Chubut Para Todos

La xenofobia ridícula llega a la playa en Francia

El país de la libertad y los derechos se desliza hacia una peligrosa confusión para defender su laicismo, luchar contra el terrorismo y garantizar el orden público: cerca de 25 mujeres han sido multadas en este verano europeo por llevar una burkini o un velo.

La represión de los signos que manifiestan una pertenencia religiosa está dando lugar a abusos y escenas de una ridiculez pasmosa. En nombre de los valores laicos, varias localidades de la Costa Azul francesa y otras playas del país han prohibido el uso de la famosa burkini, esa prenda de playa que cubre todo el cuerpo. Pero la policía se muestra muy celosa a la hora de ejercer de autoridad moral vestimentaria y está protagonizando una verdadera cacería de todo símbolo musulmán, incluso contra aquellos que ninguna ley prohíbe. Dos casos suscitaron una enorme incomprensión en un país ilustre por su respeto de los derechos sociales y humanos. El racismo antimusulmán demuestra sin embargo que los valores tienen límites muy estrechos. El pasado 16 de agosto, una mujer de 34 años, Siam, que se encontraba en una playa de Cannes con sus hijos fue multada con 11 euros porque llevaba puesto un velo. Esta prenda nada tiene que ver con la burkini y no está prohibida por ninguna ley, pero los policías municipales interpretaron la ley a su manera y en medio de un griterío hostil contra la mujer, las fuerzas del orden la intimaron a sacarse el velo, pagar la multa o abandonar la playa. Varios testigos y la misma mujer narraron a la prensa esta episodio vergonzoso y, como reacción, el intendente de Cannes, David Lisnard, denunció un “montaje orientado y peligroso”. El texto municipal no se refiere al velo sino que apunta a la burkini. La prohibición dice que el “acceso a las playas” está proscripto para “toda persona que no tenga una vestimenta correcta, respetuosa de las buenas costumbres y de la laicidad”.

Lo cierto es que la historia no terminó acá en una zona donde las mafias planetarias se mueven a su antojo. Es, sin embargo, más peligroso una mujer en familia con velo en la playa que los potentados millonarios del crimen organizado mundial que compran mansiones en la Costa Azul y lavan en los casinos fortunas grandiosas sin que nadie los moleste. El otro episodio tuvo lugar en la misma zona y su carácter abusivo dio la vuelta al mundo. En la playa de Niza, siempre en la Costa Azul, una mujer vestida con un pañuelo y una túnica turquesa fue también interpelada por la policía por las mismas razones. El hecho quedó retratado en una foto tomada por un fotógrafo de la agencia Best Image que luego la vendió a los medios anglosajones. El Daily Mail la publicó y la indignación que suscitó termino destapando una polémica densa, burlas acerbas contra Francia y hasta un hashtag en Twitter, #WTFFrance (What the fuck France). Tal como había ocurrido en Cannes, las autoridades de Niza denunciaron una suerte de complot y prometieron, según reza el comunicado difundido por al adjunto al intendente de Niza y presidente de la región, Christian Estrosi, “juicios contra quienes difunden fotografías de nuestros policías municipales”. Luego, varias fuentes pusieron en tela de juicio la autenticidad de la fotografía y evocaron una “escena preparada”. Citado por el diario Libération, uno de los responsables de la agencia de fotos Best Image declaró que “no existe ningún montaje, ninguna puesta en escena”. Más allá de esta polémica, el hecho existe: cerca de 25 mujeres han sido multadas hasta hoy por llevar una burkini o un velo. El país de los derechos se desliza hacia una peligrosa confusión para proteger su dimensión laica, luchar contra el terrorismo, garantizar la higiene y el orden público. La burkini, el velo, son amenazas sustanciales a todos estos órdenes. El mismo primer ministro Manuel Valls caucionó las medidas adoptadas cuando consideró que “la burkini no es una nueva gama de mallas o una moda. Es la traducción de un proyecto político de contrasociedad, fundado especialmente sobre la esclavitud de la mujer”.

Las declaraciones del jefe de Gobierno son tanto más controvertidas cuanto que no sólo validan al más alto nivel del Estado una suerte de persecución moral y religiosa sino que, además, chocan con otros análisis más pertinentes y moderados. Si bien varias mujeres intelectuales conocidas salieron a atacar la burkini, otras, en cambio, ven en esa prenda un principio de integración en el espacio social frente a la intención radical de las corrientes salafistas del Islam, que quisieran ver a la mujer excluida de toda esfera pública. Esta tesis refiere que se trataría de una adaptación a la modernidad antes que de una exclusión. Según escribe en el diario Libération la senadora y profesora en la Escuela práctica de Estudios Sociales, Esther Benbassa, “el verdadero problema reside en el hecho de que las mujeres con velo o con burkini le dan, aunque percibida como agresiva en este período de tensión, una visibilidad a la presencia musulmana en Francia que permaneció durante mucho tiempo invisible”. Es casi cómico imaginar a los distintos cuerpos de la policía francesa recorriendo las playas en búsqueda de la peligrosa infractora, de la agresora de los valores laicos perseguida en función de la “lucha contra el proselitismo religioso”, según lo expresa el Intendente de la norteña playa de Le Tourquet, Daniel Fasquelles, un conservador también adepto de la prohibición. Policías con chalecos antibalas haciendo de escudos contra la propaganda proselitista, expulsando a mujeres y familias de las playas que, además, como ocurrió con Siam en Cannes, terminan agredidas por la gente que lanza insultos racistas o les grita “vuélvanse a su país”. En un mundo multicultural e hiperconectado, la escena tiene acentos de vaudeville pasado de moda.

Izquierda y derecha se han convertido a una suerte de laicismo duro que autoriza abusos y xenofobias antes controladas. Hay que correr rápido y sacarle argumentos a la extrema derecha, incluso si se va en contra de la esencia histórica del país. La ley de 1905 garantiza “la libertad y el libre ejercicio de los cultos”. Sin embargo, los intendentes que prohíben la burkini se apoyan en las nociones de “ropa ostentadora” y “disturbios en el orden público” para justificar las medidas. La ambigüedad abre un infinito espacio de proscripciones. Como les recuerda la Liga de Derechos Humanos, “las prohibiciones contribuyen a legitimar a todos aquellos o aquellas que ven a los franceses musulmanes como cuerpos extranjeros a la nación”.

Por Eduardo Febbro para Página/12 desde París -Francia

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