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El hidrógeno verde se anota en la transición energética

El temido incumplimiento de las metas fijadas por la comunidad internacional para mantener la temperatura global del planeta no más allá de 1,5°C por encima de los niveles preindustriales acelera la búsqueda de recursos para la transición energética y el “hidrógeno verde” emerge como una alternativa estrella.

La producción de “hidrógeno verde” (H2V) como una alternativa más emparentada con las renovables está emergiendo en todo el mundo a través de proyectos que demandan fuertes inversiones pero prometen ayudar a resolver los obstáculos que afronta la transición energética, multiplicados ahora por la guerra en Ucrania.

Argentina y Brasil, en América Latina, están entre los últimos países en encarar proyectos de producción de H2V de envergadura a través de inversiones directas, pero las iniciativas florecen también en Europa, África y Asia. Al mismo ritmo, se levantan objeciones sobre los límites de esta variante energética, que demanda agua en grandes cantidades (marina o dulce, en proporción de hasta 9-1).

El hidrógeno es el elemento químico más abundante y ligero del planeta, aunque sólo se lo encuentra formando parte de otros como el oxígeno, el carbón, el agua, el amoníaco o el metano. Así, para separarlo y llegar a su forma explotable se necesitan otros procesos.

Algunos de esos procesos son más o menos contaminantes, como el reformado de gas natural, el más utilizado hasta ahora. Cuando sólo se sirve de energías renovables (eólica, solar o hidroeléctrica) para hacerlo por electrólisis -de la que sólo resulta vapor de agua cuando separa el hidrógeno del oxígeno por electricidad- se llega al “hidrógeno verde”, aunque a un costo económicamente más alto.

El origen de la energía con la que se lo obtiene determina su “color”: hay hidrógeno negro (a partir del petróleo o carbón) o hidrógeno gris (a partir de gas, más del 90% de la oferta de H) que emiten anhídrido carbónico; y está también el hidrógeno verde, cuando la electrólisis para obtenerlo a partir del agua (H2O) se realiza con energías renovables y es libre de emisiones.

Una vez logrado, los usos del H2V son múltiples y significativos a la hora de reducir el impacto de otras energías medido en emisión de gases de efecto invernadero: amoníaco para fertilizantes, metanol y refinado de hidrocarburos (petroquímica), hidrogenado de grasas y aceites, movilidad y transporte marítimo, aviación e industria metalúrgica, siderúrgica y textil. La demanda de hidrógeno puro se triplicó desde los 70, hasta las actuales 70 millones de toneladas anuales.

El otro gran desafío del H2V es almacenarlo: es muy inflamable, insume mucho espacio y requiere ser comprimido para su uso comercial, en vehículos como ya ocurre en Europa, Japón, China y Estados Unidos (por ahora, los trenes los usan en largos recorridos, para carga, y se ensaya en aviones pequeños). En compensación, el hidrógeno verde puede ser transportado por los gasoductos ya existentes.

Guerra y energía

Como la I Guerra Mundial con el acero y el carbón de la cuenca del Ruhr y los conflictos armados en Medio Oriente con el petróleo, la invasión de Ucrania por Rusia generó una crisis energética global, en este caso determinada por la alteración de la provisión rusa de gas natural a Europa (que Estados Unidos ya se ofreció a compensar) y el inmediato aumento de la demanda en otras regiones.

La guerra multiplicó los cuellos de botella energéticos creados por la pandemia y su abrupta alteración de la cadena de suministros. La primera reacción de las grandes compañías del mercado energético fue reafirmar la necesidad de seguir abrazados a los combustibles fósiles, la variante más a la mano y barata para sacar del apuro a las principales economías desarrolladas.

Pero “mientras las principales economías persiguen una estrategia de hacer ´todo lo posible´ para sustituir los combustibles fósiles rusos, las medidas a corto plazo podrían crear una dependencia de los combustibles fósiles a largo plazo y cerrar la ventana a los 1,5°C” de límite del calentamiento global que ha puesto los científicos, advirtió el secretario general de la ONU, Antonio Guterres.

Los países podrían así descuidar o abandonar las políticas para reducir el uso de combustibles fósiles. “Como demuestran los acontecimientos actuales, nuestra continua dependencia de los combustibles fósiles pone a la economía mundial y a la seguridad energética a merced de los choques y las crisis geopolíticas. Tenemos que arreglar el sistema energético global”, sostuvo Guterrres.

Aún así, al igual que en otras coyunturas, la alternativa del H2V recibió un renovado interés. En la crisis, la UE anunció su plan “RePowerEU”, que se propone cortar la dependencia de combustibles fósiles importados de Rusia antes de 2030. “Podemos hacerlo, y podemos hacerlo rápido. Todo lo que necesitamos es el coraje y las agallas para conseguirlo. Si alguna vez hubo un momento para hacerlo, es ahora”, resumió Frans Timmemans, vicepresidente de la Comisión Europea.

