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Filipinas ante el retorno de otros marcos

Las elecciones presidenciales del 9 de mayo en Filipinas pueden abrirle las puertas del poder a una nueva generación de la familia del exdictador Ferdinand Marcos, a través de, su hijo “BongBong”, favorito en los sondeos y apoyado por Sara Duterte, hija a su vez del mandatario saliente, el derechista Rodrigo Duterte.

Más de 67 millones de votantes filipinos están convocados a elegir nuevo presidente y a renovar el Parlamento este 9 de mayo, y Ferdinand “BonBong” Marcos (64), hijo del exdictador Ferdinand Marcos (1965-86), aparece como favorito en los sondeos para suceder al actual mandatario, el derechista Rodrigo Duterte (77).

En Filipinas, el presidente es elegido por seis años, sin opción a la reelección y por mayoría simple, pero su vice es votado en una boleta por separado, lo que permite que sea de otro partido, como ocurre actualmente con Leni Robredo (56), del opositor Partido Liberal, quien anunció que el 9 de mayo competirá con BongBong.

Sara Duterte-Carpio, hija del mandatario saliente y alcaldesa de Davao desde 2016 (como lo fue su padre durante 23 años, en los que ensayó sus métodos violentos contra el crimen), se encaminaba a sucederlo. Pero ella se postuló a vicepresidenta por el nuevo partido Lakas-CMD, una maniobra seguida de la candidatura de Marcos Jr, en lo que se interpreta como una alianza entre ambos clanes familiares.

Marcos Jr (Partido Federal) y Robredo (Lakas-CMD) forman parte de una oferta de candidatos a presidente en la que se destacan también el exboxeador Manny Pacquiao (PDP-Laban, quien militaba con Duterte padre pero terminó enfrentándolo, y el alcalde de Manila, Francisco Domagoso (Aksyon Demokratiko).

Los filipinos también elegirán durante la misma jornada la mitad del Senado (12 de sus 24 miembros) y toda la Cámara de Representantes (unos 300 miembros, el número puede variar en cada comicio y se eligen por distrito la mayor parte y por distrito el resto), donde un fragmentado escenario de partidos y alianzas se cruzan constantemente en la articulación con el Ejecutivo de turno.

Clanes y pasado

Ferdinand Marcos Jr puede llevar a su familia nuevamente al poder 35 años después del final de la dictadura que encabezó su padre y homónimo (fallecido en 1989), hoy en parte gracias a una fuerte campaña mediática y en las redes sociales, en la que ha procurado imponer una relectura política de aquellas épocas.

Amnistía Internacional denuncia que al menos 3.257 personas fueron víctimas de asesinatos extrajudiciales y unas 35.000 torturadas bajo la Ley Marcial impuesta por Marcos padre entre 1972 y 1986. “Bongbong” ha reconocido esas violaciones de derechos humanos, pero apuesta por rescatar su gestión económica (aunque también se acusa a su padre de haber incorporado a sus bienes unos 10 mil millones de dólares del erario público, según Transparencia Internacional).

Este no es el momento ni el lugar para discutir sobre la historia de Filipinas“, dijo Marcos Jr. “Necesitamos discutir sobre lo que vamos a hacer los próximos años para devolver empleos a la gente para que puedan tener dinero en sus bolsillos”.

Los analistas asocian esa reinterpretación del pasado, también, con la alianza tácita establecida con Sara Duterte-Carpio, cuyo padre termina seis años de presidencia cuestionado él mismo dentro y fuera del país por su feroz campaña contra el tráfico de drogas, que dejó más de 6.200 muertos por la Policía hasta marzo pasado, según el balance oficial de la propia DEA filipina (PDEA).

A los Duterte también les interesa desarticular la investigación sobre ejecuciones extrajudiciales en esa campaña. A finales de 2021, la Fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) aceptó la promesa de una investigación a fondo de parte del gobierno sobre las violaciones denunciadas y suspendió, al menos temporalmente, el procedimiento que había abierto.

