Chubut Para Todos

Japón y Argentina en la cuenca del Pacífico

La globalización ya no es tan simple como nos la figurábamos en los años de Bush padre y de Clinton, cuando China aún bregaba por formar parte de los países emergentes y un inofensivo Boris Yeltsin gobernaba el Kremlin más preocupado por finiquitar el sanguinario régimen comunista de la Unión Soviética que en confrontar con la única superpotencia global. Hoy el escenario es muchísimo más complejo y se pueden trazar cientos de hipótesis, a un mismo tiempo creíbles e inviables. Pero una cosa está absolutamente clara para todos los politólogos, economistas y aspirantes al arte de la real politik: el escenario excluyente del actual proceso globalizador está ubicado en la cuenca del Pacífico.

Los primeros en entenderlo son los norteamericanos. Estados Unidos ha aprendido la lección de la última administración republicana del ex Presidente Donald Trump (2017-2020), que dio un paso estratégico tan peligroso como necesario para Occidente, rompiendo con décadas de “cooperación chino americana” que en realidad significaba replantear dos cuestiones claves a nivel bilateral como la eran: las migraciones de empresas americanas hacia China y el consecuente desempleo americano; y una onerosa dependencia respecto de los componentes tecnológicos fabricados en el país oriental. La nueva administración demócrata del Presidente Biden ha continuado este camino de desconfianza al régimen de Xi Jinping, y profundiza su decisión geoestratégica de hacer frente al avance oriental.

Es en este contexto que debemos analizar la nueva reunión que se realizó entre el Secretario de Estado de los Estados Unidos, Antony Blinken, junto a Motegi Toshimitsu, Ministro de Asuntos Exteriores de Japón (quien nos honrara con su vista a nuestro país a principios de este año). Ambos funcionarios emitieron una declaración conjunta para oponerse a la “coerción y el comportamiento desestabilizador” de Beijing, en clara referencia a la situación en Hong Kong y en Taiwán. China se siente confiada y comienza a mostrar los dientes en su plan de hegemonía a largo plazo. No le ha costado demasiado deshacerse de los medios opositores al partido comunista en su territorio, continúa proyectándose hacia el Mar de China e hizo pasear nada menos que 28 de sus aviones de combate por la Zona de Identificación de Defensa Aérea (ADIZ) taiwanesa el pasado 15 de junio, lo cual ha obligado a la administración Biden a profundizar su tono confrontativo con el gigante oriental.

Estos asuntos que en otro momento parecían demasiado lejanos para los socios latinoamericanos, y en especial para Argentina -afincada en la lejana cuenca del Atlántico sur-, es hoy de crucial importancia por razones económicas y también estratégicas. Un frágil equilibrio nos espera en esta nueva confrontación entre potencias con algunos tintes de Guerra Fría en la que cualquier gesto puede ser significativo. En ese sentido, la estrategia de nuestras naciones encontraría una buena inspiración en la metodología que los japoneses llaman “filosofía Kaizen”: mejorar de modo continuo, paso a paso, apostando por una relación madura con los socios del Mercosur y especialmente con Chile y Perú, quienes podrían constituir un verdadero puente hacia los puertos del Pacífico.

La clave es proyectarse a un futuro en acuerdos bilaterales que nos permita fortalecer relaciones con Asia sin depender demasiado del patrocinio de Beijing, que, como prueban los conflictos comerciales del gigante oriental con Australia y con Nueva Zelanda, podría transformarse en un arma de doble filo que a la larga, perjudicará nuestras relaciones con nuestros naturales aliados occidentales en el Atlántico, especialmente en las Américas.

En este escenario, la llegada a la Argentina del nuevo embajador Extraordinario y Plenipotenciario de Japón, el Sr. Takahiro Nakamae es una excelente oportunidad para nuestro país para profundizar los tradicionales e históricos lazos de amistad con una potencia clave para la geopolítica en la cuenca del Pacífico, zona que se constituirá en epicentro de la economía global en el siglo actual y de un modo irreversible. “Ciento veinte años de relación entre Argentina y Japón son un patrimonio”, dijo el flamante embajador, que ya ha desempeñado tareas diplomáticas en Latinoamérica y particularmente en nuestro país.

La base de una más que centenaria amistad argentino japonesa, nos permitirá afianzar una relación de socios estratégicos con los nipones, siendo una invaluable oportunidad de trabajar tanto en las futuras inversiones japonesas hacia nuestro país como nuestras exportaciones hacia el ¨lugar de donde sale el sol¨, más allá del volumen de negocios a corto plazo. Un paso a paso fundamental para construir puentes hacia el Pacífico, una estrategia que, como hemos dicho, condiciona nuestro posicionamiento en el plano de la actual globalización en el Pacífico.

El nuevo mapa que proyectará la costa norteamericana hacia sus aliados en toda la cuenca oriental, no es sólo un freno para el proyecto hegemónico chino -que en el largo plazo significa una potencial amenaza a las democracias occidentales-, sino que también mediante alianzas estratégicas como la de Japón y Argentina podrían constituir un movimiento de piezas esencial en el tablero de naciones latinoamericanas para constituir nada menos que un punto de partida clave hacia el progreso sostenido en toda nuestra región.

Ante este escenario global no podemos ser ingenuos, la tensa relación entre dos gigantes como China y Estados Unidos, rivales y socios comerciales en creciente tensión militar, condicionará de mil modos nuestra participación en ese nuevo escenario, pero debemos involucrarnos de la mano de nuestros honorables amigos del Japón en defensa de las democracias occidentales, siguiendo el ejemplo de posguerra que ellos legaron a la humanidad mediante la construcción de puentes de diálogo fraterno y cooperación internacional en base a el ejercicio de la Diplomacia Ciudadana como herramienta de paz, prosperidad y amistad entre nuestros pueblos.

Por Fernando León

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