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¿Cuál es la historia de Taiwán y su relación con China?

La tensión militar elevada entre China y Taiwán de estos últimos días responde a un contexto histórico que se lleva desarrollando desde hace más de siete décadas. Este territorio lleva funcionando de forma autónoma a Beijing desde 1949, cuando los miembros nacionalistas del Kuomintang se refugiaron en esta isla tras ser derrotados en la guerra civil china en 1949. 

La visita de la presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, a Taiwán el pasado 3 de agosto ha elevado las tensiones entre esta isla y China a unos niveles no vistos en décadas, hasta el punto de temer un nuevo conflicto. Pero, ¿por qué reclama China su soberanía sobre Taiwán?

La isla de Taiwán ha pertenecido históricamente a China y su población siempre ha sido étnicamente de esta nación. De hecho, apenas 160 kilómetros separan a este territorio de la parte continental de China. Sin embargo, una serie de eventos bélicos que marcaron a China durante la primera mitad del siglo XX hicieron que se alejara del poder de Beijing hasta la actualidad.

La guerra civil china como antecedente del contexto político de Taiwán

Para comprender su particularidad política toca retroceder hasta el año 1927. En esa fecha en China se empezó a librar una guerra civil entre los nacionalistas del Kuomintang, que llevaban en el poder de la República China desde 1912, y los comunistas, que se habían constituido como un partido de forma reciente. 

Este conflicto por el poder en Beijing y el resto de China quedaba muy lejos para la isla de Taiwán, que para esa época llevaba más de 30 años bajo poder japonés y que seguiría con presencia nipona hasta 1945, pero con el tiempo el enfrentamiento entre nacionalistas y comunistas sería vital para entender lo que es hoy Taiwán. 

El control chino sobre Taiwán no llegaría hasta la mencionada fecha, cuando Japón es derrotada en la Segunda Guerra Sino-japonesa, un conflicto enmarcado en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. Desde la invasión de Manchuria por el ejército nipón, nacionalistas y comunistas habían aparcado sus diferencias para combatir al invasor y enemigo común, pero una vez fue expulsado, las hostilidades regresaron entre los dos bandos. 

La diferencia es que para 1947, los comunistas liderados por Mao Zedong habían multiplicado su fortaleza gracias al apoyo de la Unión Soviética. Mientras que el Kuomintang de Chiang Kai-shek vio como su poder fue disminuyendo paulatinamente en diferentes regiones de China. 

El Kuomintang se vio obligado a huir a Taiwán tras perder la guerra

Los nacionalistas recibieron el apoyo de Estados Unidos, pero a partir de 1949 su situación se volvió irreversible ante el avance de las tropas de Mao y Chiang Kai-shek se vio obligado, junto con más de millón y medio de sus soldados y miembros del Kuomintang, a retirarse hacia la Isla de Formosa, actualmente conocida como Taiwán. Mao logró hacerse con todo el continente, pero no pudo asaltar Taiwán.

Sin embargo, a pesar de la derrota militar en el continente, Estados Unidos fue firme a la hora de defender a sus aliados del Kuomintang y desplegó a su armada en el estrecho de Taiwán con el objetivo de disuadir al precario ejército comunista de Mao.

Es a partir de este momento cuando los recorridos políticos de Beijing y Taipéi comienzan a ir por caminos diferentes. Mao formó la República Popular China y Chiang Kai-shek declaró su poder sobre la República China desde Taiwán con el objetivo de volver algún día a retomar el continente. Pero esto nunca sucedió.

Durante los primeros años, la comunidad internacional reconoció como la única China a la basada en Taiwán bajo el poder del Kuomintang. Para Estados Unidos o Naciones Unidas, el gobierno de Mao en Beijing era ilegítimo. Chiang Kai-shek, por ejemplo, firmó la adhesión de China a la ONU y ocupó asiento como miembro permanente del Consejo de Seguridad de esta organización.

Pérdida del reconocimiento internacional en favor de Beijing

Pero la situación cambió radicalmente a partir de 1971. Estados Unidos y la República Popular China de Mao comenzaron a compartir adversario: la Unión Soviética. Y esto comenzó a acercar los intereses de Beijing y Washington. Un contexto que favoreció que, a partir de octubre de 1971, Naciones Unidas reconociera únicamente como el representante legítimo de China a la República Popular China de Mao y no a la República China de Chiang Kai-shek.

Y tan solo 8 años más tarde, en 1979, incluso Estados Unidos reconoció al gobierno de Beijing como el único legítimo. A estas alturas nadie consideraba factible que el Kuomintang recuperara el poder en el continente y a Washington le interesaba tener a la China comunista de su lado en la Guerra Fría contra la URSS.

A partir de la década de 1970, cada vez menos naciones del mundo reconocían a Taiwán como un estado y su presencia en organizaciones internacionales como el Comité Olímpico Internacional o la OMS fue desapareciendo.

Sin embargo, Estados Unidos continuó manteniendo una fuerte alianza con Taipéi gracias a una estrecha relación comercial y militar. Y advirtió a la China comunista que cualquier intento de invasión a Taiwán supondría un grave desafío a los intereses estadounidenses.

Pero desde Beijing se siguió considerando a Taiwán como parte de la República Popular China. Algo así como una provincia “rebelde”. En los años 80 se intentó incluir a Taiwán en el modelo de “un país, dos sistemas” que alguna vez tuvieron Hong Kong y Macao, pero el gobierno taiwanés lo rechazó.

Fin de las aspiraciones del Kuomintang y aumento de las demandas de autodeterminación

Además, la situación se ha vuelto más compleja desde 1997. Ese año, Taiwán paso de ser una democracia y tan solo tres años después, el Kuomintang -partido que se considera chino todavía- perdió las elecciones contra el Partido Progresista Democrático, una formación que rechazó la idea de volver al continente para retomar el poder en Beijing y que pretende la autodeterminación de Taiwán como nación.

Y es que siete décadas después se ha dado una paradoja en Taiwán. Aunque el objetivo inicial de los que alguna vez huyeron a la isla para escapar de los comunistas era volver al continente, muchos de sus descendientes ya no se sienten chinos, sino taiwaneses. Un efecto de tantos años de desconexión con China. 

Pero esto es algo que no piensa tolerar Beijing. Acostumbrado a sofocar con contundencia cualquier intento de secesión que pueda existir en lo que considera como parte de su territorio. Por eso gestos como el de la visita de Nancy Pelosi a Taiwán, haciendo ver como si fuera un actor político independiente, son una línea roja para el Gobierno de Xi Jinping, que aspira a poder control tácito sobre Taiwán en algún momento. 

La cuestión ahora es saber si esto sucederá en un plazo cercano o no. De ello dependen varios factores, como el costo de una operación sobre un territorio que lleva décadas preparándose para una posible invasión o la posible entrada en el un teórico conflicto de Estados Unidos. Aunque en este último caso Washington tendrá complicado denunciar una invasión sobre Taiwán, cuando ni ellos mismos reconocen a este territorio como una nación independiente. Algo que hace imposible que Taiwán lo ampare el derecho internacional.