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Isela Costantini: “Pasamos de demasiadas restricciones a que cada uno se arregle como pueda”

La exgerenta del grupo GST, ex General Motors y Aerolíneas Argentinas cree en el modelo de gradualidad del Gobierno, pero subraya, en la nota con LetraP que los CEOs llegan a la función pública con la idea de “reducir los gastos”.

De origen brasileño, Costantini vivió en diferentes lugares del mundo y llegó a la Argentina en 2012. En su libro, “Un líder en vos”, refleja la realidad de hace seis años. Un país donde a las mujeres se les preguntaba sobre cómo romper el techo de cristal, para acceder a lugares, entre otras cuestiones. “La situación desde entonces a hoy cambió –asegura-. Es todo un proceso de transformación, hay más concientización, más movilización. Las cosas no se hablan, no se dicen y, cuando se empiezan a decir, se dice de todo. Creo que estamos como en un tubo de ensayo en el que están todas las informaciones, los extremos, lo que tiene sentido, lo que no tiene sentido, lo correcto y lo que no es tan correcto, todo en completa ebullición. Hoy se habla más del tema. Pero la preocupación es hasta qué punto se va a seguir hablando del tema hasta el punto de cansarse, de decir ´ya es demasiado´. A mí ya me empieza a hacer ruido, siendo mujer, estar escuchando tanto del tema”.

-Esa situación, ¿la ve igual en la política y en las empresas?

-En la política ya teníamos mujeres. En 2012 la presidenta era Cristina (Fernández), había ministros, diputados, embajadores y senadores mujeres. Hoy hay una vicepresidenta. En la política hay mujeres, tienen la vocación de la cosa pública, pero lo he visto mucho más en las empresas.

-Esa avanzada en la agenda género, ¿derivó en que el Gobierno considerara el aborto como un tema a poner en debate?

-No sé cuál fue la razón por la cual el Gobierno puso ese tema en agenda. Ahí no puedo decirlo.

¿Le parece un tema importante?

-Es un tema importante por lo que se vive en el mundo. A veces uno tiende a escaparle a las conversaciones y a los temas difíciles y son temas reales. Cuando uno mira las estadísticas, son asustadoras. Uno puede hacer vista gruesa y decir que no quiere hablar de este tema porque están los valores, o porque va a ser muy polémico o puede perjudicar. Pero a la vez, es la realidad del país y el mundo en el que vivimos.

-¿Tiene una posición sobre el aborto?

-Es muy difícil, tengo mis valores y también veo la subjetividad de los casos. Y cuando uno entra en la subjetividad de los casos empieza a decir “no sería el caso”. Para mí una vida es una vida, no importa en qué semana de gestación. Con mi primera hija tuve que hacer tratamientos y cuando la vi, que era una “arvejita”, ya era mi hija. Ya me imaginaba cómo se iba a llamar. Ahora, cuando uno empieza a entrar en la subjetividad de la condición de la madre, del bebé, o en cómo fue gestada, uno empieza a entender que hay que ver cada caso. Gran parte de la esperanza que tengo con el debate del aborto en Argentina es que nosotros empecemos a abrir un espacio para aceptar y escuchar la opinión del otro, sin criticarlo ni ponerle un adjetivo. Se ha creado la cultura de que si decís que te gusta el blanco, sos contrario al negro. No todo tiene que ser de un mismo partido político, ni pensar lo mismo. La diversidad favorece a que haya un crecimiento más rápido y sustentable.

-¿En qué país de América Latina pasa lo que usted plantea? Lo de aceptar las posiciones sin cuestionarlas.

-¿De escuchar la opinión de los otros? En Brasil uno escucha la posición del otro. Si decís tu opinión del otro nadie viene y te escracha y te dice que sos anti. En Brasil nunca lo viví como se vive acá.

-¿Aún en esta coyuntura actual de Brasil?

-Hoy es un tema muy específico de la política, lo que está pasando con Lula y con el PT. Pero en los demás temas… el punto hoy no es que vos tengas un opinión, sino que seas criticado o expuesto como contrario a algo. Esa emoción negativa es la que no se ve en Brasil.

-Hubo hace unos años una conferencia industrial de la UIA en la que participaron gobiernos y empresarios de Brasil y Argentina. Había allí una envidia a la idea burguesía de Brasil, más relacionada a un nacionalismo que la local. ¿Eso existe o es un mito?

