Chubut Para Todos

La ética del psicoanálisis y la demanda de herramientas

Si un profesional apuntase a impartir pautas según sus ideales estaría creando seres humanos bajo su imagen y semejanza, obturando, estragando, la singularidad, la subjetividad, que es lo que como seres humanos nos hace únicos, irrepetibles.

Las que teníamos en casa eran muchas, si uno tiene en cuenta que era una familia de mujeres, en la época en que las herramientas eran sólo una cosa de hombres.

Dentro de las que componían este arsenal, la mayor parte eran heredadas de mi abuelo, quien había sido un asiduo usador, artesano, un poco por necesidad, un poco por gusto, según me contaron.

Reconozco que aún hoy algunas las conservo como elementos decorativos porque son realmente preciosas o porque están investidas de un antiguo afecto del cual es difícil despojarse. Seguramente, su uso, por llamarlo de alguna manera, vendrá por ese lado.

En mi caja de herramientas actual, se entreveran algunas oxidadas de antaño, con otras nuevas, de esas que uno compra en inmensos supermercados de cosas para la casa. También hay alguna que otra creación mía que me ingenié para arreglármelas con alguna necesidad puntual, con exitoso resultado.

Esta breve introducción apunta a algo que quisiera transmitir en relación a lo que me sucede cada vez que recibo a una persona que consulta por primera vez, en las llamadas “entrevistas preliminares” en donde uno, como analista, se interioriza sobre el motivo por el cual solicita un tratamiento, todavía no analítico. Y atención en este punto, porque es en donde se empezará a despejar la cuestión.

Que “vengo al psicólogo porque necesito que me den las herramientas” para tal o cual cosa, motivos amplios, desde cuestiones individuales hasta de como relacionarse con los otros. Frase célebre, de cabecera, para muchas personas que parecieran acudir al psicólogo casi como a la ferretería. Pero lo que más me sorprende de esta expresión, es la naturalidad, cada vez mayor, lo cual da la pauta de que, lamentablemente, cada vez son más los profesionales que, homologándose a un vendedor o proveedor de un producto, ilusionan a una persona que viene a hablar de su falta, de que existe un estilo de “caja de herramientas” compuestas de tips y de recetas mágicas, para manejarse con su malestar.

Sin embargo, es misión para cualquier profesional que ejerza el psicoanálisis romper esta frase, al estilo de un albañil que toma un pico y una masa y rompe un sentido, preguntándole al paciente a qué se refiere con esta demanda, en la cual le estaría dándole un saber absoluto al Otro (analista) y alienándose a una formula igualitaria de “para todos” lo mismo. Es decir, bajo esta concepción, habría una manera única, universal, para, por ejemplo, ponerle límites a los hijos. Traigo este ejemplo porque es un motivo de consulta muy común y contemporáneo: la dificultad de los padres para que los hijos los respeten. Entonces, el profesional ¿debería darle allí las herramientas para que se pueda posicionar frente a este “niño amo” que vendría a ser su hijo como padre/madre? Según esta línea, debería decir qué hacer, al estilo de un asesor/vendedor que dice que para sacar un clavo debe usar una tenaza. ¡No! Definitivamente no, no sería ético y menos aún, efectivo.

Sigmund Freud dice “Por tentador que pueda resultarle al analista convertirse en maestro, arquetipo e ideal de otros, crear seres humanos a su imagen y semejanza, no tiene permitido olvidar que no es esta su tarea en la relación analítica, e incluso seria infiel a ella si se dejara arrastrar por esta inclinación”.

Si un profesional apuntase a impartir pautas según sus ideales estaría creando seres humanos bajo su imagen y semejanza, obturando, estragando, la singularidad, la subjetividad, que es lo que como seres humanos nos hace únicos, irrepetibles. Nada mas alejado de un análisis que, como fin, tiene que el Sujeto se encuentre con su deseo para así, si quieren, poder crear y diseñar sus propias herramientas. Tal vez en el camino, termine decidiendo quedarse con herramientas heredadas, tal vez prefiera despojarse de ellas, tal vez invente otras nuevas, tal vez decida sacar un clavo con otro clavo y no con una tenaza, pero todas serán elecciones y eso es lo bueno.

Por Paula Martino – Perfil