Hanna Arendt dijo: “La educación tiene la misión de mediar entre el niño y el mundo, entre esos niños están primero los padres”. Pocas cosas preocupan más a los padres que brindar la mejor educación a sus hijos.
El desafío de nuestra época consiste en lograr una educación de calidad para todos. Mejorar la educación es mejorar la sociedad, eso es un ideal de sociedad igualitaria, es un verdadero contrato social entre todos. Con la libertad y la tolerancia en la educación se busca como objetivo necesario para una convivencia pacífica, como un bien deseable para una sociedad pluralista que evita el fanatismo y los argentinos sabemos mucho de este tema años viviendo así.
Los argentinos sabemos mucho de fanatismos y la escuela se convierte en una caja de resonancia de la sociedad. La libertad no es una mera posibilidad de optar entre cosas más o menos interesantes, sino que es la capacidad de decidir por nosotros mismos, esto siempre lo da la calidad de educación que tenemos y nos dieron. Viendo hoy lo que sucede en la escuela como institución veo que se ha transformado en una herramienta insustituible contra la desestructuración social.
Reflexionar sobre lo que hoy es la escuela, esta no puede dejar de enseñar a los adolescentes en el área de las Ciencias Sociales y, en particular, en la Historia, definiendo estrategias de enseñanza que den cuenta de ello, requiere pensar las tareas de docentes y alumnos en un contexto de crisis que viene desestructurando arraigadas configuraciones de la vida social, política, económica y cultural de Argentina y América. En efecto, las consecuencias de la crisis capitalista abierta a partir de la década del setenta del siglo XX han agudizado los procesos de polarización social y deslegitimación de las instituciones del Estado y la sociedad civil.
La escuela, antiguamente institución pública privilegiada, hoy es un derecho a nivel universal para la integración de amplios sectores populares en un modelo de sociedad más inclusiva, está siendo interpelada por sus mismos alumnos y sus padres, quienes se preguntan ¿por qué aprender Historia? y encontrando dificultades para otorgar sentido a su estudio. Lo que los alumnos aprenden no les interesa y no le hallan una utilidad inmediata.
La Historia propicia el conocimiento de “mundos distintos”, nos pone en contacto con diversidad de situaciones, de problemas y de respuestas concernientes a la vida de hombres y mujeres en sociedad. Este conocimiento de la diversidad mediante la comparación histórica sistemática, permite que los alumnos reconozcan el desarrollo de una diversidad de ideas y valores sociales expresados por distintos grupos sociales y sociedades en la historia. Y, en este sentido, el conocimiento histórico tiene relevancia en la producción de información y ofreciendo elementos de comprensión de la compleja realidad social presente en los ámbitos local, provincial, nacional, latinoamericano y mundial contemporáneo.
Como disciplina escolar la Historia se consolidó en los currículos nacionales o provinciales a fines del siglo XIX y comienzos del XX, nos estamos dando a conocer al mundo ¿Quiénes son los argentinos? ¿Dónde está Argentina? Dicho proceso fue concomitante con la constitución de los Estados Nacionales, a fines del siglo XIX con los nuevos países surgidos en América latina luego de la independencia de España.
El moderno sistema escolar del Siglo XIX contribuyó a este fin mediante la enseñanza y celebración de un pasado que, en muchas ocasiones, adoptó la forma de un relato mítico que encontró en los próceres, efemérides y en los rituales escolares su principal fuerza política y pedagógica.
La enseñanza de la Historia se confundió de esta manera con una mera narración o crónicas de sucesos, narraciones de una verdadera epopeya patriótica; su acento estaba en próceres, gestas heroicas y épicas que llegan a nuestros días, sucesiones de gobierno y en una suma de batallas con interminables muertos y participantes como lo hizo Bartolomé Mitre, todo esto clausurada con la consolidación del Estado-Nación en los finales de la Generación del ´80 que ponía fin a un pasado de luchas y conflictos. De este modo, la historia nacional se identificaba con la historia patria, que reforzaba la adhesión al Estado-Nación y procuraba integrar una heterogénea población de inmigrantes de ultramar y de países vecinos, indígenas, criollos y negros en la moderna civilización occidental que las elites pretendieron construir en la Argentina.
De este modo, nacionalismo, elitismo y glorificación de la memoria ayudado todo por la épica del relato al estilo de los griegos se constituyeron en los tres rasgos distintivos de la Historia como disciplina escolar, inaugurando una tradición duradera que aún es posible reconocer en las representaciones y prácticas escolares vigentes.
Pregunta final de reflexión para todos: Desde tiempos inmemoriales las sociedades se encargaron de transferir sus costumbres y conocimientos a las generaciones venideras. La educación ha estado íntimamente ligada a la transmisión y al legado de saberes desde el mismo origen del hombre, esto lo fue haciendo la historia como ciencia. ¿Qué más hace falta, entonces?
Por Daniela Leiva Seisdedos- Profesora de Historia. Revista El Arcón de Clío. Seis Premios UBA. Manuales de CDC de Tinta Fresca-Alfaomega. Personalidad destacada de la Educación del HCD de La Plata. Empoderamiento Femenino y Educativo de Invery Crea España.