Chubut Para Todos

La lección de Cristina Kirchner que Mauricio Macri no aprendió Por Julio Bárbaro

Alguno del PRO me acusó por la calle de haberme “panquequeado”, una acusación sin derecho a respuesta, que me había pasado al espacio del mal. Cuando voté a Mauricio Macri siendo peronista recibí agresiones y ahora, cuando aviso que voto a Alberto Fernandez, descubro que ellos, los de Macri, son mucho más sectarios y agresivos que los de Cristina. Asumo que no lo hubiera imaginado. Yo voto por los resultados y no por mi pertenencia.

Cristina Kirchner lo había puesto a Daniel Scioli con Carlos Zannini, ambos me impedían apoyarlos, y ahora propone a Alberto, quien transita libre de ese fantasma que agigantó el enano de Durán Barba. Impone un proyecto que integra a La Cámpora como una parte, elige Europa y propone la política continental, mientras los gobernadores, los intendentes, los sindicalistas, forman parte del conjunto. El error fundamental de CFK se había centrado en la reivindicación de los 70 por sobre el peronismo. Ese fue sin duda la causa de la derrota. La idea de que La Cámpora implicaba una etapa superior del peronismo podría haber sido un invento del enemigo. Actualmente, cuando Fernández se expresa, lo hace desde otro lugar y Cristina asume que eso es necesario con mayor libertad que Mauricio Macri al soportar Hernán Lacunza. Elegir a Fernández es la manera de salir del techo de votos fanatizados y abrirse al espacio de los críticos. Cristina Kirchner renuncia a la soberbia de imponer su deseo a cambio del enorme placer de derrotar a su enemigo.

Macri, incapaz de salir de su soberbia, se ocupa de consolidar y expandir su derrota, ya tiene impuesto un segundo apellido, fracasó y de ese logro no hay retorno. El ministro de Economía anterior fue un personaje nefasto ocupado de ayudar a los ricos a llevarse del país dinero que ni siquiera habían generado. Reiterada idea de los supuestos “liberales” en la dictadura, con Carlos Menem y su banda, y como ahora: vender patrimonio y generar deuda, todo junto y por un mismo precio. Macri asume alguna cuota de cordura sin justificación ideológica, demasiado tarde para que parezca real. Escucharlo asombra y asusta; alguien que carece de rumbo explicando que ése es el camino correcto. Generaron deuda, pobreza e inflación como bases para aquello que propusieron mejorar.

¿Ignorancia o perversión? Escuchar el discurso del Presidente asombra y asusta. Una mezcla de anarquismo y voluntarismo en conflicto con el resto del mundo o, peor aún, una comprensión del mundo como si la patria fuera tan solo un mercado persa, un espacio para los negocios de los banqueros e importadores con la promesa de un supuesto derrame cuando ellos sacien la demencia de su codicia. Hay desmesura en sus ganancias, en la concentración de las riquezas en pocas manos, y miedo, mucho miedo al enemigo, ese otro al que por limitación mental no logran asumir como adversario. Se sienten los propietarios de todo, incluida la democracia que como siempre pensaron: sólo existe si gobiernan ellos. Los otros roban con los cuadernos, verdad indiscutible; ellos, con los bancos y los servicios privatizados, esos que se robaron con la promesa de “inversiones” y no paran de acumular y exportar ganancias que nunca generaron. Carentes de virtudes, se conforman con exagerar errores ajenos, entonces el miedo al otro es la degradación de la impotencia de su propia esperanza. La codicia y el egoísmo los llevaron a desarrollar al máximo su mecanismo de negación.

Perdieron en todas las provincias. Soñaban con una elección pareja y ahora dicen que la derrota “no existió”. Van por más y lo merecen: hicieron un daño exagerado. La derrota no es evitable con la mera amenaza de que los demás son peores. Por ahora pareciera que se coronan como el peor gobierno de la democracia y en eso no tienen competencia.

CFK cambió el esfuerzo de conducir por el placer de derrotar a su enemigo, e inicia su retirada con una dignidad que contrasta con la pequeñez de Macri. Estar del lado del pueblo, más allá de los errores, a veces permite ocupar un lugar en la historia; los otros, los hijos de ricos de buenos colegios, esos, en su egoísmo sólo arrastran la amargura de los resentidos.

Fuente: Infobae