Chubut Para Todos

Lo que Macri descubrió de Milei

Mauricio Macri sabe.

Hay otros que no saben y hay quienes prefieren no saber. Pero él sí sabe.

Lo descubrió hace tiempo y en privado lo dice sin metáforas, pero esta semana empezó a verbalizar en la Bolsa de Comercio de Córdoba lo que piensa de Javier Milei: “La gente es consciente de que votó a alguien con una psicología especial, con un mandato destructivo y de confrontación”. También sostuvo que lo preocupa su “euforia” y que “a veces es demasiado violento y los ‘viejos meados’ creemos en otro tipo de formas”.

Como también hace en privado, en Córdoba mechó su inquietante descripción psicológica con conceptos positivos de la gestión: “Es casi milagroso lo que logró Javier. Él, acompañado solo por su hermana y sus cuatro perros, alcanzó la presidencia”.

En el afán de elogiarlo, puso el dedo en la llaga: afirmó que el Presidente sólo tiene cuatro perros, cuando él jura que juega con cinco en la quinta de Olivos. Lo que su vocero inmortalizó con la orwelliana sentencia: “Si el Presidente dice que hay cinco perros, hay cinco perros.”

Pero no faltaron quienes vieron en aquella frase de Macri una cuota de maldad con el fin de remarcar lo que para él significa la “psicología especial” de Milei.

“El loco que necesitamos”. No fue la única vez en los últimos días en que se habló del perfil psicológico del jefe de Estado. Tras la exposición de Milei en la cumbre de IDEA, se escuchó una frase que ya había sido pronunciada antes por otros empresarios: “Está loco, pero es el loco que necesitamos”.

Su definición de Milei como “psicología especial” coincide con los empresarios que dicen que está loco,…

La “locura” con que el establishment describe a este hombre es la misma que la “psicología especial” de la que habla Macri. En ambos casos, optando por resaltar lo que ese “loco” hace y no sus eventuales patologías.

El economista Carlos Melconian sostiene que, para algunos, Milei es como el rompehielos Almirante Irízar. Un líder de quien se pretende que abra el camino del ordenamiento fiscal y económico para que, detrás de él, se asiente un modelo sustentable. Ese es el sentimiento generalizado en el empresariado: mientras él haga el “trabajo sucio”, por ahora están dispuestos a seguir disimulando los costos institucionales producidos por su desequilibrio.

Sobre los costos y desequilibrios, el domingo pasado tuvo lugar un nuevo brote de Milei. En esta ocasión fue frente al periodista Franco Mercurialli, quien suele mostrar simpatías por el Gobierno. El canal en el que se transmitió el reportaje fue TN, al que nadie consideraría una señal opositora.

Como suele ocurrir cada vez que el mandatario tiene estos episodios, la conversación transcurría con normalidad hasta que Milei comenzó a levantar presión para terminar desencajado y a los gritos. Afirmó que “el 85% de los periodistas miente todo el tiempo” y que “¡se metieron con mi familia, con mis perros, con todo! Nunca he visto pedir perdón a aquellos inmorales que dijeron que me acuesto con mi hermana y con mis perros”.

Milei no identificó a los periodistas que habrían afirmado eso porque probablemente no existió un profesional que lo haya dicho.

En su ataque de ira, la emprendió contra quien lo entrevistaba (“¡no me busques porque me vas a encontrar!”); contra el canal, al que acusó de invitar a personas que “hablan pestes” de él y contra otro de sus periodistas, Marcelo Bonelli, que también suele ver el vaso medio lleno de la crisis económica argentina. Sin embargo, Milei lo acusó de “mentir, injuriar y ensuciar”.

Tal vez como réplica, al día siguiente el vocero Adorni anunció que los diarios y los sitios periodísticos iban a comenzar a pagar IVA (estaban exentos desde la gestión Macri –ley y resolución de la Corte mediante– como promoción a la cultura y al acceso de la información) y que los cableoperadores ya no tendrían la obligación de subir a sus grillas a los canales de noticias.

