Chubut Para Todos

El miedo de Milei a la libertad

Por qué el Presidente le tiene tanto miedo a la libertad. Por qué justamente él, que hace del slogan de la libertad su caballito de batalla. ¿Es “¡Viva la libertad, carajo!” o es “¡Viva la libertad en la medida que se use para apoyar al Gobierno, carajo!”?

Las abuelitas decían: “Dime de qué te jactas y te diré de qué careces”. Al parecer, una adaptación de la cita bíblica “dime quién pelea y te diré quién peca; dime quién se cree mucho y te diré quién fracasa”.

Contra asesores, economistas y empresas. Javier Milei siempre parafrasea a Benegas Lynch sobre que el liberalismo es “el respeto irrestricto del otro basado en el principio de no agresión”. Pero, en la práctica, suele no respetar y agredir al otro.

Esta semana la emprendió contra dos miembros de su Consejo Asesor, a quienes echó. Uno fue el economista Fausto Spotorno, por haber opinado que “el plan económico de Caputo es de transición, después vendrá uno más mileísta”. El otro fue el mayor empresario textil del país, Teddy Karagozian, quien dijo que no veía “la recuperación de la que algunos hablan”.

Hasta entonces, ambos eran personas de confianza del jefe de Estado, a los que elogiaba en público y en privado. Pero tras aquellas mínimas objeciones, escribió en X: “ORIGEN DE LA TRAICIÓN. Uno traicionó porque quería afanarse información confidencial para hacer más rentable la consultoría. El otro lo hizo después de fracasar en imponer su agenda prebendaria.”

Quienes antes eran respetables asesores pasaron a ser traidores. A uno directamente lo acusó de ladrón; y al otro, de vivir de dádivas del Estado. Por lo menos una de esas denuncias (la de “afanarse información confidencial”) deberá ser denunciada pronto ante la Justicia por el jefe de Estado para no caer él mismo en el delito de encubrimiento.

¿Es “¡Viva la libertad, carajo!” o es ¡Viva la libertad en la medida que se use para apoyar al Gobierno, carajo!”?

Antes, ya había echado a medio centenar de funcionarios, muchos de ellos por expresar internamente disidencias mínimas con cuestiones de gestión.

En estos meses también apareció un imprevisto temor a la libertad de los propios mercados que él tanto alentó.

La primera señal fue cuando decidió intervenir para que las empresas de salud prepaga dejaran de fijar libremente las cuotas de sus afiliados. Esas empresas incluso fueron acusadas ante la Justicia por abuso de posición dominante. Puede ser un tema controvertido, pero en todo caso, las empresas no hicieron más que aplicar a libertad de mercado que Milei siempre postuló.

La última señal contradictoria con la pregonada libertad de mercado ocurrió en estas horas cuando el jefe de Estado cuestionó al banco privado más importante del país por una práctica que su mismo ministro de Economía consideró correcta. Este viernes, reiteró el ataque con su habitual violencia: “Les dejamos el culo como un mandril”.

Fue en la misma entrevista en la que volvió a insultar a los economistas que no piensan como él, a los que llamó “imbéciles”, “ecochantas” y “libertarados”. Además de insistir en que el FMI está infiltrado por comunistas como el chileno Rodrigo Valdés.

Contra los periodistas. El mismo viernes, después de un recurso judicial, el Gobierno autorizó que la periodista Silvia Mercado recupere el derecho que tuvo durante diez años de entrar a la Sala de Periodistas y preguntar en las conferencias de prensa.

El problema con Mercado fue que en enero había informado que los perros presidenciales ya estaban viviendo en Olivos, cuando al parecer recién se mudarían días después.

Pese a lo insignificante del tema, el Presidente respondió: “Es escandalosa la impunidad con la que inventan y operan mentiras algunos periodistas. Ninguno de mis perros está en Olivos”.

Ahora Mercado podrá volver a la Casa Rosada. Se va a encontrar con jóvenes libertarios que fueron autorizados a participar de las ruedas de prensa y simulan preguntar sin herir la sensibilidad oficial.

