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Energía nuclear, el antiguo villano que ahora se convierte en héroe

Crece en el mundo la inversión y el despliegue de tecnología para energía nuclear. Argentina suma con el CAREM.

La limitada capacidad de generación de las fuentes renovables y la alta demanda mundial de electricidad impone una mirada renovada sobre la energía nuclear. En el transcurso de este 2022 hemos estado viendo que un antiguo “villano” parece regresar al ruedo, esta vez y dadas las circunstancias como el gran salvador que va a acompañar a las renovables en la transición hacia una generación sin emisiones de carbono.

Si ya antes del 24 de febrero se estaba cambiando la mirada sobre la energía atómica como fuente de producción de electricidad, la guerra de Ucrania ha dado el empujón necesario para el retorno de los átomos. El primer paso lo dio la Comisión Europea, poniendo en agenda a fines de 2021 la consideración de la energía nuclear como verde al menos hasta 2045 (ratificando esta condición en julio pasado). Luego de las restricciones de gas a Europa desde Rusia – respuesta a las sanciones de Occidente- y los fuertes incrementos en el precio de este combustible fósil, ratificaron la necesidad de “recuperar” la energía nuclear.

Estos movimientos, eminentemente geopolíticos, revalidan la mirada temprana de los inversores: los proyectos tecnológicos sobre fusión y fisión nuclear han tenido un excelente 2021 en lo que a atracción de fondos se refiere. Así, de acuerdo con un estudio prospectivo realizado por la plataforma Crunchbase sobre la inversión en proyectos nucleares, el año pasado las firmas de capital de riesgo (venture capital) han recaudado más de u$s3,4 mil millones para financiar tecnología nuclear, tanto relacionada con la fisión del átomo como con la fusión. Recordemos que la fisión atómica (tecnología vigente) produce energía a partir de la separación de un átomo, mientras que la fusión (tecnología en desarrollo) lo hace forzando la unión de los núcleos atómicos.

Nucleoeléctrica Argentina

Hay que poner en dimensión histórica lo que está ocurriendo para comprender su magnitud. Cabe recordar que la energía nuclear llegó a significar más del 15% de la generación eléctrica mundial en el año 2006. El accidente nuclear de Fukushima (Japón) en 2011, provocado por un tsunami, terminó de ubicar en un lugar muy incómodo a la energía atómica, que ya generaba desconfianza desde el desastre de Chernobyl (URSS, 1986): ambos accidentes, más allá de sus singulares características, alimentaron la representación del apocalipsis en la gente y empujaron a los gobiernos de muchos países no solo a desestimar un escalamiento en el desarrollo de esta industria sino incluso a sacar de servicio activo a muchas plantas nucleares en operación. Es importante señalar que el tsunami de 2011 en Japón tuvo un saldo de 19.000 muertos, de los cuales ninguno fue reportado por radiación derivada de los reactores de Fukushima Daichi.

En ese momento, naciones centrales e influyentes como Japón y Alemania -tercera y cuarta economía del mundo-, le bajaron el pulgar a la energía nuclear. Los alemanes pasaron de producir 163 mil gigawatts/hora en 2005 a tan sólo 64 mil gw/h en 2020 (aproximadamente un 11% del total de su demanda eléctrica): cerraron 30 reactores, quedándose con 3 plantas operativas. Japón que en 2011 cubría el 30% de su demanda de electricidad a partir de sus reactores nucleares, desde Fukushima fue reduciendo esta fuente de generación hasta representar en 2019 sólo el 6% del total de la oferta eléctrica. En la actualidad, la producción de energía eléctrica de fuente nuclear alcanza sólo el 10% de la oferta mundial.

Más allá de Europa y el caso de Japón, tanto Estados Unidos como China se mantuvieron expectantes después de Fukushima en cuanto al escalamiento de sus proyectos nucleares: la balanza comenzó a pesar más por el lado de recuperar e incrementar la capacidad de producción atómica cuando tanto los precios de la energía como la demanda presionaron decisiones competitivas: ninguno de ambos contendientes se preocupa tanto por el medio ambiente como por su preeminencia en la sociedad internacional, y detentar unas fuentes de energía suficientes, propias y tecnológicamente soberanas son elementales para sostener estos proyectos de poder.

Hoy nos encontramos con una serie de firmas y proyectos que tienen una mayor consideración que años atrás, desarrollando reactores nucleares modulares y/o investigando y buscando tecnológicamente la posibilidad de hacer de la fusión nuclear una alternativa comercialmente viable. Se destacan compañías como Terra Power, General Fusion y NuScale Power, que han obtenido más fondos y más tiempo para alcanzar sus objetivos: como ejemplo, detrás de Terra Power, firma con sede en el Estado de Washington (Estados Unidos), está Bill Gates y el chaebol surcoreano SK Group, financiando el desarrollo de Natrium, una nueva tecnología de reactores modulares pequeños (SMRs), con una capacidad de generación de 345 megawatts -los reactores tradicionales en Estados Unidos producen alrededor de 1000 megawatts-.

Por su parte, China está apostando fuerte a reducir su dependencia energética del carbón y a alcanzar en 2060 la carbono neutralidad. En tal sentido, el gobierno ha aprobado este año la construcción de 6 reactores nucleares más, que sumarían a los actuales 53 centrales atómicas en operación en el mainland. Esto le permitiría escalar desde los 55 gigawatts producidos hoy a 70 GW para 2025. Asimismo, se espera que la capacidad crezca aún más hasta alcanzar entre 120 y 150 GW en 2030, lo que podría ser suficiente para superar a EE. UU. a Francia, líderes en producción nuclear de energía (China es la tercera).

Para resaltar, la firma China Huaneng Group ha puesto en funcionamiento por primera vez un SMR, de 200 megawatts, en la provincia de Shangdong, que utiliza helio en lugar de agua en ebullición para producir energía, abriendo de esta forma el camino a una cuarta generación de reactores nucleares. Entre los países que acompañan en esta ruta de desarrollo de SMRs se destacan Rusia, Francia, Estados Unidos, Cánada, Corea del Sur, Reino Unido y Argentina, en este último caso con una planta en construcción, el reactor CAREM, ubicado adyacente a la central de Atucha con una capacidad de 25MW.

En este renovado contexto, tanto Alemania como Japón volvieron a mirar con mejores ojos a la energía nuclear. Así, en el caso germano, se ha pospuesto la salida de servicio de los tres reactores todavía en funcionamiento y se está evaluando retomar la operación de alguno de los que fueron parados en el pasado. En tanto que Japón, presionado por los altos precios del gas (fuente del 37% de su actual oferta eléctrica, en un 99% importado) y el alto uso de carbón (32% de su generación eléctrica), también va recuperando de a poco su antigua provisión atómica: ha anunciado la construcción de 2 nuevos reactores (Ohma y Shimane 3) y, a la luz de la guerra entre Ucrania y Rusia, aceleraría el reinicio de 9 unidades para el próximo invierno más otras 7 para el verano de 2023.

Resulta primordial entonces, en este escenario, que desde una mirada nacional la industria argentina relacionada con la energía nuclear se mantenga competitiva y “en guardia”, ya que la vuelta del “villano” presenta una excelente oportunidad de generación de riqueza y desarrollo: nuestro país está dentro del pequeño club de naciones del mundo con capacidades tecnológicas en el ámbito nuclear y ese es un activo muy relevante para lo que se viene en los próximos años. Hay que aprovecharlo.

Por Gabriel Balbo – Ambito