A finales de 2021, tras dos años de estudios, grandes empresas y emprendedores constituyeron un joint venture para producir y distribuir H2V en Europa a un precio competitivo y abarcar toda la cadena de valor del combustible, desde la producción al transporte, distribución y financiación. El proyecto, el mayor del mundo, tendrá su primer hub internacional en la región industrializada de Asturias (norte de España), alimentado con energía solar para producir acero verde, amoníaco verde y productos bajos en carbono desde 2025.

El hidrógeno verde -junto con el biometano- está en el corazón de la estrategia europea, que por ahora conecta con la oferta de Estados Unidos, Noruega, Qatar, Azerbaiyán, Argelia, Egipto, Corea, Japón, Nigeria, Turquía e Israel, pero tiene a otros países de América Latina en el horizonte.

El gobierno chileno (saliente) estimó a principios de 2021, en el encuentro Hidrógeno en la Región Latinoamericana, que con el 1% del agua -gran preocupación de los ambientalistas en el desarrollo de esta variante de la transición energética- que se usa en la minería del país se podría generar hidrógeno verde suficiente para reemplazar el diésel utilizado en todos los camiones del sector.

Toda América Latina tiene un enorme potencial de energías renovables (eólico, solar, hidráulico) a partir de las cuales producir H2V en cantidades y participar de un futuro gran mercado que complemente primero y vaya suplantando a mediano plazo, para consumo interno y para exportación, al gas natural licuado (GNL). En tanto, el hidrógeno “gris” disponible se presenta como una alternativa inmediata.

Con esa premisa, la UE financia con la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) y el Banco Mundial la plataforma H2LAC un repositorio de proyectos de producción, aplicación, uso regional y exportación a Europa de este nuevo eslabón de la transición energética, camino a un mundo descarbonizado.

En un escenario sin incentivos adicionales, en regiones con alta potencialidad en energías renovables la electrólisis es una opción competitiva, especialmente en países que son importadores de gas natural”, según Julio Mateo y Mateo Suster, en un estudio del Consejo para el Cambio Estructural argentino.

En la última Cumbre del Clima COP-26, en Glasgow, fue Argentina -un país con gran potencial eólico en el sur, en la Patagonia, y solar en el Norte, aunque por ahora con sólo 13% de su matriz energética renovable- la que anunció el ingreso en el mercado local del hidrógeno verde de una compañía australiana que comprometió una inversión de 8.400 millones de dólares en Río Negro (sur).

En Brasil (casi la mitad de matriz energética renovable), en Río Grande do Norte (líder en energía eólica) y en el Nordeste hay proyectos de HV2 de empresas de China (el mayor productor mundial de hidrógeno gris que encara un proyecto de hidrógeno verde de 3 mil millones de dólares en Mongolia interior).

Futuro y objeciones

En un escenario de emisiones netas cero, según la Agencia Internacional de Energía de la OCDE, el valor del comercio de hidrógeno en general para 2050 (300.000 millones de dólares) representa aproximadamente el doble de todo el comercio de combustibles fósiles. Los análisis ya incorporan el concepto de “diplomacia del hidrógeno”, por la cantidad y relevancia de los actores involucrados.

La propia Rusia, antes de invadir Ucrania, se propuso una meta de exportación de hidrógeno de hasta 50 millones de toneladas en 2050, más de la mitad de la actual demanda mundial de hidrógeno (negro, gris o verde), y trazó planes para sacar provecho a su gas y a su producción nuclear.

Si la guerra en Ucrania frena esos planes de Rusia, habrá más espacio para otros competidores -incluye América Latina- que quieran cubrir la creciente demanda de economías como la de Japón y Corea del Sur.

Jeannette Sánchez, directora de la División de Recursos Naturales de la CEPAL, explicó que la comisión “propone la urgencia de la transición energética y sugiere que, dado el alto potencial en hidroelectricidad que tenemos a nivel regional, podamos usar los excedentes para iniciar el desarrollo de la industria del H2V”.

Las iniciativas de H2V han merecido entendimientos entre Marruecos y Alemania, y proyectos de Australia y China en Brasil o de Países Bajos en Chile, y las hay en Indonesia y Nueva Guinea.

También hay desarrollos en África, pero allí ya se plantea con fuerza el problema que significa recurrir a uno de los bienes más preciados en la misma crisis ambiental que se quiere conjurar con el H2V: el agua dulce, tomada de grandes ríos que definen la sustentabilidad de regiones enteras, lo cual incluye a sus habitantes (la opción del agua salinizada supone tratamiento adicional y un costo adicional).

Es el caso del Grand Inga, una serie de represas hidroeléctricas sobre el río Congo de las que la tercera y última, Inga 3, sobre las Cataratas Inga y la más grande del mundo cuando se termine, será utilizada para un proyecto australiano de hidrógeno verde pensado para dar electricidad a la República Democrática del Congo, donde más de 90% vive sin acceso a la red, y países vecinos.

Los ambientalistas llaman la atención sobre los impactos de la construcción de la represa en los diversos ecosistemas de agua dulce de la región, cuyas industrias podrían ser abastecidas de energía por esta nueva producción de hidrógeno verde a gran escala que implicaría, a la vez, inundar zonas habitadas y cultivables hoy ocupadas por unas 37 mil personas, según las propias autoridades.

Por Embajada Abierta