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Estancamiento de la obra policial de De la Sota

José Manuel De la Sota creo la FPA de Córdoba con un espíritu de lucha contra el Narcomenudeo. Hoy puede pasar del estancamiento al desperdicio

El desvío policial, cuando es a través de pequeños protones, no se configura en corrupción estructural. Pero existe, y pone en jaque, a pesar de muchos, la credibilidad. La lógica de la moral y los valores que debe atravesar a una fuerza de seguridad.

Córdobano es una excepción. La diferencia es que allí, en el año 2015, se creó una fuerza especial. Se trata de la Fuerza Policial Antinarcotráfico (FPA). Una respuesta resiliente a la corrupción estructural de la Policía de Córdoba en el área de Drogas Peligrosas. Área que fue disuelta tras el escándalo que la sepultó. (2013)

José Manuel De La Sota pensó y configuró a la FPA con un espíritu genuino de lucha contra el Narcomenudeo. La expresión del Narcotráfico que cambió la dinámica barrial a través de la violencia instalada por la droga y sus estructuras de venta.

Para que la misma no tuviese el espectro político, el Gobernador modificó la dinámica e hizo que la misma dependiese del Ministerio Público Fiscal. Más precisamente, del Fiscal General.

Alejandro Moyano fue el primer Fiscal General que se puso al hombro la conducción. Lo hizo con esmero, profesionalismo y responsabilidad, empapándose de conocimiento en la materia.

La FPA tuvo excelentes performances en el campo operativo porque el área de investigación tenía una ingeniera intelectual relevante. De hecho, uno de los golpes más destacados fue contra el legendario “Tuerto” Cacho y su organización con vínculos internacionales.

La Fuerza fue criticada por su estética y equipamiento sofisticado. Pero era lo que se necesitaba frente a la grave situación provincial.

Así es que la provincia comenzó a transitar años de trabajo contundente y de calidad hasta llegar a salir de los 5 primeros puestos del PBI narco delictivo a nivel nacional a fines del año 2018. Sin embargo, la proyección positiva, comenzó a estancarse.

El rol del Fiscal General

Las internas al interior de la fuerza aparecieron. Trascendían a pesar de los esfuerzos por taparlas. De disimularlas. Que no se filtrasen los culebrones a la prensa “maldita” descreída de la institución firme y digna.

El fin del mandato del Fiscal General fue a su vez el epílogo de la mejor etapa de la fuerza. Es que Moyano entendía que la FPA necesitaba coordinar con el Ministerio de Seguridad y no ser una isla dentro del territorio. Así es que supo coordinar, a pesar de un Fiscal Adjunto, con el entonces Ministro de Seguridad, Carlos Massei. Quien con astucia, también se puso al hombro a la Fuerza Antinarcóticos para estimular el plan de seguridad ciudadana trazado por el Gobernador Schiaretti.

La salida de Moyano y el tiempo acéfalo de la Fiscalía General no fueron funcionales a la seguridad en materia de Narcomenudeo. Tampoco lo fue la pandemia.

Moyano representaba una fuerte contención como jefe del jefe.

El jefe Salcedo y el escándalo

La reactividad se apoderó de la fuerza. Y la detención aún, de referentes del Narcomenudeo, revela que la reproducción de narcomenudistas acompaña el proceso de estancamiento de la obra de De La Sota.

Coincidimos, varios investigadores, en que dicha policía atraviesa una pérdida paulatina de supremacía en las calles.

Por su parte, la decisión de poner a una Subjefe fue tan solo un golpe de efecto de género. Un golpe mediático que saltaba categorías sin pensar en las consecuencias en materia de seguridad. Así fue como investigación criminal perdió a uno de sus mejores hombres y a otros tantos que le daban calidad a la institución.

