Chubut Para Todos

Nacha Guevara: “La soledad es un viaje de ida extraordinario, no tenés que negociar con nadie”

Vive sola desde hace más de 15 años y reconoce que se volvió inaguantable. Dice que era más loca, pero que al monstruo interior le enseñó buenos modales. ¿Por qué los abuelos no tienen que ocuparse de los nietos? La jubilación como sentencia de muerte. Cómo hace a los 82 años para montar un espectáculo en la calle Corrientes

Es la dueña de una trayectoria gigante, es una artista única que representa la vanguardia, que desde muy joven adelanta algo que no estamos viendo. ¿Y ahora, qué se trae entre manos? ¿Podemos imaginarla retirada, sin actuar, sin cantar, sin bailar? A los 82 años Nacha está a punto de estrenar un espectáculo como protagonista en la calle Corrientes. Como si el tiempo no pasara. Como si fuera inmortal.

— Te olvidaste de decir algo, que estoy loca (risas).

— ¿Cómo te voy a describir como loca?

— Pero los locos son lindos. Yo no aguanto los neuróticos. Pero los locos son lindos.

— Me falta decir que sos conocida por tu exigencia, por tu búsqueda de la excelencia, por tu disciplina, por tu rigor. Y que eso atraviesa toda tu vida ¿Ahora también?

— Y ahora también. Y me acompañará siempre. Porque es innegociable eso para mí. A mí me cuesta entender cómo no todo el mundo busca la excelencia. Porque la excelencia da muchas satisfacciones. Y no soy perfeccionista, porque el perfeccionista nunca está satisfecho con lo que hace. En cambio hay un momento en que digo: esto se parece a lo que yo quiero hacer, y ya no molesto más a nadie.

— Sos exigente.

— Sí.

— Y seguís exigente a los 82.

— Tengo 82. No vivo muy pendiente de la edad ni del paso del tiempo. Yo tuve un gato que se llamaba el Nono que me dio una lección. El Nono se acercó ya viejo a la familia y empezó a hacer cosas que no hacen los gatos viejos. Aprendió todas las rutinas, hacía pis en las piedritas, miraba y copiaba lo de los demás. Y aprendió algo que los animales viejos no hacen, aprendió a jugar. Un día me pregunté cómo aprendió todo esto. Y la respuesta me vino: el Nono no sabe que es viejo. El Nono llegó a un lugar donde recibió amor, comida, compañeros de juego, y no se puso a pensar: ay, qué lástima que me llegó ahora, si me hubiera llegado antes… Ahora ya estoy muy viejo. Él aceptó la vida.

— Hay mucha gente que sí piensa que “ya está viejo”.

— Estamos formados para pensar de esa manera. Llevamos una carga de información que no nos pertenece, que fue inculcada. Y que en su momento fue correcta, pero puede ser que hoy no lo sea. Yo recibí una información correcta. Una abuela loca que tenía (risas).

— Una abuela que salía a la calle con tacos altos con más de 70 años.

— Escandalizando a todo el mundo. Que se puso de novia a los 70 y pico y caminaba de la mano con su novio frente a la casa de mi abuelo para darle celos. Se habían separado hacía 30 años. Era un personaje. Yo la identifico con una Mae West de barrio. Muy atrevida. Muy insolente. Muy producida. Ella fue mi ejemplo. Dicen que la primera persona que ves envejecer es tu abuelo y que se envejece como se ve envejecer. Yo tuve el privilegio de tener esta abuela que era el escándalo del barrio y de mi madre, que era mucho más quedada.

"Se envejece como se ve envejecer. Yo tuve el privilegio de tener esta abuela que era el escándalo del barrio", reveló Nacha Guevara en entrevista con María Laura Santillán (Gustavo Gavotti)“Se envejece como se ve envejecer. Yo tuve el privilegio de tener esta abuela que era el escándalo del barrio”, reveló Nacha Guevara en entrevista con María Laura Santillán (Gustavo Gavotti)

— De la gente grande dicen: tercera edad, adulto mayor, viejo, abuelo.

— Anciano.

— Palabras horribles.

— Sí, son horribles. Todavía ahí no llegó la no discriminación. Estamos todos tan cuidadosos de no decir ni esto, ni aquello, ni lo otro, para que no se ofenda éste, para que no putee el otro, pero la vejez parecería ser vergonzosa. Algo que hay que poner debajo de la alfombra.

