Chubut Para Todos

Los dos dilemas de Massa

Con la interna K en llamas, el expresidenciable madura el regreso y ¿media? Un liderazgo en veremos. Milei, en remojo. Diálogo a mil puntas y las urnas, lejos.

Hubo una vez un 44% de la ciudadanía que votó a Sergio Massa y que, según todas las encuestas, ha crecido algo y se mantiene más incólume en su rechazo al Gobierno que la otra mitad de la Argentina que por ahora respalda a la administración de Javier Milei. ¿Alguien piensa acaso en esa parte del país?

Massa, el principal aludido por esa pregunta, ¿en qué anda?

El ex candidato presidencial de Unión por la Patria(UP) divide su tiempo entre la política y su trabajo para Greylock Capital, en el que se cuida de incurrir en conflictos de interés. ¿Será para volver?

Dos asuntos lo desvelan, supo Letra P de fuentes que lo frecuentan. Uno, en qué momento debe salir a marcar la cancha en nombre de la niña de sus ojos, la clase media trabajadora en la que depositó desde siempre su destino político, acaso el sector más afectado por esa bola de demolición que es la mileinomía. Dos, en función del lugar centrista y de articulación que le cabe en la interna panperonista que se ha desbocado en los últimos días, la posibilidad o hasta la responsabilidad de ser quien ponga en funcionamiento un ámbito de síntesis y conciliación. “¿Y quién te dijo que no está ya en eso?”, le preguntó con picardía una fuente cercana al exministro de Economía a este medio.

Sergio Massa y las lecturas del pasado reciente

Que Massa tenga dilemas no significa que, acertadas o erradas, no se dé respuestas.

No se siente dueño del 44% de noviembre, pero sí depositario del 37% de octubre, el caudal electoral que le dio a UP su condición actual de primera minoría en el Congreso y que sentó en sus bancas de Diputados y del Senado a representantes que, en principio, deberían llevar la voz cantante de la agenda opositora.

Massa no habla públicamente –cosa que cambiará cuando presente sus memorias en el Palacio de Hacienda el mes que viene en la Feria del Libro–, cuentan, porque al describir la acción del Gobierno se encontraría repitiendo todo lo que advirtió en la campaña. La derrota del peronismo significó un cimbronazo total para el sistema político y, si alguien quisiera escuchar en la dirigencia, para toda una forma de hacer política.

Esa lectura puede ser engañosa. “La sociedad”, como sujeto político unívoco, no existe, sino que es apenas una construcción intelectual en base a un conjunto de segmentos más unidos o más separados por afinidades o rivalidades. Volvemos así a la cuestión del 44%.

De ahí los dos dilemas: ¿cuándo y cómo salir a hablar en nombre de los derrotados del modelo?; ¿cómo volver a organizar ese potro salvaje que es el panperonismo?

¿Hay un peronismo siglo XXI?

El peronismo no puede ser el del siglo XX, cuando las redes sociales no existían y los principales recursos para la generación de sentidos políticos eran los medios analógicos, la militancia y la pegatina de carteles.

El peronismo, cree el expresidenciable que está a punto de cumplir 52 años, debe generar un sentido nuevo, propio del siglo XXI, lo que supone reivindicar una mirada socialcristiana y plantear una relación más inteligente entre Estado y capital privado. En paralelo, debe rescatar valores que cualquier encuesta señala como abrumadoramente mayoritarios: educación y salud públicas, trabajo bien remunerado y servicios públicos a un costo razonable.

Parte crucial de ese nuevo sentido acaso sea su mayor talón de Aquiles y algo que quedó lejos de lograr en la gestión: estabilidad macro, el unicornio azul que se perdió en medio una economía en crisis permanente, de la sequía, del default de conducción del Frente de Todos y de errores propios.

2024, 2025 y 2027

Sus allegados afirman que hablar de listas para la elección del año próximo le parece absurdo a esta altura y, aunque en las quinielas se lo menciona como posible candidato a diputado o a senador por la provincia de Buenos Aires, cabe recordar que en 2017 se postuló a la Cámara alta y salió tercero. ¿Se arriesgará esta vez?

Ese asunto está hoy en el aire, pero Massa nunca abandonó el lugar radial que se ha dado en la política nacional, tampoco después de la derrota que lo sumió en un silencio público. Habla con diputados, senadores, intendentes y gobernadores, tanto de UP como de otros espacios. También con sindicalistas, empresarios y periodistas. A los legisladores y funcionarios ejecutivos los nutre con información e ideas de su equipo de siempre; he ahí un aporte, poco visible pero real, a la construcción de sentidos políticos que persigue.

