Chubut Para Todos

Operativo despojo presidencial

Alepo-Ucrania-Argentina. Semeja el letrero de una terminal de tren esta curiosa continuidad militar y política. Si Putin en Siria y ahora en Ucrania rodea las ciudades, bombardea y obliga a la fuga masiva de sus habitantes como objetivo superior, más de uno tuvo la ocurrencia de comparar ese cerco castrense al exultante cristinismo que hoy acecha al gobierno de Alberto Fernández desde el terreno polìtico.

La misión: despojarlo de colaboradores estilo refugiados (Guzmán, Cafiero, Ibarra, Beliz, Olmos, la secuela de Biondi), agredirlo y mostrarlo como un bípedo inofensivo en una jaula pública, disminuido y torpe. Como si fuera un golpe en cámara lenta, habrá que repetirlo, por si en algún momento no resiste el protagonista con la crisis, se derrumba, y es necesario reemplazarlo: nadie debe sentir dolor en el país por su pérdida. Como María Estela Martínez de Perón o Fernando de la Rúa.

Esta versión se fortalece cuando la amenaza de un clima más sombrío, sea por la suba inflacionaria a conocerse a mediados de mes, el desabastecimiento o eventuales cortes de electricidad, enrarezcan el diagnóstico del primer semestre y haya que encontrar el origen del virus. No está en Wuhan para Cristina, se aloja en la Casa Rosada.

Feligresía militante. Así se recluta el criterio vigilante con el que proceden los feligreses de la viuda de Kirchner, parte de una secta que consume los actos como un placebo de poder y se desplaza casi en uniforme, ordenados policialmente: se dicen voluntarios aunque –según mentas– muchos asistieron a la última marcha gracias a una generosa disposición de contratar en la Provincia unos 1.200 micros (a razón de $ 30.000 cada uno) que garantizaban una presencia de 40 mil personas por lo menos. No hay recibos para probar este compromiso, claro. Tampoco de las atenciones a sus devotos participantes, sean viandas, especies o contado.

Hubo una secuencia episódica con esa efímera manifestación que se reconocía contra Alberto mas que versus el FMI o el recuerdo por la pérdida de los derechos humanos el 24 de marzo de 1976: altos funcionarios de Cancillería intentaron modificar instrucciones precisas del Gobierno para votar contra Rusia en Naciones Unidas o la anécdota de un ministro bonaerense que parece un Parrili en el servicio a Cristina, Andrés Larroque, quien se burló del Presidente sin respeto institucional.

Ávido por ser el candidato a vice de Martín Insaurralde en la gobernación del 2023, frustrante epílogo personal de quien adoraba a Firmenich, el mensaje transmitido por el “Cuervo” fue una mofa a la historia de Fernández, al que denunció como a un criminal por haber compartido una nómina política que obtuvo en el pasado apenas 4% de los votos. En cambio, a Larroque le resultaba enternecedor durante el bullicio abrazarse con Leopoldo Moreau, quien en otros tiempos como postulante radical al Ejecutivo sacó más del 1% gracias a la gracia de Duhalde.

Singular el conveniente humor de La Cámpora: el gracioso Máximo Kirchner ahora extendió aquello de “Macri, vos sos la dictadura” a los mismos porteños, a todo el electorado capitalino. Tan solo porque no votan a su madre.

En el penoso episodio de la Cancillería, bien retratado en una nota por dos periodistas, la insubordinación del vicecanciller Tettamanti roza la incredulidad: este funcionario, quien se hizo famoso porque su esposa cuestionaba a Macri con una envidiable soflama K, al parecer intentó dar vuelta el sentido de una orden del ministro Cafiero, su jefe. Quiso favorecer a Rusia y a Putin en lugar de cuestionar la invasión a Ucrania, como era el criterio oficial en una votación en la ONU. Además de desleal, se atrevió a convertirse en autoridad superior por su cuenta.

Tan escandalosa ha sido la actitud que ni un Alberto paseado por las calles, injuriado y enjaulado como pretende

La Cámpora (como aquel inolvidable poeta Ezra Pound en Italia, luego de la Segunda Guerra) podría conservarlo en el cargo. Se supone que habrán de reemplazarlo. En la gatera se encuentra Gustavo Martínez Pandiani, un diplomático de activa cercanía con el justicialismo, se presume que autor de algunos libros firmados por Hilda “Chiche” Duhalde y un jugador de fútbol engreído que él mismo se hizo apodar Pirlo, un famoso ex 5 de Italia. Se entiende que le rinde cuitas al embajador en los EE.UU., Jorge

Argüello, un todo terreno porteño íntimo de Alberto y, en el pasado, connubio de Néstor Kirchner, cuando junto al actual presidente y Patricia Bullrich (una evocación enterrada en la memoria) juraban cambiar el país.  

Por supuesto, hay quienes creen que si Alberto, y en particular su ministro Guzmán, no pudieron exonerar a Federico Basualdo de Energía, que se negó a aumentar las tarifas, tampoco podrán voltear a Tettamanti. Aunque el caso es distinto: Basualdo es más importante en la corte del Patria, hijo de un influencer del pensamiento económico de la Vicepresidenta y se ha convertido en un regalón de ella, al menos para superar en la escala a Federico Bernal.

Como una bendición papal no solo La Cámpora aguarda esta semana la palabra de Cristina. Aunque casi no importa su carta: la flecha ya fue disparada, apunta al sensible corazón de Alberto y los camporistas, luego de la última marcha, no piensan replegarse ni abandonar los cargos o dejar de cobrar la mensualidad. Tampoco frenar.

Están convencidos de que esos puestos les pertenecen (ahora Insaurralde, en Provincia, dispone de un centenar de nuevas ubicaciones de nivel para repartir) y, en todo caso, estiman que los okupas en el Gobierno son de Alberto, al que consideran un pervertido de la pureza partidaria y al que pretenden destituir. Si hasta suponen que es un remedo de José Alfredo Martínez de Hoz.  

En particular, primero aspiran a limpiar su entorno, como pretendía Ricardo Balbín con inocencia de Isabelita, de quienes la rodeaban antes de que la defenestraran. Una repetición circular. De ahí la declarada ofensiva contra Guzmán, quien en lugar de festejar el acuerdo con el FMI prepara la mandíbula para no caer por knock out.

Ahora Cristina dispone de los intendentes bonaerenses, le faltan los gobernadores, ninguno por amor. Y Alberto, seguramente, pedirá un aplauso para el asador.

Por Roberto García – Perfil