— Le ponés el cuerpo a este nuevo espectáculo. ¿Hay que cuidarse más ahora para tener mucha energía?

— Tengo algún privilegio que me dieron, a esta edad lo tengo que aceptar. Genético. Pero también si me dieron genética supe cuidarla. Desde muy temprano tuve la intuición de cuidar el cuerpo. Eso vino conmigo.

— ¿Te sorprenden recuerdos de la infancia o de la adolescencia?

— No. Yo tengo, mi receta para la gloria, es buena salud y mala memoria.

— Es el olvido.

— Claro (risas). Pero me pasa espontáneamente. Ojalá uno pudiera decidir olvidar todo y fuera como una persona nueva. Sería lindo.

— Lográs olvidar sin proponértelo.

— Yo me olvido de muchas cosas.

"Ojalá uno pudiera decidir olvidar todo", expresó Nacha Guevara durante la entrevista (Gustavo Gavotti)“Ojalá uno pudiera decidir olvidar todo”, expresó Nacha Guevara durante la entrevista (Gustavo Gavotti)

— Lograste tener una relación con tus ex maridos, con los hombres más importantes de tu vida. Trabajar con ellos después de ser ex. Con Alberto Favero. Ahora con Norman Brisky. Eso es haber olvidado.

— Haber recordado las cosas buenas y haber olvidado también, por supuesto. Si uno no hace eso en la vida qué es? Una bolsa de rencor, resentimiento. No se puede vivir así.

— Tenés cerca siempre a tus ex maridos.

— Sí. Además pertenecen en general a mi profesión. Son talentosos. Son referentes. Son personas que podés consultar. Así que me parece natural.

— Capos. No estuviste con cualquiera.

— Pero también metí muchas patas mi amor, así que no me cuelgo ninguna medalla.

— ¿Eso lo olvidaste también, las patas que metiste con los hombres?

— Sí, casi todas (risas).

— La energía que tenés para llevar adelante un espectáculo a esta altura de la vida la atribuís entonces a la genética y a tu disciplina con el cuerpo.

— Sí, yo soy una persona perseverante, yo creo en la continuidad. Creo que no hay éxito en nada si no hay continuidad. Y he sido perseverante en estas cosas. No fueron moda en mi vida. Yo las abracé como forma de vida. Eso da resultado. Conozco poca gente que dedique tanto tiempo, tanta energía, tanto dinero, porque he viajado por el mundo para seguir a ciertos maestros, he ido a donde sea si había algo que me interesaba. Si sos “toco y me voy”, nada hace raíz en uno, nada se vuelve verdad en uno.

— Si uno busca en vos el secreto para estar con esta energía, así de vital, es un largo trabajo de perseverancia, de disciplina.

— Es un largo camino. Me llevó muchos años ser joven. Lleva una vida ser joven.

— ¿Cuando te ves en retrospectiva eras más impulsiva, eras más calentona? ¿Qué fuiste logrando con el tiempo?

— Sí, era más loca. Sí, eso no hay duda. Pero eso que uno trae siempre está allí. Se refina o empeora, pero siempre va a estar ahí. Se ha refinado. Como si hubiera aprendido modales digamos. Al monstruo le enseñé algunos modales. Pero el monstruo está ahí.

0 seconds of 52 secondsVolume 0%María Laura Santillán con Nacha Guevara

— No es que ganaste en paciencia.

— Y no lo jodas mucho al monstruo tampoco porque sale. Pero sí, he aprendido algo. Paciencia no es una virtud mía.

— ¿No? (Risas).

— No. Cuando me pasa algo, y me pasa todo el tiempo de todo, es muy breve el momento. No lo acumulo. Se va.

— ¿Gritás?

— Claro. Cómo no.

— ¿Le decís ¡qué hiciste!?

— Sí. ¿Acá se pueden decir malas palabras? ¡Qué carajo hiciste! Por ejemplo. Sí. Por qué no.

— Como siempre.

— Y sí. Y por qué no. Porque yo no soy una santa, no, soy una mujer que ha trabajado en sí misma muchos años para ser mejor. Nada más.

— Quizás habías domado esta cosa de mecha corta.

— No sé si hay que domarlo tampoco. Hay veces que hay que decir no.

— Y gritar?

— Y gritar. Lo que no hay es que gritar sin razón.

— Estás sola desde hace tiempo, pero decís que lo disfrutas un montón.

