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El día en que Donald Trump “secuestró” a Mauricio Macri

Un libro revela la intimidad de las negociaciones entre Franco Macri y los delincuentes que habían capturado a su hijo. Cómo llegó el magnate estadounidense a ser parte de los sospechosos.

Paranoia, secretismo y temor. Esas tres palabras podrían definir el clima que envolvió a quienes pasaron por Eduardo Costa 3030, la casa del empresario Franco Macri, durante la segunda quincena de agosto de 1991. Había un motivo que muy pocos conocían: su hijo Mauricio había sido secuestrado.

A 25 años del rapto del entonces empresario y hoy presidente argentino, un libro descubre los detalles de las dos semanas en que Mauricio Macri vivió encadenado en un improvisado bunker ubicado en la Avenida Juan de Garay 2882.

En base a documentos judiciales, periodísticos y entrevistas con allegados a los protagonistas, la periodista Natasha Niebieskikwiat, autora de El secuestro, reconstruyó parte de esa experiencia y dio cuenta de algunas anécdotas que años después resultan insólitas incluso para quienes conocen la historia del secuestro.

¿Quiénes estaban detrás del operativo? ¿Qué clase de enemigo mantenía cautivo al hijo de uno de los empresarios más acaudalados de los ’90, y qué pedían a cambio de su liberación? “La cabeza del dueño de Sevel y varias otras corporaciones daba vueltas y vueltas. La Policía no debía enterarse. Ningun funcionario podia tener registro de nada porque si la prensa se enteraba le mataban a Mauricio”, relata Niebieskikwiat, en alusión a los primeros días en que la planta baja de la casa de Franco se convirtió en la sede central de las negociaciones con los delincuentes, a escondidas de todos, incluso de sus más estrechos colaboradores. No descartó ninguna hipótesis y hasta fantaseó con que la desaparición de su hijo era un mensaje de “la mafia”, sin saber a cuál de todas adjudicar el golpe.

En medio de tantas opciones, y ante la orden de mantener en reserva lo que estaba ocurriendo bajo amenaza de matar a su hijo, el empresario contactó al embajador de EEUU en Argentina, Terence Todman, quien le sugirió ponerse en contacto con Ackerman y Asociados, una “empresa de especialistas en secuestros extorsivos que tenía sede en Miami”. La compañía contaba con personal más que calificado para abordar estos casos: muchos de ellos habían pasado por la CIA o el FBI.

Entre las pocas personas del entorno de los Macri que sabían lo que pasaba en Eduardo Costa, algunas especulaba con que la captura del joven hijo de Franco se debía a un supuesto seguro por diez millones de dólares que se rumoreaba había contratado por si secuestraban a algún miembro de su familia. Franco se inclinaba hacia otra conjetura, tan escabrosa como descabellada, aunque posible dentro de su desesperación.

“El patriarca entró en la paranoia de que quien había orquestado el secuestro de su hijo había sido Donald Trump. El magnate lo había expulsado de Manhattan, donde Franco había intentado meterse en negocios inmobiliarios y también aspiraba a una presa mayor, que era la recolección de la basura, un mundo de mafias, impenetrable, pero millonario y atractivo en el que ni él ni el intrépido Mauricio pudieron abarcar. A Franco se le pasaron por la cabeza los peores pensamientos. Por eso recurrió a Todman y se contactó a su vez con Ackerman y asociados”, cuenta El Secuestro.

El vinculo entre los Macri y Trump venía desde fines de los ’70, con proyectos inmobiliarios que los suponía socios. Incluso habría sido el propio Mauricio el anfitrión de uno de los viajes del magnate a Buenos Aires. El fin de la relación llegaría a mediados de los años ’80, cuando fracasó el intento de Antonio Macri, hermano de Franco, y los empresarios norteamericanos Giovanni Agnelli y Abel Hirschfeld de agilizar la rezonificación de un terreno (y sus alrededores) que había pertenecido a Trump y sobre el cual los Macri planeaban construir un megaemprendimiento. Hubo diversas trabas impuestas por el Chase Manhattan Bank hacia pedidos de crédito de parte de los empresarios argentinos. La explicación era dudosa: la entidad sólo financiaría el proyecto si la idea era vendida a “un emprendedor de trayectoria en el mercado”. Los Macri terminaron por ceder el emprendimiento a Trump por 117 millones de dólares, un valor que para ese momento era casi un regalo.

La suposición de Franco duró poco. En las primeras comunicaciones que mantuvo con los secuestradores de su hijo, comprobó que se trataba de una banda que, además de dejar ver sus antecedentes delictivos, exigía millonarios desembolsos de dinero con argumentos políticos y pseudorrevolucionarios. En verdad, se trataba de la “banda de los comisarios”: oficiales de la Policía Federal, que más tarde fueron condenados y exonerados de la fuerza.

Fuente: Perfil