Chubut Para Todos

6 hombres y 4 mujeres en pugna

Cristina, Axel, Máximo, Sergio, Alberto. Mauricio, Horacio, María Eugenia, Patricia, Carrió. Por Jorge Asís.

6 hombres y 4 mujeres en pugna

La peste en el primer plano. La campaña electoral como fondo.
El gobierno declina. Prematuramente envejecido.
Mientras tanto, a plena interna, el opositor – que fracasó hace apenas un año y medio- trata de recuperarse.
A los efectos gráficos, se asiste a la pugna de dos pentágonos.
Dos quintetos con dos grandes partidos detrás. Dos culturas tergiversadas.
El Justicialismo, detrás del Frente de Todos.
La Doctora, Alberto, Axel, Sergio, Máximo.
El Radicalismo, detrás de Juntos por el Cambio.
Mauricio, Horacio, María Eugenia, Patricia, Carrió.
“6 hombres y 4 mujeres en pugna» (título recreado de “12 hombres en pugna”, film de culto de Sidney Lumet, con Henry Fonda, 1957).

El bipartidismo fragmentado sigue vigente.
Pero a los radicales clásicos, como a los peronistas territoriales, les cuesta ponerse otra vez en modo presidencial.
Conformarse entonces con los cargos. La ambrosía de los contratos.
Mojar medialunas, sacramentos.

A.- Persecución del virus

El Frente de Todos -según Kevin Richards- se reduce a la confabulación de Unidad Ciudadana, penúltima invención de La Doctora, con el Frente Renovador de Sergio (que dejó de ser un Frente).
El Partido Justicialista es parte del decorado. Mero acompañamiento.
La articulación política de la coalición depende del entendimiento de Máximo, líder de La Cámpora, con Sergio, que representa la noción de derecha.
Ante la desconfianza de quienes creen que el kirchnerismo debe ser revolucionario, Sergio propone la gestación del clima de inversiones.
«Plantar las bases vulgares del capitalismo tolerable».
Alberto, esporádicamente, es también útil para la necesidad fisiológica de reconciliarse con el centro.
Presentan también, en conjunto, el riesgo del desgajamiento.
Sectores ideologizados de la cepa kirchnerista aún aguardan la utopía.
La epopeya de la Revolución Imaginaria que impuso Néstor, mientras conceptualmente recaudaba, escudado en la algarabía del Frepaso Tardío.
La Doctora -máxima accionista- deja que fluya la articulación Máximo-Sergio.
Pero no termina de aprobar las negociaciones que encara Alberto con su ministro. Con el Fondo Monetario Internacional y el Club de París.
Porque La Doctora prefiere el juego del otro vértice. Axel.
Experimento audaz que encara La Doctora con Axel en la provincia de Buenos Aires con un suceso bastante relativo.
La Doctora recolecta gran parte de sus votos en el conurbano bonaerense.
Es donde más confluye la barbarie de la peste con la banalidad electoral (que limita y clausura las necesidades de la economía).
Pero Axel corre continuamente detrás del virus que le marca la agenda.
La gestión se desgasta en la persecución del virus y en los sermones de protesta sin punto final.
El virus le marca la agenda a Axel mientras Axel le marca la agenda al ministro de Economía Guzmán. Con aval de La Doctora.
Alberto queda en el medio. Como Woody Allen en “Zelig” (film de culto de 1983).
Zelig está de acuerdo con los dos. Depende de quién le hable último.
Es víctima de las ilusiones que le depositaron los que pretendieron usarlo para emanciparse de La Doctora.
No entendieron nada. Como no entienden ahora quienes se entusiasman con las diferencias estratégicas.
Todo lo que se le oponga a La Doctora alcanza inmediatamente altos índices de adhesión.
Alberto carga también con los reproches oficialistas. Se desilusionan por el error de haberse ilusionado.
Con la ansiedad de los comunicadores que suplican por el rito de la traición.
Montado sobre la peste, cuando Alberto se puso el país al hombro creció en las encuestas hasta generar la pasión falsa del “albertismo”.
Desde el bochorno expropiatorio de Vicentín, no logra detener el desmoronamiento.
Se le atreve cualquier locutor. Basta con el arma destructora del archivo.
Pesa el “poder delegado”. Otro no puede tener.
Máximo aporta al quinteto la organización estructurada que conduce y la evolución de su temperamento. Se deja conducir entre pasillos de empresas.
Empresarios asustados temían encontrarse con un boceto de Firmenich.
Se sorprenden, sin embargo, con un muchacho atildado, que les recita cifras e indicadores.
La gran muestra de rebeldía consiste en prescindir de la corbata. Como si fuera otro macrista del montón.

B.- Mayoría femenina

El quinteto de Juntos por el Cambio es igualmente pintoresco. Contiene el atributo de género. Mayoría femenina.
Pese a haber sido levemente desplazada, la señora Carrió hegemoniza aún la redituable cuestión moral.
Quien la desplaza, la señora Patricia Bullrich, se propone desplazar también a la señora María Eugenia Vidal.
Y a los dos hombres. Al candidato natural, Horacio, primero. Y también a Mauricio, el líder que la instrumenta para esmerilar a Horacio en la Capital. El Maxi Quiosco.

María Eugenia es la jefa del territorio inviable de Buenos Aires.
Como pudo, lo gobernó. Hoy María Eugenia razonablemente mantiene la misma ambición presidencial que Patricia.
Pero aporta un gran sentido de lealtad hacia Horacio, el candidato natural. Al que Patricia y Mauricio procuran desnaturalizar.
Entonces el pentágono presenta dos parejas enfrentadas.
En un costado Mauricio, que pretende superar el rango del fracaso anterior. Para salir, fresquito, a jugar el “Segundo Tiempo”.
Junto a Patricia, la instrumentada que se lanza a instrumentar, en cuanto pueda, hasta a su instrumentador (Mauricio).
En el otro costado María Eugenia y Horacio.
Un Horacio transformado, por Alberto, en el epígono de Domingo Faustino Sarmiento.
Junto a María Eugenia, que mantiene el enigma de la centralidad.
Porque la dama atormenta, con el suspenso de la indefinición, a los otros cuatro del quinteto. Es polifuncional:
Mauricio la quiere de diputada en la provincia (y dejarle la capital a Patricia).
Pero el nuevo Sarmiento la prefiere a María Eugenia en la Capital, para obstruir el paso altivo de Patricia (y el retorno de Mauricio).
Acontece que de nada le sirve a María Eugenia entablar una pugna interna con Patricia. Aunque sea para ayudar a Horacio.
Pero Sarmiento ya está bastante grande. Se basta solo y es -quiere ser- jefe político.
A quien le sirve la competencia con María Eugenia es a Patricia (aunque la pierda).
Posibilidad que, para sí misma, María Eugenia ni puede contemplar.
Es precisamente aquí donde, pese a la nostalgia de la pólvora humedecida, adquiere relevancia la cuestión moral de Carrió.
Con la mera presencia en los medios, con alguna frase que desgarra, Carrió atenúa la ofensiva polvorienta de Mauricio y Patricia.

Por distintos motivos espirituales (y para ampliarlos), Mauricio y Horacio necesitan asegurarse el control del Artificio Autónomo.
El Maxi Quiosco, donde despachan desde hace 14 años.
Mucho más trascendente, para ambos, es despachar en la ciudad, que hacerse cargo de la carrindanga imposible del país.

Por Jorge Asís