— ¿Cómo era? (Risas).

— ¿Cuántos años?

— 15. ¿Viste que hay personas que son solitarias y que no se sienten solas? Yo pertenezco a ese grupo. Desde niña. Cuando toda mi familia se iba yo sentía lo mismo que siento ahora cuando hay alguien y se va. No sé explicarlo bien. Cambia mucho la energía.

— Volver a vos.

— Exacto. Porque eso estaba acompañado del silencio. Y el silencio es algo que hemos perdido. El silencio es el gran maestro. Eso es lo que me atrae mucho de estar solo. El silencio habla si sabés escuchar. Y a veces te dice verdades que ninguna persona te puede decir.

— Cuando uno empieza a disfrutar estar solo, después no quiere estar con nadie.

— Así es (risas). Tengo una frase en el espectáculo que dice que la soledad es un viaje de ida, una vez que vas no querés volver nunca jamás.

— En las grandes y en las pequeñas cosas también.

— Sí. Además uno se vuelve inaguantable, seamos realistas. Porque no tenés que negociar nada con nadie. Todo lo haces a tu gusto. Cuando te levantás, cuando te acostás. Qué programa querés ver de televisión. No se negocia nada. Eso es extraordinario. Para mí significa mucha libertad. Creo que eso es lo atractivo de la soledad, te da mucha libertad.

0 seconds of 43 secondsVolume 0%María Laura Santillán Con Nacha Guevara

— Además estuviste quichicientos años en pareja sin parar.

— Sí, sin parar y con parejas de mucho tiempo también. Y sí, hay un tiempo para todo. Estoy a gusto. No me falta nada, no me sobra nada.

— ¿En qué lugar están los nietos? Son unos cuantos.

— Tomé seguramente el ejemplo de mi abuela que no era la abuela de la caja del té, la abuelita sentada tejiendo.

— Ahora las abuelas están muy ocupadas.

— Ahora las abuelas son como yo fui cuando fui abuela. Porque a mí me tocó siempre estar un poco adelante. No es una virtud estar un poco adelante. Si estás muy adelante sos un genio, te bancás lo que venga porque sos un genio. Si estás con los demás también es maravilloso. Ahora, si sos un poquito avanzado, recibís todo el viento en la cara de innovar un poquito y los que lo hacen después se llevan el premio.

— ¿Cómo eras como abuela cuando te hicieron abuela?

— Fui abuela muy joven, tenía 41 años. Porque también fui mamá muy joven. Tengo hijos varones, no pensé que iban a tener familia tan pronto. Fueron todos muy familieros y precoces. Así que tengo siete nietos.

— No te ocupaste de los nietos.

— No, no me ocupé. Y no creo que sea la tarea de los abuelos ocuparse de los nietos. Son los padres los que se tienen que ocupar de sus hijos. Podrán estar en determinados momentos. Podrán dar ciertos consejos muy especiales. Dar apoyo en circunstancias especiales. Pero no están para criar a los hijos del otro. No.

— ¿Te estás perdiendo las relaciones entre abuela y nietos?

— ¿Divertida? Las tengo ahora. Tengo algunos nietos que son más cercanos, que son muy divertidos y los disfruto muchísimo. Me divierto mucho con ellos.

— Ya creciditos.

— Sí, creciditos.

— ¿Quiénes son tus compañeros hoy?

— Mis gatos.

— Y a quién le contas tus cosas?

— A muy poca gente. No se tienen decenas de amigos. Tendrás conocidos, gente que apreciás, gente que te aprecia. Amigo es una palabra muy grande. Amigos hay pocos. Algunos se han ido desgraciadamente.

— ¿Son amigos nuevos o de toda la vida?

— Hay muchos de toda la vida. En especial han quedado del exilio amigos para siempre. En Puerto Rico, en México y en España. Ahí quedaron ciertos lazos muy profundos. Cuando uno es exiliado después es extranjero en todas partes, hasta en su propia tierra.

— ¿Aún hoy te sentís extranjera?

— Sí, aún hoy. Es algo sutil. No es que me discriminen. Pero hay algo. Yo estuve diez años afuera. Diez años de una familia cambiando de país, mudándose catorce veces, cambiando de continente. Durante esos diez años toda mi gente vivió cosas muy diferentes. Algo pasa. No es que cambia el cariño, no. Yo siempre digo que si llego a comer al país, el plato no está puesto. Me ven y enseguida lo ponen y están contentos, pero el plato no está puesto.