La posibilidad de un gobierno de las familias Marcos-Duterte estaba planteada ya en 2021, cuando el presidente saliente aspiraba a competir por la vicepresidencia y secundar a Marcos Jr. Al final, “BongBong” renunció a esa opción para allanar el camino a su hija y potenciar su clan. “El abrumador sentimiento de los filipinos es que no estoy cualificado”, dijo en octubre, y anunció su “retiro de la vida política”.

En ese contexto, la actual vicepresidenta Robredo emerge como una opción opositora con alguna chance de bloquear los planes de los Marcos y los Duterte. “Tenemos que liberarnos de la actual situación. Pelearé”, proclamó Robredo, y prometió librar un combate contra “las políticas viejas y podridas” en el país, 35° economía del mundo por PIB.

Para llegar a la vicepresidencia, en 2016, Robredo había derrotado -justamente- a Marcos Jr. por unos pocos miles de votos. Desde ese cargo secundario, se erigió en la figura de oposición a Duterte más activa, tanto cuestionando la represión del tráfico de drogas como por su acercamiento a China. Su esperanza frente a los sondeos desfavorables es que en 2010 y 2016 los favoritos acabaron perdiendo.

Robredo entró en política de lleno cuando falleció su marido, Jese Robredo, por entonces secretario de Interior bajo la presidencia de Benigno Aquino (2010-16), en un accidente de avión, en 2012. Pero antes de convertirse en congresista en 2013 y en vicepresidenta en 2016, ella fue una reconocida activista de derechos humanos y abogada de oficio para comunidades rurales sin acceso a servicios legales.

El rol de China

Bajo la presidencia de Aquino, esta excolonia española (1898) asistió a uno de sus períodos económicos recientes más estables (una media de 6,2% de crecimiento, aunque con 24% de pobreza). En ese sexenio, Aquino se recostó sobre Estados Unidos y se enfrentó abiertamente con China. El nacionalista Duterte, apenas llegado al poder, giró esa estrategia para acercarse a Beijing, en un movimiento más de los que alteraron desde entonces el escenario geopolítico del Asia-Pacífico.

China y Filipinas son vecinos cercanos con una historia de intercambios de miles de años. Buena vecindad, amistad y cooperación es la única elección correcta para nosotros“, dijo el presidente chino, Xi Jinping, en su primera visita a Manila, en 2018.

En 2020, en represalia por la cancelación del visado estadounidense a Ronald Dela Rosa, exjefe de Policía y cerebro de la guerra de Duterte contra el narcotráfico, su gobierno anuló un acuerdo de visita de tropas estadounidenses pactado en 1999, aunque sin llegar a romper los acuerdos generales de cooperación militar de 1951.

En febrero pasado, seis años después del deshielo de las relaciones bilaterales con Beijing, Xi reafirmó a Duterte la voluntad china de continuar sosteniendo el desarrollo de infraestructuras y las fuertes inversiones en Filipinas, a través del programa La Franja y la Ruta, y seguir asistiendo a toda la economía de las islas.

“Los líderes enfatizaron la necesidad de realizar todos los esfuerzos para mantener la paz, la seguridad y la estabilidad en el mar de la China Meridional, ejerciendo moderación, disipando las tensiones y trabajando en un marco de mutuo acuerdo para una cooperación funcional”, coincidieron Duterte y Xi.

Ello no quita que Manila mantenga su reclamo de soberanía en el Mar de China meridional, una región que se disputa con Beijing y otros países (Vietnam, Filipinas, Malasia, Indonesia y Brunei) rica en recursos y paso comercial internacional clave por el que transitan bienes por billones de dólares cada año.

En ese contexto de viejas disputas, pero como gran potencia emergente, China despliega una activa diplomacia económica, extendida a la distribución de vacunas y asistencia frente al COVID-19. En 2016, el Tribunal de Arbitraje de La Haya concedió a Filipinas la soberanía de varios islotes y atolones que China ocupa.

