Sin necesidad de recurrir a la vía del golpe de Estado, como era costumbre, ni apelar a una identidad prestada como en los años noventa, se consolida la alianza de derecha con más vocación de poder y respaldo popular de la historia argentina. Cambiemos está hoy habilitado para hacer la jugada que crea más conveniente. Cuál será la profundidad del ajuste que encare dependerá de varios factores: el criterio que prime en el Gobierno después del aluvión de votos que acaban de sumar, los límites que imponga la negociación con el disminuido peronismo institucional, el rechazo social que genere el ajuste y también la voluntad de los mercados para seguir engordando la deuda argentina.
Quizás alguien en la Casa Rosada repare en la opinión de Pablo Gerchunoff, el lúcido economista que -desde el apoyo crítico a Cambiemos- elogia el gradualismo y la prudencia, como única vía de no poner en riesgo el triunfo electoral e impedir, al mismo tiempo, que en Argentina estalle todo: “Hay un conflicto muy tenso entre una Argentina que quiere incorporarse a la globalización y un bloque social que no tiene fuerza para proponer un patrón de crecimiento distinto pero sí para impugnar el camino de la modernización. ¿Qué pasa cuando una fuerza irresistible se enfrenta con una resistencia incontenible? Es la Argentina del empate conflictivo”, le dijo a El País de España, antes de las elecciones. Desde otra mirada, un economista respetado como Eduardo Basualdo -que respalda a Cristina Kirchner– afirmó hace dos semanas ante la Agencia Paco Urondo: “Son gradualistas porque no pueden hacer otra cosa. Van pidiendo los límites sociales”. Qué van a hacer ahora, que los límites sociales parecen cada vez menos, es la pregunta que empezará a responderse en un abrir y cerrar de ojos. El plebiscito dijo Sí. Se puede.
Por Diego Genoud – Letra P