Chubut Para Todos

Cambiar o morir

Será un diciembre áspero: no se puede seguir posponiendo decisiones en la economía.

Con las elecciones alejándose en el espejo retrovisor a la velocidad del rayo nos enfrentamos a un diciembre áspero porque no se pueden seguir posponiendo decisiones que tienen que ver con la economía.

Back to the future. Si volviéramos por unos minutos al clima preelectoral del catorce de noviembre, en esos momentos se estaban barajando alternativas que iban desde el cambio de algunos ministros hasta la hecatombe total, y ahora aquí estamos sin que se haya movido una hoja de papel de la mesa. Curiosamente fueron más analizados los resultados desconcertantes de la primera vuelta presidencial en Chile que los de las legislativas argentinas. Quizás la pregunta que sobrevuela es si hay un escenario en que las fuerzas centrales de la política argentina (peronismo-kirchnerismo/radicalismo-macrismo) se evaporen en los aires dejando espacio para que pueda desarrollarse un juego de los extremos (trotskistas vs libertarios).

Es todo risas hasta que se recuerda que la Concertación chilena (dominada por el Partido Socialista y la Democracia Cristiana) gobernó en Chile a lo largo de veinte años (1990-2010) y que en su momento parecía imbatible con ese particular sistema de turnos entre los principales partidos. También el Frente Amplio uruguayo parecía invencible al punto que en las elecciones de primera vuelta de 2019 su candidato Daniel Martínez superaba por más de diez puntos al actual presidente Luis Lacalle Pou que en la segunda haría una remontada histórica para finalizar ganando por un punto y medio.

Estado de decepción. Las elecciones en la región y gran parte del mundo sugieren que la promesa de prosperidad que ha realizado la centro izquierda ha caído en saco roto. Un caso emblemático es el laborismo inglés, que fue un faro de las socialdemocracias, hasta que la Tercera Vía de Blair pergeñada por el renombrado sociólogo Anthony Giddens ofreció un mal sustituto para reemplazar a los conservadores. La realidad es que los programas de la izquierda ya no generan crecimiento, ni distribución. Se cuestiona globalmente y en diferentes variaciones la incidencia creciente del Estado en la vida cotidiana (tanto en materia regulatoria, inmigratoria e impositiva) en relación a los beneficios sociales que trae, no solo en materia de servicios, sino fundamentalmente en cohesión social.

Gran parte de los términos universales que conquistaron el siglo XX como la soberanía, el pueblo, los sujetos, la nación, la sociedad civil han caído en desgracia, por lo cual el gran garante y organizador de la cosa pública que es el Estado ha perdido la razón de su existencia. En un extremo uno de los pensadores más leídos hoy por hoy, Giorgio Abamben ya propone emplear el término “denizen” (habitante), ya que a su entender el concepto de ciudadano (con su carga de derechos históricos) se ha vaciado de contenido, a punto tal que cree que la forma-estado debe ser abandonada para avanzar en otro tipo de organización social.  Por eso los triunfadores hoy son aquellos que tienen discursos aguerridos pro-mercado pero de mercancías. Los humanos en este nuevo antihumanismo son un peligro (incluso lleva consigo virus mortales).

Peripecias. Por supuesto que Argentina está muy lejos de esas discusiones agambenianas, sin embargo, el Estado y sus formas están en la discusión cotidiana, pero en particular está cuestionado el estado de bienestar peronista que a diferencias de otros momentos tiene dificultades para articular las múltiples demandas contradictorias que surgen en distintas coordenadas de la sociedad. Se han roto los encadenamientos laclausianos que le permitían al peronismo hacer buen populismo. El problema es si bien el peronismo está ontológicamente cuestionado, afuera está el vacío. Y la sospecha es que ese vacío está repleto de manos invisibles, que no funcionan en competencia plácida, sino sino constructores y destructores de acumulación, un afuera despiadado, no muy lejos de lo que muestra Karl Marx en el capítulo XIV de El Capital. De allí que sobrevenga la angustia existencial para la sociedad de querer otra cosa, pero no saber bien qué. ¿Qué se hace después de quemar el Banco Central?

Puntos de fugas. Dicen los expertos en artes orientales que nacemos blandos y flexibles y morimos duros y rígidos. El peronismo ha mostrado desde su generación una gran capacidad de adaptación a los diversos contextos internacionales, cosa que no tuvieron las corrientes conservadoras, desde el frondicismo al macrismo, pero esa capacidad de modulación sufre una gran derrota en 2008 a raíz del conflicto alrededor de la Resolución 125 y la negatividad extrema que no le permitió a Cristina Kirchner ser ella la candidata en 2019. Si hubiera tenido la sospecha que tenía la posibilidad de ganar en el balotaje a Macri, sin dudas se hubiera presentado. Por eso se vio obligada a elegir un candidato que pudiera ganar, pero que no tuviera la autonomía suficiente para desplegar un proyecto propio. En esa soldadura el peronismo pierde flexibilidad, capacidad para responder en forma vertiginosa, hacer acuerdos con adversarios y enemigos (como lo hizo siempre).

El intrafrentismo hace un gobierno lento, burocratizado, intermitente y adepto a los parches. En ese marco todas las noticias se convierten en pequeñas derrotas. El proceso de vacunación fue uno de ellos, la forma para controlar el mercado de cambio es otro ejemplo reciente. Antes de las elecciones se especulaba que se desdoblaría el mercado cambiario, para empezar a acortar las distancias con las demandas del Fondo Monetario y para generar al menos una economía que se parezca a las demás. Era una decisión que podía generar efectos adversos, pero significaba el establecimiento de un marco regulatorio, no el mejor, pero uno posible. El miedo a una devaluación brusca obturó esa posibilidad. El camino elegido es reforzar todas las formas del control de capitales, aunque se traten de unas vacaciones en Uruguay. Claro que se puede fundamentar que se trata de unos pocos privilegiados y probablemente sea cierto, pero lo que se debe observar es la “Big Picture” en la cual el país está en la lista roja acompañado de países pobres y poco receptivo para las inversiones directas, y directa quiere decir fierros y empleo de calidad. Justo lo que se necesidad.

Por Carlos De Angelis – Perfil