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El G20 pasó un test, pero le esperan más

El Grupo de los 20 (G20) países desarrollados y emergentes superó en la reciente Cumbre de Líderes de Bali (Indonesia) una prueba de resistencia frente a una situación de inestabilidad económica global en la que el foro se ha propuesto, pese a todo, desempeñar un papel clave.

El G20 abordó en Bali una coyuntura de una complejidad inédita desde su creación, en 1999: justo cuando el mundo salía de la pandemia, llegó la invasión de Rusia a Ucrania, el aumento de los alimentos y la energía, la consiguiente inseguridad alimentaria y, por si faltara algo, un evidente agravamiento de la crisis climática.

Durante los innumerables diálogos y reuniones ministeriales que precedieron a la cita de Bali, costó encontrar en el G20 una visión común sobre los desafíos globales actuales, en particular, por desacuerdos sobre la situación en Ucrania.

Antes de Indonesia (le seguirán las cumbres de India 2023 y Brasil 2024, todos emergentes) muchos dudaron sobre la capacidad del G20 para articular una mirada común ante semejante coyuntura y se preguntaron sobre el futuro mismo del grupo.

Garante de paz. Pasó un mes de conversaciones para que los Sherpas de los líderes, finalmente, pudiéramos trazar un proyecto de declaración conjunta, que mantuviera los puentes diplomáticos y la relevancia de este único espacio internacional de diálogo existente entre países desarrollados y emergentes.

El G20 se autodefine como un mecanismo de coordinación económica y, por decisión propia, se ubicó en el centro de atención durante la crisis financiera mundial con la primera Cumbre de Jefes de Estado y de Gobierno del G20 en 2008 en Washington. Hasta entonces, y a lo largo de una década, la articulación del grupo se verificó a nivel de los titulares de los ministerios de Finanzas y de las presidencias de los Bancos Centrales nacionales.

Pero a diferencia del G7, que reúne a países con ideas afines e intereses políticos compartidos, el G20 es un foro plural, cultural y políticamente, integrado por países de distinto desarrollo e intereses, y hoy con claros rivales geopolíticos en su seno.

Es por ello que, desde sus orígenes, el G20 tiene mayor credibilidad como mecanismo de gestión de crisis económicas que como foro para resolver cuestiones de seguridad internacional. En 2021, bajo la presidencia de Italia no se logró consensuar un comunicado sobre la situación en Afganistán. ¿Era este foro el adecuado para tratar cuestiones más allá de lo económico-financiero?

Un año después, la Cumbre Bali dejó una conclusión central en el G20: los asuntos económicos mundiales no pueden aislarse de los choques a la seguridad internacional o de las tensiones geopolíticas.

La invasión de Rusia a Ucrania planteó cuestiones de alcance global: el sufrimiento humano en la guerra, las debilidades de la economía global y su limitado crecimiento, la inflación, el corte de cadenas de suministro, la inseguridad energética y alimentaria y los riesgos en general para la estabilidad financiera. Los líderes del G20 necesitaban expresar una posición sobre esos asuntos centrales.

Entonces, el G20 selló en Indonesia un claro compromiso para la paz: “la era actual no debe ser de guerra” y la diplomacia y el diálogo internacional son instrumentos principales para ese fin. Sin ninguna ambigüedad, los líderes declararon de modo unánime la inadmisibilidad del uso o la amenaza del uso de armas nucleares. Un claro mensaje que se espera sea cumplido, tanto en palabras como en los hechos.

La punta del iceberg. Las implicancias económicas globales de la guerra en Ucrania han tenido costos también para Argentina, la región y el mundo, al abrir una nueva fuente de incertidumbre para la economía mundial y por sus impactos en el nivel de actividad.

Por eso, el G20 se comprometió a adoptar acciones tangibles, precisas, rápidas y necesarias utilizando todas las herramientas políticas disponibles, incluso a través de la colaboración en las políticas macroeconómicas.

Pero la Cumbre de Líderes es solo la “punta del iceberg” de un proceso que este año incluyó alrededor de 20 reuniones ministeriales y de gobernadores de bancos centrales, 56 reuniones de grupos de trabajo y 90 reuniones a nivel de grupos de expertos, como otros eventos paralelos y de grupos de afinidad.

El resultado de ese proceso se recoge en 52 párrafos del Documento Final que esbozan una agenda de colaboración para promover una recuperación económica mundial fuerte, inclusiva y resiliente y un desarrollo sostenible que genere empleo y crecimiento.

Sus ejes principales se articulan con base en la seguridad alimentaria, la transición energética y la economía digital, tres cuestiones que aparecen en el mismo horizonte del desarrollo argentino.

En esa línea se destaca que el comercio debe contribuir a un sistema alimentario mundial más sostenible y equitativo, y que se requiere más esfuerzo para armonizar políticas comerciales, ambientales y alimentarias. Y, sobre todo, la actualización largamente esperada de las normas de la OMC para el comercio agrícola.

Se reconoce la necesidad de acelerar las “transiciones” energéticas para lograr los objetivos climáticos, teniendo en cuenta que no existe un modelo único, la necesidad de fortalecer la cadena de suministro de energía, la seguridad energética, y la diversidad de combinaciones y sistemas energéticos posibles.

Un capítulo especial lo constituyen las tecnologías digitales, que deben contribuir a la solución de desafíos globales como el cambio climático, la pobreza o la desigualdad. Y avanzar hacia el cumplimiento de la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.

El 1 de diciembre, India asumió la presidencia del G20. Los Sherpas nos reuniremos del 4 al 7 de diciembre en Udaipur para discutir y delinear los objetivos para 2023. Y con ello, asistiremos a un hecho histórico: será la primera vez que en este foro contemos con una troika integrada exclusivamente por países emergentes.

En Bali quedó demostrado que el G20 es un espacio valorado como un foro de diálogo y cooperación internacional, por países desarrollados y emergentes. Pero, sobre todo, demostró que los enfrentamientos causados por los conflictos de intereses o geopolíticos aún pueden abordarse en los foros multilaterales.

Por Jorge Argüello