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La confesión del represor Adolfo Donda y su ataque a las sobrevivientes de la ESMA

Adriana Marcus y Alicia Ruszkowski declararon ante la Justicia y contaron que, mientras estuvieron secuestradas durante la dictadura, Adolfo Donda les dijo que sabía de los secuestros de su hermano y su cuñada -los padres de Victoria Donda-, de la estadía de ella en la ESMA y del asesinato de ambos. El represor reaccionó ante los testimonios que complican su situación en el juicio.

Las sobrevivientes de la ESMA Adriana Marcus y Alicia Ruszkowski contaron esta mañana lo que el represor Adolfo Donda les dijo mientras estaban secuestradas durante la última dictadura: que sabía del secuestro de su hermano José Laureano Donda y su cuñada Hilda Pérez, de la estadía de ella en el campo de concentración de la Armada y de la muerte de ambos. Y se ve que los testimonios de las mujeres en la novena audiencia del juicio por la apropiación de Victoria Donda, hija del matrimonio Donda-Pérez y sobrina del represor, lo incomodaron tanto que no se aguantó las ganas de dañar. Desde la habitación de la Unidad carcelaria de Ezeiza, donde transita un encierro perpetuo como integrante de la patota de la ESMA que secuestró, torturó, asesinó y desapareció gente, Adolfo Donda se dedicó a criticar la capacidad y forma de maternar de las sobrevivientes durante su militancia.

Los testimonios de Marcus y Ruszkowski fueron cortos, claros, concisos y efectivos. Cumplieron con varios objetivos: ubicaron a Donda en la ESMA mientras el lugar funcionó como centro clandestino de detención, tortura y exterminio durante la última dictadura cívico militar, lo señalaron como alguien activo dentro de la patota, con desempeño en sesiones de tortura y de “seguimiento” de víctimas una vez “liberadas” del campo de concentración. También apuntaron a su rol en la jerarquía de la estructura de inteligencia del grupo represivo. Coincidieron en que sus apodos eran “Palito” o “Jerónimo”. Y confirmaron que, en aquellos años, el represor sabía lo que había ocurrido con el matrimonio de su hermano y Pérez.

Un viaje revelador

La primera en testimoniar fue Adriana Marcus, que cuando fue secuestrada, en agosto de 1978, era estudiante de Medicina. Marcus confirmó que a Adolfo Donda “se lo veía muy frecuentemente” en la ESMA, en donde ella permaneció retenida hasta abril de 1979. Durante su libertad vigilada fue obligada a realizar trabajo esclavo de prensa para la patota, en la casa del represor Jorge Radice hasta que logró salir del país. En el marco de aquellas tareas fue obligada a viajar a México con un grupo de sus captores. Entre ellos, Donda. Fue entonces, en ese viaje, que Palito le “contó” sobre su hermano y su cuñada. “En una oportunidad en que íbamos caminando con Jerónimo por el parque de la universidad, en la capital –de México– me contó que su hermano y su cuñada eran terroristas subversivos ‘como vos’, me dijo, y que tenían una hija que él estaba criando porque era el tío”, declaró.

En aquella especie de confesión, Donda no mencionó que su cuñada estaba embarazada al momento de su secuestro, o que había parido en la ESMA. De eso se enteró Marcus “muchos años después” junto al hecho de que Victoria Donda había “sido entregada” a un agente operativo del campo de concentración.

Según contó, ella no reaccionó en aquel momento, pues no cabía posibilidad de tal cosa. “Seguíamos estando secuestradas, con documentos falsos –en su caso, la hicieron viajar a México con una identidad falsa–. Todo lo que pudiera pasarme, nadie se iba a enterar, digamos. Todo paso en falso que diéramos tenía consecuencias en las vidas de compañeros, de las familias”, dijo. No obstante, recordó que el comentario del represor le produjo “horror”. “No fueron sus palabras exactas pero yo recuerdo que el tono fue que eran subversivos, que les tocaba esa, que él no los podía salvar. No hubo dramatismo, fue de la nada. Me sorprendió, me horrorizó”, recordó.

Al cierre de su testimonio, y en calidad no ya de sobreviviente sino de médica generalista y rural que durante dos décadas trabajó “acompañando procesos de inicio de la vida”, advirtió que la “nefasta contribución de los perpetradores” de secuestros y torturas de mujeres embarazadas, sus partos en situaciones de encierro clandestino y la apropiación de sus bebés “es en sí otro crimen, un ataque a la salud colectiva de nuestra sociedad”. “La forma de nacer determina cómo va a ser la civilización. Desde esa mirada, los perpetradores han roto el contrato de cuidados mutuos y de respeto. Lo que ha ocurrido con estos niños, con estas madres torturadas, impactó no solo en esos jóvenes, sino en varias generaciones a futuro. Es un daño a la sociedad”.

Una amenaza, una reacción

La sobreviviente Alicia Ruszkowski fue la siguiente testiga. Secuestrada en Mar del Plata en diciembre de 1979 y trasladada a la ESMA, reconoció a Donda como su interrogador en el campo de concentración. De aquellas sesiones de tortura “largas, con luces muy fuertes”, Ruszkowski recordó un comentario que el represor le hizo a modo de amenaza: “Lo recuerdo con las palabras exactas. Me dijo ‘no se puede ser piadoso con el enemigo ni condescendiente. No lo fuimos con mi hermano ni con mi cuñada que fue traída a la ESMA y fue trasladada –asesinada– como vas a ser vos si no contás todo lo que sabés. Son ustedes o nosotros’”.

Entonces, el defensor de Donda, Guillermo Fanego, pidió la palabra para su defendido. Donda no solo quería hablar, sino que también quería enfrentar a la testigo en un careo. Por decisión del presidente del Tribunal Oral Federal 6, Ricardo Basilico, primero sucedió la declaración. Y entonces el enojo de Donda quedó expuesto.

Por supuesto que negó haber “dialogado” con Ruszkowski, a quien ubicó como una “detenida especial” de la ESMA, como si el lugar fuera una cárcel y ella contara con privilegios. Luego, escupió bronca en modo de acusaciones contra las testigas de esta audiencia y de las anteriores. Recordó a Norma Burgos, sobreviviente que declaró hace 15 días en el juicio. Sin ningún tipo de pruebas, por supuesto, Donda atribuyó el fallecimiento de la segunda hija de Burgos –hecho que ella misma mencionó en su testimonio– a “tomar una pastilla de cianuro”, antes de acusar a la mujer de “deshacerse del cuerpo” de su hija producto de no poder acudir a la asistencia médica debido a su clandestinidad. Sobre Ruszkowski, Donda sostuvo que, a través de una foto del operativo de su secuestro, vio que la mesa del comedor de la casa en donde la testigo vivía “con sus chiquitos” tenía “un doble fondo donde guardaba armas y explosivos. O sea que sus hijos comían sobre armas y explosivos”.

“¿Hasta dónde esta gente en su fanatismo exponía a las criaturas que tanto preocupa y nos da que hablar en este juicio?”, se preguntó, al filo de justificar el robo de 500 hijos de militantes y el asesinato de sus padres y madres. Su declaración no tuvo mayores efectos. El TOF 6 no aceptó un careo del acusado con la testigo. 

Por Ailín Bullentini – Página/12