Chubut Para Todos

Con la incertidumbre de siempre y varios matices Por Diego Latorre

Muchas veces un partido se escapa de las manos, se descontrola de manera imprevista en contra de todo lo pensado y planificado. Es como una ola que te pasa por encima, y si el entrenador o los jugadores no encuentran rápido los recursos para escapar de ella, el equipo queda atrapado. Algo así le sucedió a River el martes pasado. Justo al equipo del que menos podía esperarse que viviera una situación semejante.

En apenas 45 minutos, todo lo hablado previamente sobre su oficio, su carácter o su capacidad competitiva se fue al diablo, y Lanús se lo llevó por delante sin que River hiciera nada al respecto.

Digerir este tipo de golpes no es tan fácil. Hayan sido a favor o en contra, hay tres o cuatro partidos que uno nunca puede quitarse de la cabeza cuando se despide del fútbol, y estoy seguro que el del martes pasado entra en esa categoría para todos los que participaron en él.

La posición de los jugadores de River, por supuesto, es la peor. Cuando uno pierde sabiendo que permitió que sucedieran varias de las cosas que pasaron, el cuestionamiento y la desazón son mucho mayores.

Pasar página en el fútbol es duro y por más que los profesionales estemos acostumbrados a los reveses y contratiempos siempre quedan secuelas. Pero el calendario, caprichoso, quiere que la siguiente página de River sea el Superclásico, y esto altera la lectura, porque todos sabemos que se trata de un enfrentamiento único y de pronóstico indescifrable.

“Lo mejor que nos puede pasar hoy es jugar contra Boca, porque es un partido que puede permitirnos aliviar el alma”. La eliminación de la Libertadores le hizo perder a River ese salvavidas tan especial que es la Copa y lo enfrentó de pronto a la realidad de encontrarse a nueve puntos de Boca en la Superliga y ante la obligación añadida de empezar a recortar esa distancia casi sin tiempo de recuperación. Aunque si existían dudas sobre lo que esto puede significar para un plantel golpeado, el propio Marcelo Gallardo las despejó el viernes con la frase citada.

Si por lo general antes de un clásico se recomienda a los jugadores liberar la cabeza, olvidarse del pasado y de la tabla y enfocarse sólo en el partido a jugar, hoy River necesitará más que nunca hacer cumplir el mantra que indica que no importa cómo cada uno llega a estos duelos. En el camino del túnel, sus jugadores deberán sacudirse lo sucedido y pensar que en la cancha estarán las camisetas, la tradición y la rivalidad. La adrenalina que genera cualquier River-Boca hará el resto.

Es en este plano que lo manifestado por Gallardo cobra sentido. Puede no venirle mal a su equipo afrontar un partido como este -aunque también corra el riesgo de profundizar la llaga-, pero la verdad es que tampoco le viene mal a Boca.

La propuesta xeneize

El puntero del campeonato viene mostrándose contundente incluso en condiciones no del todo favorables. Su postura audaz de equipo siempre dispuesto a buscar, a atacar y ocupar el campo rival, lo lleva a generar jugadas de gol aun sin dominar los partidos. Después, la efectividad de Benedetto y el notable crecimiento de Pavón logran que Boca empiece a ganar los partidos antes de soltarse y jugarlos. Las circunstancias parecen favorecer a Guillermo Barros Schelotto, que sabe el momento que vive su adversario. La pregunta es si intentará aprovecharlo.

Cuando un equipo se halla en una situación tensa o endeble precisa de mayor tranquilidad y tiempo, necesita no ser hostigado, tener uno o dos segundos para pensar y uno o dos metros para jugar. El rival, lógicamente, debería intentar no permitirle que se libere.

Espero entonces un Boca agresivo, que vaya de entrada a forzar el error rival, a apurarlo en la gestación de la jugada para buscar el gol que lleve a River a convivir con los recuerdos de la semana y lo coloque en un escenario todavía más hostil.

El mayor secreto de los grandes jugadores, entrenadores y equipos está en lograr que aquello que suceda no los deteriore demasiado, en poder sobrellevar los impactos, mantener el rendimiento y seguir jugando igual a pesar de. pero también a favor de.

La incógnita que genera el clásico de hoy pasa por calibrar la personalidad y jerarquía de unos y otros para adaptarse a un suceso tan fuera del menú como el ocurrido el martes. Y es ahí, en la incertidumbre permanente, donde radica la pasión del fútbol.