-Lo que hay es más unión de esfuerzos, más allá de que a uno le esté yendo mejor o peor. El individualismo no es tan fuerte en Brasil como lo veo acá en Argentina. Los grupos trabajan integrados, uno ve a la Fiesp (la UIA de San Pablo) y salen todos a pelear juntos. Pero también hay una cantidad de empresas que son siempre las mismas.

-Se teoriza sobre el éxito de las empresas, incluso por fuera de los contextos políticos. ¿Cuánto tiene que ver el Estado en que le vaya bien a una empresa?

-Ninguna empresa puede sobrevivir si está peleada con el Estado. Tampoco cuando se lo tiene como enemigo. Por enemigo digo que le pone leyes que lo bloquean, sanciones que no le permiten crecer. En General Motors teníamos una política de que no éramos pro de hacer política, pero nuestro rol era llevarnos bien, porque las cuestiones políticas iban a pasar y la empresa tenía que seguir.

-Ha estado en mesas de negociación con el Estado, en situaciones complejas, donde se peleaba fuerte.

-Estuve en ese ambiente. Teníamos las licencias de importaciones que no venían a la velocidad que nosotros necesitábamos y en el volumen que necesitábamos. Eran barreras que dificultaban, pero la empresa tiene que ser sustentable y buscar la forma de ser rentable y crecer más allá del Estado. No podés estar pendiente de que el Estado te apruebe una ley.

-Respecto a los años del kirchnerismo, hubo una especie de oleada de sinceramiento empresario sobre el rol pasivo en aquel período. ¿Fue diferente en su proceder?

-No, para nada. Una de las cosas que más contenta me dejan conmigo misma es que soy, pienso y actúo coherentemente. O sea, a mí me tocó en la época del kirchnerismo ser presidente de ADEFA (fabricantes del autos) y gran parte de mi preocupación en el último año era evitar que se sancionaran más leyes que fueran complicadas, para que no pudiéramos manejarnos. La ley de importación para el lujo fue una ley que, una vez sancionada, era difícil volver atrás. Si venía un gobierno totalmente opuesto al kirchnerismo, iba a ser muy difícil.

-Los CEOs, lo que Macri llama Círculo Rojo, reclamaron y reclaman al Estado. Pero, ¿estuvieron a la altura de las circunstancias estos años? ¿Invirtieron? ¿Crearon empleo?

-Creo que nos fuimos de un opuesto al otro. De demasiadas restricciones para proteger la industria local y ahora es como que gane el mejor. Libre competencia y cada uno se arregle como se puede arreglar. Creo que hay riesgo de los dos lados. Y hay ventajas y desventajas de los dos lados. En el momento de restricción te ahogaban, nos sentíamos ahogados. Era ver cómo mantenés tu costo de estructura, cuando ves que lo que producís localmente no necesariamente es interesante para Brasil, que venía con la industria cayendo. Hoy tenés un Brasil que empieza a crecer y lo que producís acá lo podés exportar. El punto acá es que seguimos siendo Brasil dependientes, el punto es ver en qué momento podemos empezar a ser un exportador para otro país. Qué rol tiene la industria, dónde queremos ser más competitivos.

-¿Y ahí hay responsabilidad empresarial?

-Hay responsabilidad de los empresarios. Me pasó con GM, estaba con el proyecto del Cruze (modelo de auto) y para que fuera un éxito sustentable, necesitaba más proveedores locales. La gran pelea era con los proveedores locales para que inviertan acá. Las empresas argentinas se quedaron muchos años sin invertir en nuevas tecnologías. Y para invertir en tecnología necesitas volumen y tenés que hacerlo viable. Y Brasil es más interesante.

-Mencionó el irse de un costado a otro. ¿Cree que la apertura que hace el Gobierno es excesiva o está mal aplicada?

-Estoy a favor del libre mercado, el cliente final tiene que poder elegir. A lo que voy es más a dónde queremos poner el foco del desarrollo de nuestro país. Si vos abrís totalmente las importaciones, ¿qué dejaste de producir localmente y qué perdiste para siempre? Hay ciertos conocimientos que si no los seguís desarrollando, difícilmente volvés a poner esa estructura en el país. Entonces, ¿queremos ser fabricantes de latas de tomate? No lo sé, quizás la decisión es si, deberíamos serlo. Yo tengo una teoría: nosotros tenemos un montón de productos que son totalmente naturales y nadie nos los puede sacar. El petróleo, la minería, minas de litio. Ahora, vos decís, somos exportadores de petróleo, de gas, de litio, pero el valor agregado no está ahí. El valor agregado es armarlo en una cadena productiva. Aluminio, hablamos de motores de auto de aluminio, acá en Argentina traen el block de aluminio de China, que fue hecho con el aluminio de acá. Entonces, hay sectores donde vos podés pensar en agregarle valor al producto bruto.