— ¿Qué te pasa hoy con la política? En algún momento te eligieron diputada, pero decidiste tomar una distancia.

— Yo vi lo que era.

— No te gustó.

— No. Yo no soy para eso ni eso es para mí. Eso me quedó completamente claro.

 ¿Qué es lo que menos te gustó?

— En la medida en que te acercás, ves de todo. Lo que yo quería hacer era como bajar una nave del espacio: yo quería educación para la paz en las escuelas, porque si no se enseña desde temprano no vamos a cambiar nunca. Imaginate cuando yo iba por esos pasillos con el proyecto. Durante seis meses fui candidata, qué suerte que me dio ese tiempo el universo, porque no asumí. Me di cuenta que era imposible. Yo hablaba de cosas que no entienden. Y son las cosas esenciales las que no entienden. Y aunque hubiera alguien que tuviera toda la buena intención, ponele un presidente, que quisiera cumplir con su palabra, que tuviera proyectos maravillosos, no le es posible. La estructura que ha armado la democracia en el mundo hace imposible que gobierne el deseo de las mejores cosas. Gobiernan las multinacionales. Gobiernan los poderes. A todos nosotros. Y ni hablar con las redes.

— No estás hablando del país, estás hablando del mundo.

— Estoy hablando del mundo también. Aquí siempre es más. La Argentina siempre es más.

— ¿Siempre es más qué Argentina?

— Más desastre.

— En medio de una crisis decidís llevar adelante un espectáculo. Es un esfuerzo descomunal, económico también.

— Es un esfuerzo descomunal y es un milagro que haya conseguido un productor para hacerlo. A veces me pasan a mí pequeños milagros. Y ése es uno. Además de haber conseguido un productor, conseguir gente que ha colaborado. Ponerlo en pie. Después de la pandemia yo no trabajé, en parte se trata de eso también el espectáculo, y ha habido muchos cambios. La realidad va cada vez más rápido. Encuentro cambios en cómo se ensaya, en los tiempos que te dan, en la disciplina de la gente, en el compromiso de las personas. Así que este espectáculo es un pequeño milagro.

— Uno hoy no tiene cómo ahorrar la poca plata que gana y trata de gastarla en darse los gustos. ¿Esto puede servir al teatro también?

— El teatro es irreemplazable. La experiencia teatral es de lo poco que nos queda en tres dimensiones. Porque nuestra vida se ha vuelto en dos dimensiones.

— Claro, no es una pantalla.

— No. Es un lujo. Es muy antiguo el teatro, eso representa un lujo. Es un lujo que una, dos, cincuenta personas vayan a un lugar, estoy hablando de los actores, todas las noches a crear algo para las personas que decidieron sentarse a mirar. El teatro es una novedad cada día. ¿Y qué hace la novedad? El público. El público te cambia constantemente.

— Vi un tráiler donde estás bailando en la calle Corrientes en pijama. ¿Cómo haces para bailar hoy así?

— He bailado muchos años de mi vida. Lo primero que hice fue ballet durante mucho tiempo en una edad muy temprana. Y después he seguido bailando, haciendo jazz.

— Te vi bailar en pijama y pensé en la pandemia. Todos en pijama.

— Exacto. Son las peripecias que yo sufrí, padecí y disfruté durante esos dos años encerrada, sin salir, sin trabajo. Tuve un período de trabajo con el Cantando por un sueño, pero lo hacíamos como seres de otro planeta, encerrados en un cubículo, con una máscara porque no había vacunas todavía. Recuerdo mi cumpleaños de 80, lo pasé ahí, mis compañeros durante el corte vinieron a cantarme pero a distancia, nadie pudo venir a darme un beso. Todas esas cosas sucedieron y nos sucedieron a todos. El espectáculo por eso es en soledad, porque es lo que se vivió. Y ahí pasa la vida. Pasa que estás muy bien un momento y otro momento estás muy triste. El espectáculo tiene mucho humor, es divertido. Porque yo a esta edad quiero divertirme.

— ¿Te desmayás de cansancio cuando llegás a tu casa?

— Hay días que sí y hay días que no. Cuando retomé dije: esto no lo voy a poder hacer, había estado inactiva mucho tiempo. Pero el cuerpo es tan noble que cuando lo vas entrenando de nuevo está ahí.

