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Cómo la violencia se apoderó de la frontera entre Paraguay y Brasil

La presencia de bandas criminales con poder de fuego y dinero para corromperlo todo explica el aumento de las tasas de homicidios, sicariatos y crímenes que vive esa región sudamericana.

Tres noticias de alto impacto han puesto a Paraguay en el escenario internacional. Primero, el asesinato del fiscal Marcelo Pecci, durante su luna de miel en Colombia, el 22 de mayo de 2022. Luego, el hecho de que Estados Unidos sumara al vicepresidente Hugo Velázquez a una lista de personas corruptas (el 12 de agosto). Y finalmente, el asesinato del periodista Humberto Coronel en la ciudad de Pedro Juan Caballero (el 6 de septiembre).

Estos tres acontecimientos tienen en común que muestran, a ojos de personas que miran la realidad paraguaya desde el extranjero, un cierto deterioro atribuible al crimen organizado. ¿Cambió algo en Paraguay en el último tiempo o es que ahora recién les estamos prestando más atención a estos hechos?

“Hace tres o cuatro años eran hechos muy localizados en San Pedro, Amambay y Concepción, que son los departamentos fronterizos con Brasil”, dice a DW el sociólogo e investigador de la Universidad Nacional de Asunción Carlos Pires. El experto sostiene que, en esas regiones, “está instaurado el orden clandestino del narcotráfico, con asesinatos de periodistas y otros crímenes”. Sin embargo, en los últimos años, dice Pires, “la violencia se nacionalizó, es decir, se extendió a todo el país”.

Problema viejo

La violencia lleva décadas en la zona fronteriza con Brasil. Instaladas en los setenta de la mano del jerarca stroessnerista Andrés Rodríguez, las pistas de aterrizaje para aviones narcos se consolidaron, y a comienzos del nuevo milenio el asunto se tornó más complejo, con la llegada de grupos como el Comando Vermelho o el Primer Comando de la Capital, la organización criminal más grande de Brasil.

“Es una situación que se viene arrastrando hace tiempo”, explica a DW Juan Alberto Martens, criminólogo y director del Instituto de Estudios Comparados en Ciencias Penales y Sociales del Paraguay. “Cuando doy datos, la gente se queda sorprendida, porque tienen la idea de que este es un país más violento. La tasa de homicidios en Paraguay es de 7 por cada 100.000 habitantes, más baja que Uruguay”, detalla. El problema se concentra en la frontera: en el departamento de Amambay la tasa llegó en 2021 a 64 muertes por cada 100.000 habitantes.

A juicio de Martens, “el crimen organizado, principalmente facciones brasileñas, encontraron en Paraguay un territorio propicio para sus negocios y, a través de los ríos Paraná y Paraguay, sacar sus mercaderías, cocaína principalmente, con destino a Europa, desde los puertos de Montevideo y Buenos Aires”. Peris recuerda que en febrero de 2021 se descubrieron 23 toneladas de cocaína proveniente de Paraguay en Hamburgo, y en Amberes, en julio de este año, se decomisaron otras 5 toneladas.

Connivencia estatal

Pires explica que la explosión violentista se relaciona con que “hay grupos narcos con mayor poder de fuego y virulencia, con más aspiraciones territoriales, y todo eso de la mano con la inacción o complicidad política”. Martens, por su parte, recuerda que se trata de un fenómeno transnacional. “La mercadería viene de Bolivia, Perú y Colombia, pasa por Argentina y Uruguay, a veces llega a África antes de embarcar a Europa”, explica.

Ambos expertos consultados por DW coinciden en que el fenómeno de violencia que se vive en Paraguay sería imposible sin la venia de las autoridades. “Localmente se dice que el Estado está ausente, pero los números muestran que Amambay es el sexto departamento con más policías y el tercero con más jueces. El problema no es que no haya estado, el problema es que el Estado no cumple su papel”, explica Pires. Y eso ocurre porque “uno ve los informes y descubre que el fiscal es corrupto y los policías actúan como sicarios de los narcos”.

“Sin la connivencia del Estado esto no podría pasar”, complementa Martens. “Nosotros usamos el concepto de ‘gobernanza criminal’, pues son estos grupos los que imponen la forma de ser y existir en estos espacios, y hay una compleja red, con policías y periodistas también, que operan y que cuentan con tolerancia social, porque generan empleo”, agrega. Y esto conforma un escenario del que es prácticamente imposible salir.

Fuente: DW