… “pero es el loco que necesitamos”. El recurso de silenciar los desquicios del poder, no suele terminar bien

El miércoles, desde el diario La Nación, Joaquín Morales Solá tituló ambas medidas como “la ofensiva final del Presidente contra la prensa”. Joaquín, que acaba de ser reelecto como presidente de la Academia Nacional de Periodismo, explicó en su columna que Milei había pasado de “la palabra agresiva, insultante y descalificatoria” a buscar directamente “la inviabilidad económica de las empresas periodísticas”.

El Gobierno ya venía trabajando en ese sentido, porque retomó el uso de la publicidad oficial como herramienta de castigo contra los medios críticos, a los que además no les paga sus viejas deudas.

Como en el pasado con otras administraciones, Perfil encaja en toda la amplia lista de aprietes del nuevo oficialismo.

Naturalizar lo anormal. ¿Qué pasaría con los aliados políticos del Gobierno y con los empresarios que hoy están dispuestos a tolerar los costos institucionales de la anormalidad presidencial, si Milei conquistara su objetivo de destruir a los medios? Ese objetivo perseguido por tantos antes que él, hasta ahora sin suerte.

Si Milei lograra lo que otros no (y con su hiperbólica personalidad, se llegara a jactar luego de ser “el primer presidente en la historia de la Argentina que fue capaz de acabar con la plaga del periodismo”), ¿dónde encontrarán esos sectores, cuando lo necesiten, al periodismo independiente y de calidad que mantenga equidistancia y control sobre el gobierno de turno?

En ese mundo sin medios ni periodistas profesionales, dónde volcarán sus opiniones, dónde hallarán el contrapeso del poder, quién confrontará lo que digan los funcionarios con la realidad. ¿Será en las cuentas de redes sociales solventadas con fondos públicos, será entre la maraña de anónimos replicadores de fake news, será en los medios oficialistas con que cada gobierno cuenta, o será en los canales que queden en las grillas, como Disney o los de deportes?

Esto ya sucedió en el país. Cuando la dirigencia naturaliza lo anormal y calla frente a los desquicios del poder, las consecuencias siempre son desastrosas. Porque no existe economía próspera y sustentable si no es acompañada por instituciones republicanas y confiables.

La tercera referencia en la semana a la psicología de Milei corrió por cuenta del diputado Emilio Monzó. Este exmacrista que hoy forma parte de Encuentro Federal, observa en él “una patología narcisista, sin empatía con el otro y con un trastorno de personalidad tóxica para la democracia”.

Ya se ha escrito sobre las particularidades psicológicas de un hombre que sufrió la crueldad de sus padres y de sus compañeros de colegio (ningún Presidente nace cruel), que en estos pocos años de conocimiento público mostró infinidad de raptos de ira en situación de reposo, que le decía a sus amigos que Dios le había encomendado la misión divina de exterminar al maligno, que explicó en distintas entrevistas que su hermana es la encarnación de Moisés y él la de Aarón, y que gracias a la intermediación de Karina logra comunicarse con perros y otros seres ya fallecidos.

En febrero, en una visita a Corrientes, él mismo se definió: “Soy loco, pero no boludo”.

El reclamo de los locos. Ciro Korol es un escritor y guionista argentino. También se reconoce como loco, sufre de esquizofrenia: “Como representante de los locos que Milei es, él nos está haciendo quedar muy mal a quienes también padecemos una enfermedad mental porque se corre el riesgo de que se asocien enfermedades mentales con conductas violentas como las que él tiene”.

Korol cuenta que antes de su internación en el Hospital Psiquiátrico Dr. Agudo Ávila, decía que creía ser “el Salvador” y que estaba destinado a ser presidente. “La diferencia con Milei –sostiene–, es que nadie, además de yo mismo, confiaba en mi destino mesiánico”.

Es cierto que la “psicología especial” que detecta Macri o la “locura” que mencionan los empresarios, no tendría mayor relevancia si sólo se tratara de un hombre común.

Como dice Macri, a diferencia de Korol, a Milei hubo una mayoría que le dio su confianza y que sabía bien a quién estaba eligiendo.

Milei está convencido de que fue Dios quien le dio su destino mesiánico.

Pero fue esa mayoría quien lo hizo.

Por Gustavo González-Perfil