— ¿Qué podemos decirle a la gente que está retirada, jubilada y que cree que la vida se trata de durar? ¿A los que no le encuentran la vuelta? ¿A los que sienten que no hay nada para hacer?

— Yo les diría que hagan algo que no hicieron nunca antes. No importa qué sea, no se trata de escalar el Everest. No hay nada que dé tanta felicidad como atreverte a hacer algo que no hiciste antes. Cuando estaba en el espectáculo de Flavio Mendoza yo veía volar, y un día le dije Flavio: quiero hacer la prueba. Hice la prueba de volar y cantar al mismo tiempo y cuando bajé tuve una felicidad tan grande, había hecho algo que no había hecho nunca antes. Pero puede ser tener unas plantitas y cuidarlas. O puede ser una receta nueva de cocina. No todos somos Leonardo Da Vinci.

— Aprender algo nuevo.

— Aprender algo nuevo. El cerebro te cambia por completo. Y además seguramente conocés gente nueva. Como yo amo tanto lo que hago y me gratifica tanto es difícil entender eso. Pero para vidas que han sido menos afortunadas, que a lo mejor han trabajado en cosas que no amaron, envejecer no es lo mismo. Por eso cuanto más joven se empieza a hacer la transformación mejor se llega al final.

— Muchos otros quieren retirarse. A mí me parece un abismo lo que hay después.

— Creo que la jubilación es como una sentencia de muerte. Terrible. Te jubilan. ¿Y ahora qué hacemos? Trabajaste durante 40 años todos los días en un mismo lugar a lo mejor, tenés una rutina de vida completamente establecida y de repente dicen: muchas gracias, ahora vas a cobrar mucho menos de la mitad y arreglate. Y qué hago? ¿Cómo puede la gente? Tampoco se les puede pedir que salgan a hacer una fiesta de carnaval. Es un mazazo la jubilación porque te dicen: ya no servís más, no te necesito más. Eso es. Si fueran unas jubilaciones maravillosas y se van de vacaciones al Caribe, pero no es el caso. Entonces para la jubilación hay que prepararse si te toca estar en ese camino, tener un proyecto. Conozco algunas personas que tienen un proyecto post jubilación, que cuando terminan ya saben qué van a hacer. Algo que querían hacer y no pudieron. Si no es una sentencia de muerte.

— Aprender algo.

— Siempre. Hasta el último suspiro se puede aprender algo.

— ¿Vas a pasar los 100, los 110? ¿Cuáles son tus planes?

— No. No quiero. No me interesa.

— Se estiró la vida.

— Sí, pero no es ese el propósito. No. Yo quiero irme justo a tiempo. No quiero joder a nadie a mi alrededor. Porque las personas que se enferman molestan mucho a sus familias, a sus amigos. Si hay algo que pueda pedir es irme muy rápidamente y cuando dispongan. Estoy disponible.

— Tu mamá murió muy grande, si miramos la genética.

— Sí, 103.

— Vas a llegar a los 110.

— Bueno, puede ser. Pero no busco eso. No es el propósito. Yo creo que uno se va cuando ya cumplió con lo que tenía que hacer. Ese es el momento. Y es conveniente no alargarlo (risas).

El próximo 24 de mayo a las 21 horas en el teatro Astros, Nacha estrena “Nacha en Pijama”

— Estrenamos. Ahora estoy ya poniendo las luces. El momento sublime.

— El momento de los gritos (risas).

— No, no, al revés. Es el momento que más disfruto. El momento en que el sueño comienza a verse. Todo lo demás está todo como por separado. Es como un rompecabezas: está esto por acá, esto por allá, esto por allá. La luz lo une todo. Y eso es maravilloso. Paso horas. Y eso es algo que también permite esta producción, hoy ya no se permite pasar horas poniendo luces, hay que ir rapidito.

— Te quiero agradecer este rato, estás trabajando mucho preparando esta nueva joyita.

— Sí, me costó vestirme, porque ya estoy en el plan del pijama (risas). Creo que después de la obra voy a quedarme en pijama forever.

— Venís en pijama.

— Sí, hay algunas entrevistas que voy a ir en pijama. Aquí no me atreví porque me pareció que era más serio. Pero la próxima vengo en pijama. Pero vos también.

— ¿Yo también?

— En pijama. Si no, no vengo.

Por María Laura Santillán-Infobae