-Entonces cree que sí nos fuimos de un extremo a otro.

-Sí, nos hemos ido a un extremo de abrir el mercado, pero creo que lo que se tiene que volver a reflejar es cómo nos hacemos competitivos para no perder lo que ya hemos construido. Cómo hacemos para que los sectores no digan, nos dedicamos a otra cosa porque producir no tiene más valor. Y es algo bastante complejo, porque el futuro está yendo más a los servicios que a la producción; lo que es manufactura, en algunos años debería ser minimizado. Va a serlo, porque empezamos a automatizar cada vez más.

-¿Los impuestos son altos en el país?

-Tenemos una cadena impositiva bastante alta.

-¿En Brasil se paga menos?

-Depende del área y el sector, pero sí, tenés sectores que pagan menos. Eso es fácil de medir, incluso en autos, cuánto de impuestos se paga en Brasil y cuánto en Argentina.

-Esa es una idea que el Gobierno tiene, inclinar el modelo más hacia el lado de los servicios. El anhelo de Cambiemos de una Argentina estilo Australia.

-Sí, pero vos tenés una estructura industrial hoy en Argentina y tenes un PBI atado. Y el PBI es el efecto dominó con el empleo.

-En ese contexto, ¿la libre competencia no debería estar medida por sectores? ¿Es lo mismo abrir la economía para una pyme que para el sector aerocomercial?

-Estoy de acuerdo. Es totalmente diferente, no podés comparar una lata de tomates con asientos de cuero o amortiguadores. Hay sectores que uno tiene que mirar, para saber si es clave o si puede ser competitivo.

-¿Cómo explica la imagen negativa que tienen los CEOS y los empresarios en general en la Argentina?

-Es una buena pregunta. Cuando entré en IDEA, era una de las cosas que planteábamos: cómo hacer para trabajar la imagen del empresario. El tema es que hay una diversidad tan grande de empresarios… Cristóbal López es un empresario. Entonces, cuando hablás de empresarios, ¿de quién hablas? ¿Cómo comparás un López con un (Ceo de Arcor, Luis) Pagani? Es como hablar de los políticos, ¿qué imagen tienen los políticos? El empresario entra dentro de la categoría de las imágenes negativas que hemos tenido de algunos empresarios en el pasado, pero que fueron tan fuertes que terminaron manchando el papel del empresario.

-En rigor de verdad, la imagen negativa de los empresarios es bastante anteriores a López, es casi histórica.

-La imagen se hace por acciones u omisiones, yo llegué a Argentina en 2012. Antes de eso, cómo se veía, no lo sé.

-Sin ser la generalidad de los casos, el manejo de los precios y la idea de especulación y sacar ventaja, ¿no la ve como una posible respuesta?

-Sí, pero hoy tenés quejas que están relacionadas a lo que el Gobierno viene haciendo con tarifas. Se empieza a mezclar. Y hay ciertas cosas que es muy difícil explicar a la población común, a doña Rosa. ¿Cómo vas a hablar la presión impositiva? ¿Qué es eso para una persona que no está metida en el día a día de una empresa? Entonces, es difícil hablar sobre qué es lo que hace que los precios aumenten. Se llega a decir, entonces, que la persona o el empresario los sube porque no quiere dejar de ganar plata. Salir a explicar cómo se arma un resultado operativo de una empresa y cuánto de la latita es costos… pero nadie ve esa cuenta.

-¿Los impuestos son altos en el país?

-Tenemos una cadena impositiva bastante alta.

-¿En Brasil se paga menos?

-Depende del área y el sector, pero sí, tenéacute;s sectores que pagan menos. Eso es fácil de medir, incluso en autos, cuánto de impuestos se paga en Brasil y cuánto en Argentina.

