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Macri, llegó la hora de cambiar Por Ignacio Fidanza

La impresionante movilización sindical confirma que terminó la luna de miel. Crisis interna y necesidad de cambio.

El presidente Macri suele proclamar que a diferencia de otros líderes que llegaron al poder y se sintieron infalibles, él es un hombre dispuesto a cambiar si comprueba que está equivocado. Bueno, está frente a una oportunidad dorada para confirmar esa predisposición.

La respuesta política del Gobierno al desafío sindical fue, siendo generoso, un desastre. Los jefes de las cinco centrales sindicales hicieron dos reuniones -no una sino dos- en el Congreso anunciando su molestia. Es decir, dieron vuelta el reloj de arena y se sentaron a esperar un llamado que nunca llegó. Lo que se vio hoy fue la respuesta a ese destrato.

Ser Gobierno permite disfrutar de casi todos los lujos, menos de la distracción.

La administración de Macri ya había expuesto un problema serio de comunicación, ahora dejó en evidencia su déficit político. Pero bien mirado son dos reflejos del mismo rasgo: La pulsión por ningunear lo que no se controla, no se conoce y molesta entender. O sea, lo contrario del diálogo declamado. Porque hablar con los que piensan como uno puede ser cómodo, pero está muy lejos de una auténtica conversación política.

Ninguneo, cancherismo, chicaneo, rastros de una conducta defensiva que no está siendo funcional al enorme desafío que representa ordenar la macroeconomía y volver a poner al país en un proceso de crecimiento.

Con un poquito menos de soberbia se podría percibir que encarar un proceso de ajuste siendo minoría, exige la colaboración de los sindicatos y el peronismo. Sin ellos, aunque sea como socios silenciosos, es imposible. Los dos tercios que obtuvo el proyecto antidespidos en el Senado, son la prueba más fehaciente.

Macri tiene que expandir su base de sustentación política, compartir poder y consensuar decisiones. No porque es bueno o deseable, sino porque no tiene alternativa. Senado, sindicatos y gobernadores son mayoritariamente peronistas, y el fastidio no va a cambiar esa realidad. Se trata de un entramado que Facebook no puede solucionar, por más millones que se depositen en sus cuentas panameñas –y no es una chicana, apenas un dato-.

Lo notable es que todos esos actores se pasan los días enviándole señales de acuerdo al Presidente. Hoy mismo en el acto, los líderes sindicales se cuidaron de aclarar que no era una movilización contra el Gobierno y que sólo pedían ser “escuchados”. Antes, el propio Pichetto se cansó de pasarse meses con su “Pacto del Bicentenario” bajo el brazo.

Es interesante ese caso para ver todo lo que no funciona en el Gobierno. Gabriela Michetti le explicó a Macri que la idea de negociar ley por ley se estaba volviendo insostenible porque alimentaba una voracidad insaciable. En esta columna se anticipó sobre el riesgo al saqueo vikingo que encerraba esa lógica. La vicepresidenta la propuso entonces a su jefe político, aprovechar la propuesta de Pichetto para institucionalizar un acuerdo político amplio, con una serie de leyes a sancionar y de paso meter en ese paquete los dos jueces de la Corte.

La propuesta interesó a Macri, pero se estrelló contra la pared del jefe de Gabinete, Marcos Peña, preocupado por “la foto” de un toma y daca con los senadores peronistas. No es que parece una contradicción, son contradicciones. Y eso es lo que está estallando. Como en muchos temas sensibles –medios, justicia, sindicatos, oposición- Macri no tiene definiciones de fondo y suele perderse en lo táctico inmediato, que como es lógico con lo táctico, se contradice.

Estamos entonces ante la primer crisis política seria del gobierno de Macri, que lejos de arreglarse con amenazas de veto, podría empezar a despejarse –y muy rápido-, si se entiende que el agujero del mate ya fue descubierto y las genialidades de campaña sirven hasta que se gana la elección. Después, se trata de gobernar, que es algo distinto.