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Israel vota, en busca de un desempate

Los israelíes están llamados a votar en los quintos comicios en menos de cuatro años en una nueva edición del prolongado “empate” entre las coaliciones del expremier Benjamin Netanyahu y la heterogénea liderada por Yair Lapid. En una región cambiante y con una economía debilitada tras la pandemia y los efectos de la guerra en Ucrania, cada escaño será decisivo para la gobernabilidad de Israel.

En marzo de 2021, los israelíes fueron por cuarta vez en dos años a las urnas, producto de una prolongada crisis política. En aquel entonces, un escenario partidario fragmentado buscó debilitar todo lo posible al entonces primer ministro Benjamín Netanyahu (72) para impedirle formar una coalición de gobierno, luego de un total de 15 años en el poder.

A pesar de los procesos judiciales en su contra por corrupción y el desgaste de la pandemia del COVID-19, Netanyahu y su partido Likud fueron la primera fuerza con más de un millón de votos. Sin embargo, su pérdida relativa de espacio frente a otras coaliciones de derecha le impidió reunir los 61 escaños necesarios para retener el cargo de primer ministro.

Así, el entonces presidente Rubén Rivlin encargó a Yair Lapid (58) la formación de una coalición parlamentaria que le permitiera ser investido como jefe de gobierno. El acuerdo entre Lapid (Yesh Atid), Natftalí Bennett (50, Yamina) y otros socios menores estableció un ejecutivo rotativo entre los principales miembros de la coalición.

Entre junio de 2021 y junio de 2022 fue el turno de Bennett, para ser sucedido hasta la actualidad por Lapid. En abril la joven diputada oficialista Idit Silman (41) desertó y con ello rompió la mayoría justa de 61 escaños de la frágil y heterogénea coalición. Esto anticipó el llamado a elecciones, inicialmente previsto para noviembre de 2025, los quintos comicios en poco más de tres años en Israel.

QUINTO LLAMADO, ¿EL DEFINITIVO?

Israel tiene un régimen político parlamentario. El sistema es unicameral y la asamblea nacional se denomina Knesset. Un Presidente (Isaac Herzog desde el pasado junio) es el jefe de Estado y quien llama a formar gobierno.

Para hacerlo, el candidato a Primer Ministro debe reunir 61 escaños en la Knesset y tiene hasta 42 días para formar gobierno. Por las dinámicas fragmentarias de su sistema de partidos, en toda su historia jamás una sola fuerza ha podido formar gobierno de manera aislada en Israel.

A pesar de que originalmente los miembros del Parlamento tienen un mandato de cuatro años, en los últimos tiempos esto se viene interrumpiendo por sucesivas disoluciones de la legislatura por convocatoria a elecciones anticipadas.

Israel, cuyo territorio cabría en la pequeña provincia argentina de Tucumán, tiene menos de 9 millones de habitantes y un padrón de más de 6 millones de votantes, de los cuales fue a las urnas cerca del 70% en los cuatro comicios recientes.

Uno de cada seis votantes es ultraortodoxo religioso, y sus prerrogativas siempre se imponen en los debates electorales. En el caso de los árabes israelíes, menos de la mitad suele emitir su voto.

El contexto económico israelí trae un amplio debate en torno a un Estado que en los últimos lustros ha defendido la libre competencia en el mercado a la vez que mantenido altos niveles impositivos para la población. Los grandes indicadores de Israel en general son muy satisfactorios, en el día a día los ciudadanos aspiran a estar mejor -el impacto de la guerra de Ucrania trajo la inflación más alta en 14 años-.

En materia de seguridad, las relaciones con los palestinos y la defensa frente a ataques del grupo extremista Hamas -que no reconoce al Estado de Israel- influyen mucho en el voto. En el plano regional, las réplicas de la guerra civil de la vecina Siria y las recientes manifestaciones masivas en Irán son parte también de las preocupaciones del electorado.

En 2020, y gracias al apoyo de Washington, Israel cosechó un gran triunfo político con los Acuerdos de Abraham, por medio de los cuales reanudó relaciones diplomáticas con Emiratos Árabes Unidos y Bahréin y abrió embajadas a los pocos meses. Al poco tiempo, pudo replicar esos avances con Sudán y Marruecos, lo que redundó en el mayor dinamismo de la diplomacia israelí en Medio Oriente desde la Revolución Iraní de 1979.

EL ETERNO RETORNO DE “BIBI”

Nuevamente el protagonista de estos comicios es el controversial ex premier Benjamin “Bibi” Netanyahu. Busca un sexto mandato como jefe de gobierno israelí, después de una primera gestión en la década de los noventa y hegemonía política a comienzos del siglo XXI.

En 2019 superó al padre fundador de Israel, David Ben Gurión, como el mandatario con más tiempo en el poder. Es el líder del Likud, partido político que combina elementos de la derecha política con la ortodoxia religiosa.

Tras no lograr una coalición en 2021, se mantuvo como voz opositora de las administraciones Bennett-Lapid. A tres semanas de los comicios, introdujo una masiva reorganización en sus equipos de campaña, con el foco puesto en bajar el abstencionismo.

Netanyahu está convencido de que su caída en el último llamado a elecciones se debió al abandono de algunos votantes, sobre todo la juventud.

Según los últimos promedios de encuestas de octubre, la coalición de Netanyahu recibiría 59 escaños y la del primer ministro Lapid 57. Con cada vez menos posibilidades de transfuguismo y un electorado hastiado del empate político, en estas próximas elecciones cada escaño será determinante para la gobernabilidad de Israel.

En este panorama, la lista árabe reaparece como la principal candidata a “coronar” al futuro primer ministro. El líder de Raam, Mansour Abbas, lidera los esfuerzos para mantener a los árabes dentro del próximo gobierno de coalición e incrementar su presencia legislativa (actualmente de cuatro escaños), luego de que la Corte Suprema reafirmara su validez como lista electoral.