-Hay mucho del conocimiento y de la vivencia, la obsesión que se vive en el sector privado, que trae mucho valor al sector público. No podés tener en el sector privado una empresa que va a la quiebra. Tenés que tener los costos bajo control, la forma de garantizar la rentabilidad. Hay una serie de cosas que mes a mes vas acompañando, tenés un trabajo constante y seguido de poder controlar y entregar los resultados. En el sector público, uno llega con una mentalidad de eficiencia de procesos, una mentalidad que tenemos de reducir los gastos, dónde están las personas que pueden ayudar a hacer realidad un plan. O sea, hay mucho que uno trae del lado privado para la política. Lo que uno se encuentra en la política son varias cosas diferentes: una es la repercusión más amplia y compleja en cualquier decisión que tomás. Hay un efecto dominó más amplio que en una empresa.-En algún momento, en su paso por Aerolíneas, dijo que no era política, que estaba en una empresa del Estado. Pero hay otros CEOs que sí son ministros. ¿Son trasladables las funciones del CEO a la política?

Otro elemento es que estás dentro de lo social, no es solo mirar a los clientes y la empresa, tenés el impacto de una empresa que tiene un rol para la sociedad. Los tiempos de decisión son diferentes. Es más compleja la toma de decisión en la política que en el sector privado.

-O sea, o uno se hace político o la política lo expulsa. Al ministro Aranguren, ex Shell, le pasa algo curioso con eso. Hace en la función pública lo mismo que hacía en el sector privado, aplicar aumentos en combustibles. Y eso le cuesta imagen y cuestionamientos de la política.

-No puedo hablar por Aranguren porque no es solo él, están (GustavoLopetegui, (Mario) Quintana, Marcos Peña, Mauricio. A veces él puede ser el portavoz de algo que hay que hacer, no sé si él quisiera hacerlo o cómo lo haría. Es como en cualquier empresa, uno se tiene que sentir cómodo dentro de lo que son las reglas del juego y la dinámica de cómo se maneja. Tiene mucho valor el que sale del sector público al privado, y al revés.

-Mencionó el hecho de que llega al sector público desde el privado con la idea de recorte de gastos. ¿Puede eso explicar la idea de mayor austeridad y ajuste que tiene el Gobierno?

-Sí. Y sí en el sentido de que el país estaba quebrado. Si seguíamos como estábamos yo no sé… la inflación estaría por los aires, se seguiría emitiendo moneda. Tiene que ver con la necesidad de encaminar de vuelta el tren. En Aerolíneas se necesitaba una caja de mil millones de dólares para mantenerla en el año 2016, ¿de dónde sacas mil millones para pagar las deudas, los sueldos y hacerla seguir volando? La realidad era que en algún momento no iba a haber más plata y la desesperación era el ajuste más rápido, porque el hueco era grande.

-¿Está mal o bien el ajuste rápido? También ese punto genera tensiones en el poder político.

-Es una buena pregunta. Creo mucho en que hay cosas que hay que hacerlas graduales, principalmente cuando un país está tan acostumbrado a los subsidios. Tenés un alto nivel de pobreza, una baja inserción laboral y social, si haces un shock exterminas un grupo social. Y la gradualidad te da la posibilidad de entender dónde minimizas el impacto, en qué grupos lo haces en forma más fuerte. Pero llega un momento en que el gradualismo… tenés que ver si sigue y si le vemos avances, y si hay cosas más o menos graduales. Cuando tenés una diversidad de clases sociales tan grande, de realidades, de gente muriéndose de hambre en el mismo país donde hay gente que le sobra la comida. Hay mucha disparidad social como para hablar de hacer algo en shock.

-En este planteo que hace, ¿ve margen para cobrarle más a los que más tienen?

-No sé si hay margen, la gran duda es decir cómo se hace ese ajuste. No somos socialistas, pero cuando la sábana está corta uno tiene que ver cómo llevar el país adelante.

-¿Qué diagnóstico hace del país en estos dos años de Macri?

-Estamos en plena etapa de transformación. Hay una necesidad de cambio, de dinámica, de cultura, de volver a incluirnos, cómo hacer para que la pobreza realmente desaparezca no por la métrica de decir que tenemos menos pobres. Todas estas épocas de ajuste, si es gradual no es gradual, es parte de esta transformación para saber hacia dónde vamos. Argentina hoy es un tubo de ensayo con colores dando vueltas.

-Para la mitad de un mandato, ¿eso le parece suficiente?

-Depende de dónde vengas. No venís de un país estable, era un país a rearmar. Con la velocidad a la que va el mundo hoy, tendríamos que ir más rápido, uno espera mayor agilidad.