El Gobierno ya no sabe qué hacer para que los periodistas dejen de molestar. Primero se pensó en una matriculación obligatoria para todos los profesionales, regulada por el Ministerio de Capital Humano. Pero el intento duró pocas horas.

Esta semana surgió una nueva idea: “Vamos a hacer una sala de prensa de elite”, en la que el Gobierno determinará qué periodistas y medios “demuestren que merecen estar cerca del Presidente”, y cuáles no.

El problema de Milei para aceptar las informaciones y las opiniones de los periodistas va in crescendo. A los castigados de los últimos tiempos (Jorge Lanata, Joaquín Morales Solá, Marcelo Longobardi, María O’Donnell, Ernesto Tenembaum, Romina Manguel, Jorge Fontevecchia, entre tantos más) sigue sumando nuevos a cada paso.

En estas horas agregó a la periodista de economía de La Nación, Sofía Diamante, quien había comparado la intención de Caputo de vender dólares en el mercado a lo que ya había hecho en 2018. Milei la acusó de haberse pasado toda la campaña electoral “mintiendo sobre mis planteos y sobre la respuesta del público”. Al tiempo que denostó una columna del pasado fin de semana de “uno de los dinosaurios del círculo rojo”, en aparente alusión a Morales Solá.

Días antes ya le había dicho a otra periodista económica, Cecilia Boufflet, que “no solo no sabe, sino que tampoco entiende”.

Y tras el triunfo de la Selección en la Copa América, volvió sobre una obsesión permanente: la revista Noticias y el fundador de editorial Perfil, Jorge Fontevecchia. Fue a partir de una nota de tapa de hace ocho años, firmada por el neurocientífico Facundo Manes, que registraba el entonces fracaso de la Selección y la renuncia de Messi, y lo asociaba con el fracaso argentino. Milei recordó esa tapa para acusar a Fontevecchia en particular, y a los periodistas en general, de “mentir, calumniar, injuriar y perseguir a las personas”. Además de “violar el artículo 19 de la Constitución”.

¿Qué dice ese artículo? Que las acciones privadas están solo reservadas a Dios y exentas de la autoridad de los magistrados y que “ningún habitante de la Nación será obligado a hacer lo que no manda la ley, ni privado de lo que ella no prohíbe”.

No solo es temor a la libertad de expresión. También apareció un rechazo a la libertad de empresas y del mercado

¿En qué intersticio de la cabeza presidencial se habrá juntado la palabra Messi con un texto neurosociológico de 2016, con los periodistas mentirosos y con las acciones reservadas a Dios del artículo 19, a las 4.56 de la madrugada del lunes pasado, que fue cuando escribió ese tuit?

La libertad aceptada. Es probable que lo que le moleste a Milei no sea una vieja nota sobre fútbol y sociedad. Sino que el problema de fondo sea el mismo temor a que se informe y opine libremente. En este caso, el miedo a las investigaciones sobre los reiterados plagios con los que construye sus libros, sus formas autoritarias o sobre los consejos que él y su hermana creen recibir de seres que ya no están en este mundo. Como su estratega Santiago Caputo le dijo al diario La Nación, esas investigaciones son consideradas como una violación a la vida privada presidencial.

Milei parece incapaz de tolerar la libertad del periodismo y de la sociedad para conocer todo sobre la persona que maneja sus destinos y tiene el control de las Fuerzas Armadas, de Seguridad y de Inteligencia; y las herramientas económicas, fiscales y punitivas del Estado.

Es la libertad inspirada en las prácticas de la escuela liberal de los Estados Unidos que defiende, por ejemplo, el derecho a conocer los hábitos, el entorno y el estado físico y psíquico de quienes conducen un país.

Se trata de la libertad de investigar, de informar y de opinar, sin ser insultados ni silenciados por el poder de turno.

Salvo que Milei crea que la única libertad aceptada sea la libertad de sonreírle y darle la razón.

¿Máximo defensor mundial de la libertad? ¿O es como decían las abuelitas: dime de qué te jactas y te diré de qué careces? Las contradicciones presidenciales.

Por Gustavo González-Perfil