente en evidencia los préstamos hipotecarios. Que son imposibles de conceder y por ende de sobrellevar, si la tasa de interés supera el 10 % anual. Y es tanto más grave, cuanto más elevada son las tasas nominales de interés, alejándose del estándar de la renta de capital que ronda en el 5 % anual.

En consecuencia acorde con la “Teoría general del empleo, el interés y el dinero· de John Maynard Keynes, ningún emprendedor va a tomar un préstamo para invertir productivamente a mediano o largo plazo, si tiene que obtener retornos reales imposibles de lograr, del 28 % anual. Mientras que los financistas y banqueros aseguran con sus sofismas que la tasa real del capital financiero es de solo el 4 %.

El presidente del Banco Central, aparece así como un matasanos enloquecido, empecinado en curar la fiebre inflacionaria del enfermo, haciéndole sangrías, sin percatarse que así lo debilita cada vez mas. O como un bárbaro salvaje empuñando un garrote, asestando mazasos para abatir la inflación. Usando para ello una herramienta, que una vez que escapa de determinados parámetros razonables, los efectos colaterales negativos que produce, superan largamente sus supuestos efectos benéficos.

Con la financierización de la balanza de pagos o “enfoque monetario de la balanza de pagos” implementado para salir del cepo cambiario, y las altas tasas flotantes de interés concomitantes, el actual Gobierno le puso un férreo freno de mano a la economía argentina, que ha hecho que la inversión haya caído a un mínimo histórico. Poniéndola además frente una cuesta o pendiente positiva, dado que todos esos artilugios en definitiva son solventados con endeudamiento externo.

ARG o AUS, esa es la cuestión

Ante el fracaso de la devaluación para corregir el TCRM, el gobierno como la zorra parece haber dicho que las uvas están verdes, y tras algunos cabildeos y retiros supuestamente espirituales que acostumbra hacer periódicamente, sus eminencias grises, los superministros en la sombra Francisco Quintana y Gustavo Lopetegui,  salieron a decir que el modelo económico a imitar por parte de Argentina es Australia.

Lo cual resulta muy elocuente por distintas razones. Una de ellas es que Australia en realidad se llama Commonwealth of Australia, e integra la mancomunidad de naciones del Reino Unido. Es por lo tanto una monarquía constitucional bajo la férula del rey o reina de Inglaterra, que a su vez nombra un Gobernador General en Australia. En un tiempo también se le achacaba a Argentina, el pertenecer informalmente a ese reino en el siglo pasado, reputándola como “la “gema más preciada de la corona británica”. Esperemos que este no sea uno de los nortes del Gobierno de Cambiemos, que en tal caso debería llamarse Retrocedamos a la Generación del 80.

Australia es un país de baja industrialización, al corresponder el 70 % de su PBI, al sector terciario de la economía, incluyendo turismo, educación y servicios financieros. Y solventa sus necesidades de divisas mediante exportaciones agropecuarias y mineras, que no alcanzan al 10 % del PBI.

Y este parecería ser el norte del Gobierno, al fincar su plan económico en la reactivación del campo, con la quita de retenciones, y la propulsión a ultranza de la actividad minera, resistiéndose a la reposición de las retenciones sobre ella. Además de la propulsión de la actividad petrolera, con la explotación de Vaca Muerta.

Según el FMI, el PBI de Australia por PPA (Paridad Poder Adquisitivo) es solo un 20 % superior al de Argentina, pero a partir de allí son todas disparidades. Ya que la población es de 23 millones de habitantes, la mitad de Argentina. Pero a su vez, al ser Australia el menor de los continentes, tiene casi tres veces mayor superficie que Argentina, 7,7 millones de Km2. Y otro tanto más un millón de Km2 adicionales, como Zona Económica Exclusiva en sus casi 26 mil kilómetros de costa marítimas.

O sea que la primera conclusión es que para poder instalar el modelo australiano, en Argentina sobran 23 millones de habitantes. O al menos el tercio que actualmente por falta de empleos dignos, vive hundido en la pobreza e indigencia.

Otra cuestión esencial, es que a la inversa de Argentina, Australia mejoró en forma persistente su TCRM a partir del 2001, tal como se puede apreciar en el gráfico adjunto. Al pasar de un índice de 67 en ese año, a 93 en el 2015, o sea un nivel un 40 % superior, habiendo llegado a 110 en el 2012.

http://data.worldbank.org/indicator/PX.REX.REER?contextual=aggregate&end=2015&locations=AU&start=2001&view=chart&year_high_desc=false

La información oficial y pública expuesta, pone en evidencia que la economía argentina se encuentra nuevamente ante un gravísimo atolladero, parecido al del año 2001. El cual para superarlo requiere ideas no imitativas, y menos aún las de Cavallo, de las que es portador el flamante ministro Dujovne, sino muy creativas. Que hasta ahora nadie ha expuesto, y deben ir acompañadas de un consenso y armonía social indispensable, que hasta ahora nadie ha conseguido. Consenso y armonía que a la inversa, la gran prensa se ha encargado hasta ahora de impedir, exacerbando los enconos y los disensos, por lo que el futuro inmediato nada tiene de apacible.-

Por Javier Llorens y Luca Llorens –