A su vez, en línea con la apuesta a dos puntas de otros países del Asia y del Pacífico, Filipinas siguió realizando ejercicios militares conjuntos anuales con Estados Unidos, como los de marzo-abril pasados, en plena invasión rusa de Ucrania, en los que según China participaron 3.800 filipinos y 5.100 militares norteamericanos, y que fueron los más grandes desde 2015.

La economía

Según la OCDE, la economía filipina puede ser la que más crezca del Sudeste Asiático durante este 2022 -si bien con un mercado laboral todavía muy dañado y 6,4% de desempleo, como en toda la región-, por encima de China (5,1%) aunque por debajo de India (8,1%), y en 2023 seguiría en ascenso, hasta 6,1%.

En sus “Perspectivas Económicas para el Sudeste Asiático, China e India 2022”, la OCDE proyectó un crecimiento del producto interior bruto (PIB) del 7% para Filipinas en este año electoral, y el gobierno espera incluso hasta 9 por ciento. En sus más recientes previsiones, el FMI elevó el crecimiento de 6,3% a 6,5%

Las perspectivas son de un crecimiento robusto. La aceleración de los proyectos de inversión en infraestructuras y la recuperación de las remesas de los trabajadores filipinos en el extranjero constituyen riesgos al alza de la previsión, aunque las incertidumbres relacionadas con la pandemia siguen inclinando la balanza de riesgos a la baja“, evaluó la OCDE.

La mejora del PIB de Filipinas estimada para este año supera las previsiones de la OCDE para otros países de la región: 5,2% para Indonesia, 6% para Malasia, 3,8% para Tailandia, 6,5% para Vietnam, 3,5% para Brunei, 4% para Singapur, 5,6% para Camboya y 4,6% para Laos (Myanmar, única caída, -0,3%).

Según el Banco Asiático de Desarrollo (BAD), con pronósticos similares, de hasta 5,3% de crecimiento para las 46 economías en desarrollo de Asia y el Pacífico, la isla se verá impulsada por una buena campaña de vacunación. Hasta marzo se habían vacunado 63 de los 100 millones de filipinos -aunque bajo la amenaza de Duterte de arrestar a los que se negaran a hacerlo-. Ello permitió relajar restricciones y reconectar a Filipinas con la región y el mundo, después de contar más tres millones de contagios y 52 mil muertos de COVID-19.

Esto por sí solo impulsará la recuperación económica durante el primer semestre de este año y debería seguir ayudando a mejorar la confianza de los consumidores y las empresas y a restablecer el empleo“, sostuvo el banco. Como riesgos, según el BAD, los cortes en la cadena de suministros global impulsarían todavía más la inflación, que en 2021 llegó al 4,5%, antes de la guerra en Ucrania.

Los efectos indirectos o la ramificación de la guerra pueden ser muy malos“, consideró el banco. En Filipinas, las petroleras subieron las naftas durante ocho semanas consecutivas e impactan sobre fertilizantes y productos agrícolas.

La falta de trigo desde Rusia y Ucrania desplazó la demanda hacia el arroz, que representa el 8% de la canasta del consumidor medio filipino y el 16,4% de los hogares más pobres (30%). “Un aumento del precio del arroz incrementaría la pobreza, a menos que se mitigue con la ayuda social específica“, según el BAD.

La todavía frágil situación social de Filipinas quedó expuesta con virulencia el 16 de diciembre pasado, cuando el supertifón “Rai” azotó las islas con furia, dejó más de 400 muertos y cientos de miles desplazados de sus hogares.

El país es atravesado por varios tifones al año, pero la crisis climática ha provocado que las tormentas sean más impredecibles y extremas, lo que deja a los sectores más pobres también mucho más vulnerables. Casi cuatro millones de personas en más de 400 ciudades filipinas fueron golpeadas por el “Rai”. Más de medio millón siguieron en condición de desplazados durante la Navidad.