Asume el panperonismo como su lugar, al punto que, en repudio a los ruidos recientes y como correctivo a respuestas irreflexivas que salieron de su propio entorno, alecciona en el multitudinario chat de la dirigencia renovadora con consignas del general: “Para un peronista no hay nada mejor que otro peronista”, y “cuando un compañero habla mal de otro, deja de ser peronista”, los llamó al orden.

El debate y hasta la mutua exposición de trapos sucios deben darse, pero estrictamente entre cuatro paredes. Massa mira preocupado el fuego cruzado, que rescata a Milei de los abismos a los que lo conducen sus políticas y sus desmanejos en La Libertad Avanza (LLA).

Devoto de una idea de la política basada en la construcción de poder puro y duro, en sus diálogos con actores del espacio transmite la necesidad de comenzar a construir un liderazgo que ordene en base a un puñado de ideas fuerza.

Ese tal vez sea un camino hacia la síntesis más sencillo que la elaboración detallada de un programa que, al final, puede quedar rápidamente desvirtuado por una realidad trepidante. He allí uno de los desafíos más grandes que le caben al panperonismo, al que le costará reconquistar a una mayoría social escaldada por los desaguisados de los Fernández, quienes ganaron en 2019 prometiendo “volver mejores”, pero que –quedó claro– nunca se pusieron de acuerdo en asuntos tan básicos como qué hacer con la inflación, los subsidios, la gestión de las reservas y la deuda con el FMI.

¿Ese ordenamiento, en base a la elección de un liderazgo que concibe imperiosamente vertical, se daría por consenso o como resultado de una elección interna? Dado el tenor de las furias más recientes, en las que referentes del kicillofismo le rayaron el auto a Máximo Kirchner –¿no a Cristina Fernández de Kirchner?–, todos los caminos están abiertos.

Con la última vice tiene diálogo más que abierto, aunque menos constante que lo que se piensa… y lo tiene hasta con Alberto Fernández, pese a las heridas que quedaron abiertas. Es más, incluso dialoga intermitentemente con algunos de los miembros de otro chat, el que sigue activo entre exfuncionarios albertistas abandonados y desempoderados por quien creían su referente. Sólo con algunos, claro;con otros, como Martín Guzmán, no tiene ni quiere retorno.

La alianza con el líder camporista sigue vigente, en particular el acuerdo para compartir poder en la Legislatura bonaerense. Con Axel Kicillof hay, cada tanto, diferencias por espacios y por fondos para los municipios, pero no un mar de fondo demasiado grande. ¿Tampoco por una hipotética rivalidad en 2027? Tampoco. Para eso falta una vida que tanto Massa, desde el llano, y el gobernador, desde la silla eléctrica del Caputazo, deberían primero atravesar.

Como te ven, te tratan

Massa conoce bien a Milei, algo que se encargó de dejar en claro en el debate previo al ballotage. Cree que 2024 no dará demasiada tregua y que 2025 puede ser mejor en términos de inflación, pero que a la actividad le costará remontar vuelo. Comparte la visión del mundo financiero del que ahora forma parte.

Piensa que la mayor dificultad del Presidente y de Caputo será cerrar el año con un balance de divisas al menos equilibrado en el Banco Central y que el levantamiento del cepo es por un tiempo largo sencillamente un imposible.

Sin embargo, si la liquidación del sector sojero se anuncia problemática y si el dólar se atrasa mes a mes, ¿qué seguridad hay que de que el Gobierno no vuelva a devaluar y la inflación, a morderse la cola?

Por ahora, más que eso y más que cualquier crítica a la política económica, Massa entiende que a Milei lo dañan especialmente asuntos como el otorgado y revertido aumento de las dietas en el Congreso y en el propio Poder Ejecutivo, lo mismo que el ascenso y aumento salarial de Manuel Adorni, agua que fluye como una correntada bajo los pies de barro del relato de un proyecto improbablemente renovador.

El infierno está encantador

Fuera de la ultraderecha gobernante, diversas charlas que se van volcando día a día en este medio juntan a personajes que sorprendería ver compartiendo un café.

Peronistas varios, renovadores, exalbertistas, peronistas PRO, larretistas, radicales allegados a Facundo Manes y a Martín Lousteau… hay de todo. Massa participa de algunas de esas tenidas. Hay que prestarle atención, en ese sentido, a lo que puedan hacer Horacio Rodríguez Larreta –cuando deje de lamerse las heridas y termine de ver a dónde lleva Mauricio Macri al PRO– y ese radicalismo opositor, que tiene un rumbo más claro que otros –de la UCR y de otros campamentos– que aspiran a una alquimia imposible: ser hoy colaboradores confiables de Milei y dentro de un año opositores igualmente confiables para la Argentina que se resiste a seguir sufriendo de este modo.

Es imposible, a la vez, tocar la campana y estar en la procesión. ¿Dónde estará Massa?


Por Marcelo Falak-LP