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La grieta política sacude la interna de la masonería

La Gran Logia Argentina sucumbe bajo el vendaval derechista. Ingresos masivos, el rol libertario y un giro conservador en la doctrina de la convivencia plural.

Los cambios en los criterios de admisión, que facilitaron el ingreso masivo de miembros vinculados a las fuerzas de seguridad y la derecha política, agitan las aguas de la Gran Logia de la Argentina en la era de Javier Milei. El capítulo local de una de las organizaciones más herméticas y misteriosas de occidente no logró escapar al clima de época. Según confían por lo bajo viejos sherpas de la masonería, los vientos de cambio someten a la Orden a un proceso de partidización -de derechización dirán los más arriesgados- inédito en más de un siglo y medio de existencia en el país.

“Perdieron las alas de la fraternidad”, dice la letra de uno de los últimos hits de Wos, que comparte con el Indio Solari. Podría ser también una descripción adecuada de la situación actual de la logia masónica argentina.

El giro de la masonería provocó el quiebre de uno de los pilares fundamentales de su estructura: el pacto de silencio autoimpuesto sobre los asuntos internos. Hoy, con cuidado, pero sobre todo con preocupación, comienzan a escucharse por fuera de los encuentros de las logias de la obediencia, cuestionamientos y lamentos sobre la degradación de la convivencia interna, por parte de integrantes históricos que apuestan a encarrillar la situación.

“Estamos perdiendo una de nuestras características fundamentales que es compartir la vida y la reflexión con quienes piensan distinto”, asegura un masón con más de cuatro décadas de actividad que se define a sí mismo como progresista.

Tiempo de cambios en la masonería

No hay una sola respuesta para definir cuándo comenzó el cambio “que nos está alejando del camino de nuestra doctrina filantrópica, filosófica y progresista”, en las palabras de un masón con trayectoria. Algunos lo fechan hace más de una década, cuando el entonces Gran Maestre Jorge Clavero habilitó para la Noche de los Museos la apertura del centro histórico de la Orden, en la calle Perón al 1200, lo que le quitó el halo de privacidad y secretismo con el que se manejan habitualmente los masones.

Sin embargo, en la mayoría de los casos adjudican la politización de la Gran Logia al desembarco de Pablo Lázaro en la cúspide del poder masón, cuatro años atrás, en 2020. La actual máxima autoridad de la institución consiguió su designación empujada por algunos integrantes de Capa 8, una fundación de especialistas en seguridad informática con múltiples vínculos con la política y las fuerzas de seguridad e inteligencia.

El grupo integrado por Pedro Janice, Arturo “Buanzo” Busleiman y Lázaro misteriosamente se disolvió y nadie volvió a verlos juntos. No obstante, sus detractores internos aseguran que el plan original siguió adelante con la modernización de la comunicación interna y cambios en las políticas de aceptación de nuevos aspirantes.

Una nueva mayoría conservadora

La flexibilización en los criterios para ver la luz, que en el lenguaje masón aplica para describir a los iniciados, permitió que se consolidara tal vez no una nueva mayoría, pero sí al menos una nueva masa crítica con afinidades políticas claras. “Los masones siempre convivimos con artistas, abogados, intelectuales y miembros de las fuerzas de seguridad o militares. Lo que preocupa es que en los últimos años hubo un desembarco desmedido de policías de la fuerza local y de personas con manejos muy similares a los de un espía”, asegura un miembro de una logia de la obediencia de la Zona 1, que corresponde a la Ciudad de Buenos Aires.

“La camaradería y la fraternidad vienen a la baja, es cierto. Es casi un reflejo de lo que pasa en toda la sociedad. Hoy escuchamos comentarios y vemos movimientos que eran impensados hace unos años en cualquier tenida (N de R: reunión de una logia). Además, pareciera que se da vía libre a las rencillas de poder, postergando la reflexión filosófica en uno de los momentos del país donde parece más necesaria que nunca”, reflexiona otro experimentado masón bonaerense.

Los vínculos con la política

La política siempre estuvo presente en la historia de la masonería. Para comprobarlo sólo basta con recorrer la historia nacional y el protagonismo de sus integrantes en sus principales acontecimientos. Con todo, quienes siguen de cerca la historia de la Orden aseguran que pocas veces ocurrió que un sector tan definido políticamente ocupara los espacios de poder en las logias de manera articulada.

Sin ir más lejos, el propio Lázaro fue director de Ciberseguridad del Ministerio de Seguridad la primera vez que Patricia Bullrich estuvo al frente de la cartera, durante la gestión Cambiemos, antes de pegar el salto y alinearse definitivamente con Milei. Quien sí acompañó la aventura libertaria desde el kilómetro cero fue Luis Palomino, hoy concejal de La Libertad Avanza en Vicente López, que se presenta públicamente como apoderado de la Gran Logia de la Argentina.

Otro de los referentes libertarios que orbitan y gana espacio es Eugenio Casielles, un legislador porteño que está haciendo carrera en la masonería.

No obstante, las vinculaciones con el macrismo también parecen ser una constante en la Orden. Más allá del desembarco durante los últimos años de un centenar de cuadros de la Policía Metropolitana, incluidos altos mandos y funcionarios jerárquicos, el jefe de Gobierno porteño, Jorge Macri, se mostró en más de una ocasión en actividades de la Gran Logia.

Una aparición recordada por muchos fue en la cena de fin de año de 2022, que se realizó en el Hipódromo de San Isidro, vecino a Vicente López, municipio que por entonces conducía, junto al intendente local Gustavo Posse. Ambos, aseguran quienes participaron, se manejaban con mucha familiaridad entre los asistentes.

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Por Francisco Basualdo-LP