Francisco Adrián Salcedo, el jefe, comenzó a viciarse en el ego y con su egolatría la fuerza se estancaba. Salcedo cometió, sin quererlo, el error del entorno obsecuente. Y sus aspiraciones de permanencia pasaron a estar por encima de la seguridad de los cordobeses al ir pasando a retiro, con aval del MPF, sus imaginarias aunque tal vez, inevitables sombras.

Proveniente del ETER, de buen trato, eficaz y permeable intelectualmente, Salcedo le hizo por años honor al espíritu concreto de la lucha contra el Narcomenudeo. Sus actuaciones fueron de excelencia. Tanto es así, que el actual Gobernador Schiaretti lo habría tentado para ser jefe de la Policía de Córdoba. Sin embargo, la decisión fue quedarse en la FPA por el lugar que De La Sota le había tendido. Y también, seguramente, por la remuneración.

Hoy la fuerza se encuentra en el panóptico del escándalo tras la detención de la Jefe Antinarcóticos de Villa María por presunta comercialización de estupefacientes. Una mujer que no estaba preparada para el cargo, como tampoco lo estaba su pareja, para pasar de la operatividad a la investigación. Sujeto también detenido.

Villa María, por su geografía y arterias, requería de otra conducción. Centro blanco por excelencia fue entregado al absurdo evitable. Es que el autarquismo del Jefe pudo más y no escuchó a sus pares idóneos.

Los resultados, son el escándalo que enchastra a una fuerza en la cual predominan los buenos recursos humanos.

El serpentario del MPF

Envuelta en las denuncias que llegan al 0800 888 8080, casi sin generación de investigaciones propias, y con un Fiscal General reciente -Juan Manuel Delgado- de buenas intenciones, la FPA es también rehén del tránsito serpentario que camina por los pasillos del Ministerio Público Fiscal. Desde donde algunos fiscales adjuntos creyeron que la fuerza era una unidad básica del Delasotismo alejándose de la realidad y de la vocación que De La Sota le puso a la institución. De hecho, una fuerza de seguridad, no debería ser una marca auspiciante.

La fuerza se creyó “Ministerio de Seguridad” en la distorsión forjada por un sector adjunto de fiscales del MPF, y el Jefe Policial se percibió como “Ministro”.

Del enclave al potencial desperdicio

La fuerza debe dar el viraje proactivo porque la pandemia fortaleció, en todo el país, al tejido delictivo en detrimento del tejido social.

La FPA tiene el desafío de no devorarse a sí misma. De retomar el respeto que generaba en sus inicios. Cuando pocos se atrevían a vender droga en las calles mientras la misma patrullaba.

Córdoba tiene la oportunidad de revertir. De avanzar sobre el mercado sintético. De abordar el mercado del paco instalado mientras se propagaba el COVID-19.

De darle a Córdoba Capital el tratamiento de enclave consolidado en pandemia mientras algunos amateurs miraban a Río Cuarto.

El enclave se consolida a partir pues, de una lucha meramente reactiva y deficitaria en la investigación criminal. Déficit que propició el avance de narcomenudistas peruanos con sede en la base narcótica de la villa 1-11-14 de CABA.

Hechos complejos que llevaron a Córdoba a volver a ser parte de los 5 primeros puestos del PBI narco delictivo nacional en el 2021. Pero la fuerza cuenta con recursos para retomar el sentido de una lucha que se desvirtuó por obsecuencia y desarticulación. Acomodarse con mayor solidez al plan de seguridad ciudadana por el que tanto trabajan el Gobernador Schiaretti y el Ministro de Seguridad Alfonso Mosquera. De los pocos Ministros que no le escapan al territorio y que busca unidad entre fuerzas sin lógica de parches.

Sin más, la Fuerza Policial Antinarcotráfico, debe sumar esfuerzos para no pasar del estancamiento, al desperdicio. Desperdicio que hoy, bordea la cornisa.

Por Laura Etcharren – https://soclauraetcharren.blogspot.com/

Laura Etcharren es socióloga, investigadora y consultora en temas de narcotráfico y narcomenudeo.