A los 92 años, falleció quien fundó la primera editorial argentina de fotografía y creó la Colección Fotográfica del Museo Nacional de Bellas Artes. Cambió para siempre el arte, el fotoperiodismo y acompañó durante 40 años a María Elena Walsh.
Sara Facio, la retratista que inmortalizó a grandes personajes de la cultura latinoamericana, murió este martes en Buenos Aires a los 92 años. La Fundación María Elena Walsh, de la que era fundadora y presidenta, confirmó la noticia. “Seguiremos, fieles a sus convicciones, honrando el camino que ella nos marcó”, publicaron en sus redes sociales.
Este año la fotógrafa había estado internada por problemas cardíacos propios de la vejez. Será velada este miércoles, en un evento para familiares y amigos. El público de su extensa obra, que integra las colecciones del Museo Nacional de Bellas Artes, el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA) y el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, en Madrid, deberá despedirse dialogando con la artista a través de su legado.
Facio, quien se ha descrito a sí misma como una “militante de la fotografía”, comenzó su carrera muy joven, tras una breve incursión en la pintura. Ganó una beca para estudiar en París y viajó junto a Alicia D’Amico, una compañera de Bellas Artes con quien terminaría creando una sociedad artística feraz.
Con ayuda del Fondo Nacional de las Artes obtuvo su primera cámara fotográfica profesional y con Annemarie Heinrich como su tutora se introdujo en el fotoperiodismo, al que se dedicó muchos años y con el que dejó una huella imborrable. “Buenos Aires Buenos Aires”, con texto de Julio Cortázar, marcó un antes y después en su carrera y la muestra fue la primera exposición que prohibió la dictadura de Onganía.
Otra colaboración entre Facio y Cortázar, una serie de fotos de institutos psiquiátricos llamada “Humanario”, se publicó el 26 de marzo de 1976. “Cuando entraron los militares todo tenía que ser agradable y Cortázar estaba recontraprohibido”, le contó la fotógrafa a la periodista Leila Guerriero. De ese vínculo de amistad salió el retrato más icónico del escritor, con un cigarrillo en la boca, mirando a cámara.
Sara Facio también fotografió a su gran amor y compañera durante 40 años, María Elena Walsh. Pero desde Evita y Maradona hasta artistas de la talla de Jorge Luis Borges, Alejandra Pizarnik, Pablo Neruda, Manuel Mujica Lainez, Juan Rulfo, Tita Merello, Gabriel García Márquez, Antonio Berni, Mercedes Sosa, Astor Piazzolla, Adolfo Bioy Casares, Silvina y Victoria Ocampo, Leopoldo Marechal, Ernesto Sabato y Osvaldo Soriano pasaron por su afilado lente. Por su afilada lengua se deslizaron cosas como “un intelectual sin sentido crítico no es un intelectual. Es un adulador”.
“Trabajó para que los fotógrafos nos conociéramos entre nosotros. Inventó formas de enseñar cuando no había escuelas”, la definió el artista Marcos López. Sara Facio fundó la primera editorial argentina de fotografía, La Azotea, ocupó cargos directivos en la Federación Argentina de Fotografía y junto a Alicia D’Amico creó secciones especializadas en los diarios Clarín, La Nación y las revistas Autoclub y Vigencia. Fue fundadora y directora de la Fotogalería del Teatro San Martín y creó la Colección Fotográfica del Museo Nacional de Bellas Artes.
El ojo periodístico de Sara Facio eternizó también el sentir nacional en momentos clave de la identidad política argentina. Una artista que, tras estudiar en Francia, estuvo “encantada de volver porque se había ido el peronismo” estuvo encargada de fotografiar eventos como la vuelta de Perón en 1973 y, un año después, su funeral. “Lo hice de corazón, porque la reacción del público era bárbara”, recordaba años después. Su foto “Los muchachos peronistas” es considerada entre sus mejores.
Hace más de una década se preocupó por su biblioteca fotográfica, que digitalizó y donó en parte al MNBA. “Tengo que pensar en cuando yo no esté”, le había dicho a Guerriero, cuando escribió su perfil para ADN, suplemento de La Nación. Ya en 2011 revelaba que sus herederas más directas eran sus sobrinas, Marina y Claudia, a quienes cuidó tras la muerte de su hermano Carlos.
“Lo que yo hago en fotografía es para lograr que el día que me muera no digan que se murió una vaca sino que se murió una persona que vio eso. Y lo que yo vi está en mis fotos. Como si dijera: «Esta es mi ciudad, mi gente, la que admiro, la que me gusta». Ese es mi canon”, había respondido Facio en el 2000, cuando le pidieron que sintetice su obra.
Sara Facio y María Elena Walsh, visibilidad lésbica y ternura
Las artistas se conocieron en 1955 en París. Volvieron a encontrarse en Buenos Aires en 1965 y comenzaron una amistad. En 1975 estaban conviviendo: Sara Facio compró el departamento donde vivía la ídola de las infancias argentinas y tiró la pared que las separaba.
“Sara no tiene nada de hermana. Es mi gran amor que no se desgasta, sino que se convierte en perfecta compañía. A veces la obligué a oficiar de madre, pero no por mi voluntad sino por algunos percances que atravesé de los que otra persona hubiera huido, incluida yo. Pero ella se convirtió en santa Sarita”, contó Walsh en su libro “Fantasmas en el parque”.
En su libro “María Elena Walsh – Retrato(s) de una artista libre”, Sara Facio escribió: “Declaro que la conocí hace casi cincuenta años y cada día me sorprende su lúcida y apasionada visión de los hechos cotidianos, su alegría, su lealtad a las ideas y a los amigos, su adhesión insobornable a todo lo justo, bello y vivo”.
Por Macarena Lizarraga-Perfil